Se desarrolló ésta entre los
partidarios de don Carlos, duque de Madrid, y pretendiente al Trono con el
nombre de Carlos VII, y los gobiernos de Amadeo I de Saboya, de la I República
y de Alfonso XII. En marzo de 1870 don Ramón Cabrera presentó la dimisión como
jefe político y militar del carlismo por creer que «no se daban las condiciones
razonables de alcanzar el triunfo por las armas» y no querer exponer a España a
una nueva guerra civil. El Pretendiente, que llevaba meses preparando la
insurrección desde el exilio, estableció el 21 de abril de 1872 como la fecha
para el comienzo de la sublevación. Esta nueva guerra carlista se
desarrolló sobre todo en las provincias Vascongadas y Navarra. La restauración
de los Fueros por el Pretendiente en julio de 1872, abolidos por los Decretos
de Nueva Planta de Felipe V en 1714, influyó en la fuerza del levantamiento en
Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón, y en algunas partidas poco
activas por Andalucía, así como en el resto del territorio peninsular,
especialmente en áreas montañosas donde practicaban el bandolerismo ante su
marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un vínculo con el pueblo
que facilitara su actividad guerrillera. La guerra provocó alrededor de 50.000
muertos. Tras la proclamación de la Primera
República Española en febrero de 1873, muchos monárquicos isabelinos se pasaron
al bando carlista, aumentando con la insurrección cantonalista. Por el
contrario, el golpe de Pavía en enero de 1874, y el pronunciamiento de Arsenio
Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874, que condujo a la restauración de la
dinastía caída en 1868 con Alfonso XII, contribuyeron a restar fuerzas a los
carlistas, así como el acercamiento al Vaticano del Gobierno español, y el
reconocimiento de Alfonso XII por parte de Ramón Cabrera que publicó un
manifiesto a la Nación y otro dirigido al Partido Carlista. Los carlistas, derrotados en
Montejurra, transportaban a sus heridos al hospital de Irache, mientras el
Pretendiente cruzaba la frontera francesa en Navarra el 2 de mayo de 1872 y se
ponía al frente del alzamiento, pero el 4 de mayo el general gubernamental don
Domingo Moriones entró por sorpresa en el campamento carlista en Oroquieta, y
el Pretendiente tuvo que cruzar precipitadamente la frontera francesa, poniendo
fin, momentáneamente, a la insurrección en las provincias Vascongadas y Navarra
tras la firma del Convenio de Amorebieta el 24 de mayo entre el presidente del
gobierno de Amadeo I, don Francisco Serrano, y los líderes carlistas de
Vizcaya. Sin embargo, el convenio fue mal recibido por las Cortes y Serrano
tuvo que dimitir. Tampoco se aceptó el convenio desde el bando carlista y el
Pretendiente consideró a los firmantes como traidores. Tras el fracaso del primer
levantamiento en las Vascongadas y Navarra, el Pretendiente destituyó a la
mayoría de los jefes militares y estableció el 18 de diciembre como fecha para
la nueva sublevación. Entre las numerosas partidas que se levantaron destacó la
del Cura Santa Cruz. Durante diciembre y los primeros meses de 1873, los
carlistas volvieron a levantar numerosas partidas en la región. El 5 de mayo de
1873 se produjo una importante victoria en Eraul, Navarra, cuando las fuerzas
de Dorregaray, Rada y otros líderes carlistas vencieron a las tropas de Navarro
a las que produjeron numerosas bajas y prisioneros. Esta victoria, junto a
otras como la de Belabieta o Mañeru, dio alas al carlismo en Vascongadas.
El Pretendiente volvió a entrar en
julio de 1873 en España y en agosto los carlistas conquistaron Estella, que
convirtieron en su capital, pero fracasaron en los intentos de conquistar
Bilbao. En septiembre de 1874, los carlistas mantenían 24.000 hombres armados y
ocupaban casi por completo las provincias Vascongadas y Navarra, excepto las
capitales. Se estableció así un verdadero Estado carlista que tenía su base en
las diputaciones forales y en el que Carlos VII era el jefe del Estado y estaba
al frente de un Gobierno compuesto por tres secretarías de Estado: Guerra,
Negocios Extranjeros y Estado, y Gracia, Justicia y Hacienda. El número de
carteras aumentaría posteriormente hasta cinco. Existía también un Código
Penal, un Tribunal Supremo de Justicia, Aduanas, servicio de Correos y en 1874
se estableció una universidad en Oñate. Tras el fin de la guerra en Cataluña
en noviembre de 1875, el ejército gubernamental se concentró en el frente del
Norte y en enero de 1876 comenzó una gran ofensiva que llevó a conquistar
Estella en febrero, siendo forzado el Pretendiente a cruzar la frontera el 28
de febrero de 1876, el día que Alfonso XII entraba en Pamplona. En Cataluña, el levantamiento se
realizó incluso antes de la fecha que había designado el Pretendiente. Joan
Castell, al frente de 70 hombres, se sublevó unos días antes. El Pretendiente
nombró a su hermano don Alfonso Carlos capitán general de Cataluña, aunque
hasta fin de año no cruzó la frontera y fue Rafael Tristany quien asumió
transitoriamente el puesto. Aunque se formaron partidas guerrilleras en casi
todas las comarcas catalanas, no se llegó a organizar una estructura militar
común. La revitalización de la insurrección en el frente norte y la llegada de
don Alfonso Carlos en diciembre de 1872, reactivaron las partidas carlistas en
Cataluña, al tiempo que la partida de Pascual Cucala conseguía el apoyo popular
en el Maestrazgo y se formaban otras hasta totalizar unos 3.000 hombres. En la
provincia de Valencia, los carlistas mantenían 2.000 hombres armados en
diversas partidas y en la provincia de Alicante unos 850.
El general Marco de Bello había
organizado la división aragonesa y la administración civil y militar de la
región. Pese a esta organización tenían serios problemas para pagar a los
soldados y armarlos, ya que se armaban con el material que arrebataban al
enemigo, o que compraban en el extranjero. Organizó varios batallones carlistas
y las Compañías del Pilar que eran soldados de referencia dentro del ejército
carlista del Centro. Perdió algunos combates como en Caspe, pero pudo rechazar
un ataque de los republicanos a Cantavieja. Las partidas en el Maestrazgo
fueron aumentando y mezclándose con las de Aragón, Cataluña, Cuenca y Albacete.
Así, por ejemplo, la partida de Cucala entraba y salía de Cataluña a su antojo.
En el 1874 el infante don Alfonso envió los hombres de Vallés (carlistas de
Tarragona) para reforzar a los hombres del Maestrazgo. Los carlistas pudieron
llegar a crear un micro estado con centro en Cantavieja que, después de ser
asediada, tuvo que capitular. La movilización carlista se redujo en otras zonas
a pequeñas partidas aisladas; destacaban unos 400 hombres en Extremadura y las
partidas de Castilla la Nueva, sobre todo en la provincia de Ciudad Real. También cabe destacar la conquista
de la ciudad de Cuenca en el año 1874 por tropas carlistas al mando de don
Alfonso Carlos y su esposa doña María de las Nieves de Braganza. En marzo de
ese año, las fuerzas carlistas, dirigidas por Francesc Savalls, pusieron sitio
a Olot y, tras conquistarla, la convirtieron en su capital. En julio se
establece en San Juan de las Abadesas la Diputación de Cataluña, que presidía
Tristany, y que intentaba dotar de una organización político-administrativa a
los territorios controlados por los carlistas catalanes. En marzo de 1875, Martínez-Campos
ocupó Olot y sometió a sitio la Seo de Urgel. Su conquista por las tropas
gubernamentales en agosto hizo que el 19 de noviembre de ese mismo año
finalizara la lucha armada en Cataluña.
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