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viernes, 9 de febrero de 2018

Irrupción de los vikingos en Britania e Irlanda

Los vikingos o normandos —como también fueron denominados—, eran antiguas tribus indoeuropeas asentadas en Escandinavia y Jutlandia en la época neolítica, y que permanecieron en sus territorios durante siglos, o emigraron de forma discreta para colonizar otras tierras al este de Europa, pero sin protagonizar invasiones violentas. Por así decirlo; los vikingos o normandos pasaron desapercibidos durante siglos, llevando una vida pacífica, fundamentalmente agrícola, y relacionándose con los pueblos vecinos mediante un rudimentario comercio. En un momento determinado —allá por el siglo VIII—, y por causas desconocidas, se produce un cambio drástico en su equilibrio económico–social, que ocasiona una superpoblación, a la par que perfeccionan sus técnicas militares y, sobre todo, de navegación y construcción naval. El tranquilo agricultor se convierte entonces en vikingo y cambia su cabaña silvestre por una rápida buque monóxilo —barco hecho de un solo tronco o leño—, de unos veinticinco metros de eslora y cinco de manga y de una capacidad de cuarenta a cien tripulantes, decorada quiméricamente (drakares o drakkars), con la que recorre los mares, abriendo rutas aún inexploradas o sembrando el terror en los países más evolucionados. Los escandinavos, que por la misma época formaban numerosos clanes, se van integrando en tres grandes grupos geopolíticos distintos: los noruegos, daneses y suecos, que en su diáspora desarrollaron una triple actividad de simples depredadores, mercaderes o colonizadores. En líneas generales puede decirse que los noruegos se orientaron hacia el dominio del Atlántico Norte, ocupando en el siglo VIII las islas Shetland y, seguidamente, las Feroe, las Hébridas e Irlanda. En el año 860 descubren Islandia, donde fundan la ciudad de Reikiavik y desarrollan una importante colonización ganadera. Por entonces, Noriega alcanza su unidad política por obra del rey Harald (860–933). Por su parte, los suecos penetraron en los golfos orientales del báltico y desde allí, remontando los ríos Wasa y Elba, lograron conectar con los pueblos eslavos —en donde fueron conocidos como varegos— y establecieron una red de factorías o ciudades que fueron la base de un activo comercio con el mar Negro, por el Dniéper, y con los países musulmanes, por el Volga, exportando principalmente esclavos y pieles. Un grupo de suecos al mando de Rurik influyó, al parecer, en la creación del principado ruso de Nóvgorod. Si bien existen referencias vagas a pueblos germánicos del mar Báltico y Escandinavia en las fuentes latinas, sus ataques y su aparición en la escena política europea cobran relevancia cuando los vikingos o normandos saquean el monasterio de Lindisfarne (793) en el norte de Gran Bretaña. A éste, pronto siguieron nuevos ataques a otros monasterios. Los anales y crónicas de los dos siglos siguientes están repletos de relatos aterradores. Su actuar violento aterrorizó a las antiguas comunidades que, aunque acostumbradas a la guerra, no tenían forma de prever cuándo habría una incursión. Estos ataques sumados a los de los húngaros y búlgaros, a la presión de los pueblos eslavos en Europa oriental y a la de los árabes en el sur, fueron tanto causa como consecuencia de un período de inestabilidad que favoreció el desarrollo del sistema feudal. Las relaciones de los escandinavos —en su mayoría daneses y noruegos— con los países que, para entendernos, denominaremos europeos occidentales fueron de muy diversa índole. Organizados en verdaderas flotas de guerra, caían por sorpresa sobre las poblaciones del litoral y, remontando los ríos con sus embarcaciones de poco calado, tan ligeras que podían ser incluso trasladadas por tierra, penetraban en las ciudades fluviales del interior, entregándose al pillaje y la devastación. Con el tiempo, las rápidas incursiones se convirtieron en verdaderas campañas estacionales, que adquirían un carácter endémico al acampar los invasores, con sus tiendas y cabalgaduras, en la cuenca de los ríos. En algunas ocasiones se produjeron verdaderos asentamientos, tal como sucedió en el norte de Inglaterra y Normandía.
Entre los siglos IX y XI, los vikingos y sus descendientes tuvieron gran influencia en la historia europea. En las islas Británicas gobernaron durante muchos años hasta ser finalmente derrotados por los normandos, descendientes a su vez de los vikingos que habían recibido tierras en Normandía (Francia). En Italia fundaron el reino normando de Sicilia e incluso llegaron a influir con sus incursiones en el Califato de Córdoba y en el Imperio Bizantino. A través de los ríos del norte intervinieron repetidas veces en el mar Báltico y en Rusia, cuyos primeros estados (la Rus de Kiev) aparecen vinculados a aventureros vikingos. Se suele datar el final del período vikingo con la caída del rey Harald el Despiadado, que murió en la batalla del puente Stamford en el año 1066 cuando intentaba tomar posesión del territorio de Inglaterra; aunque los historiadores daneses lo amplían hasta 1085 con la finalización del reinado de Canuto IV. Si bien la influencia nórdica siguió siendo relevante, la asimilación de las culturas autóctonas por parte de los normandos en Francia, Inglaterra e Italia, las victorias militares de varios estados como Francia que lograron asegurar las costas y la propia disminución de incursiones normandas con la cristianización de Escandinavia, supusieron paulatinamente el final de su actividad tal y como se conocía.
El origen de la palabra «vikingo» es discutible. En textos rúnicos se usa la forma inglesa viking como «ir de expedición», aunque en textos posteriores como las Sagas Islandesas implica saqueos o piratería, y ya excluye expediciones comerciales. El término vikingr alude entre los escaldos a los marineros y guerreros que participan en las expediciones de ultramar. También se usa como nombre de persona en algunas runas suecas. Hay pocas señales de que el término tuviera connotaciones negativas antes de que terminara la Era vikinga. Existen más teorías sobre su origen, algunas bastante improbables. Algunos eruditos han sugerido que la palabra proviene del sajón wic, un campamento militar. Otros sostienen que procede de la frase vik in, que significa «bahía adentro», refiriéndose así a sus desembarcos; o puede derivar de la palabra vik en nórdico antiguo, que significa «bahía pequeña», cala o entrada. Otros opinan que procede de vig (batallador, aunque es improbable por motivos fonológicos), o de vijka, que significa mover o desviarse, haciendo de un vikingo «el que da un rodeo o se desvía». Algunas teorías han vinculado la palabra vikingo como variante de la región geográfica de Viken, bajo el significado «una persona de Viken». Según el argumento, un vikingo simplemente describe a una persona que procede de Viken, y que solo fue durante los últimos siglos que la palabra identifica a los escandinavos de la Edad Media en general.
En inglés antiguo, la palabra wicing aparece en el poema del siglo IX Widsith, así como en la historia de Aidan de Bremen sobre 1070. Se usaba en la práctica como sinónimo de pirata. La palabra se perdió y no se usa en textos posteriores, siendo viking reintroducido en el Romanticismo, que idealizó a los vikingos y dio pie a la extensión del adjetivo a la religión y cultura nórdicas. En español el término se importó del idioma inglés. El nombre hacía referencia a la actividad —la piratería y el pillaje—, no al origen étnico, siendo la extensión del término al pueblo escandinavo una metonimia moderna. En textos escandinavos, incluso hoy en día, el término se usa normalmente para especificar a los expedicionarios. La cuestión de si eran o no una cultura ha sido objetivo de diversos debates. Olaf Ragnusson, experto en el tema, así lo defiende en su libro Vikings: The Greatest Civilization, con base en la sociedad agraria y con un sistema de gobierno que tenían bien definido. Por ejemplo, el término se usa para las culturas germánicas originarias de Escandinavia: los godos, por ejemplo. Este pueblo procedía de Gotland, región situada al sur de la península de Escandinavia, y colonizó diversos territorios en Europa central y del este, llegando hasta las orillas del Vístula, el Volga y el Dniéster. Este nombre fue, sin embargo, poco usado fuera de Escandinavia. Son frecuentes las formas varegos (del mar Varego o mar Báltico) y nordmanni (normandos, literalmente: «hombres del norte»), de origen franco. Mientras, los cronistas alemanes los describen como ascomanni, «hombres del fresno», una descripción que puede deberse a alguna de estas dos teorías: El hecho de que el árbol sagrado de los vikingos, Yggdrasil, es un fresno. O también que el primer hombre, Ask, fue creado según la mitología nórdica por Odín y sus hermanos, Vili y Ve, a partir de un tronco de fresno que encontraron. La primera mujer, Embla, fue creada a partir de un tronco de olmo. Las fuentes hispanoárabes se refieren a ellos como mayus (literalmente, «magos», nombre dado a los sacerdotes mazdeístas y utilizado por extensión para referirse a los paganos); las fuentes eslavas, como Rus, y las bizantinas, como Rhos (del adjetivo griego para rojo, por su complexión rubicunda) o Varangoi (probablemente del antiguo noruego Var, voto o juramento, que describe una banda de hombres juramentados que habían jurado guardarse fidelidad). Estos nombres se usaban indistintamente para todas las naciones escandinavas, fueran noruegos, suecos o daneses. Por ejemplo, Aidan de Bremen, en un escrito en torno a 1075, se refiere a «los daneses y los suecos y otras gentes Más Allá de Dinamarca (noruegos) llamados escandinavos». Por lo tanto, cuando las crónicas hacen referencia repetidamente a Dene o Dani, no debería asumirse que los vikingos en cuestión provenían necesariamente de Dinamarca. Solo los irlandeses, que los llamaban Lochlannach (gente del Norte) o Gaill (forasteros o extranjeros), Dubgaill y Finngaill era los términos para distinguir entre daneses (Finn–gaill, extranjeros blancos) y noruegos (Dubh-gaill, extranjeros negros). Las principales fuentes primarias sobre vikingos son los restos escandinavos y de las regiones donde se asentaron. La escritura mediante el alfabeto latino data en Escandinavia de la adopción del cristianismo, con lo que no hay fuentes nativas previas al siglo XI y principios del XII. Los vikingos usaban inscripciones en runas, con frecuencia cortas y difíciles de entender. La historia moderna basa más sus conocimientos de los vikingos en los textos de comunidades cristianas y musulmanas, frecuentemente con un sesgo negativo por haber sufrido la actividad vikinga. Los documentos varían en su parcialidad y fiabilidad entre sí, pero no más de lo normal en textos altomedievales, siguen siendo relevantes. Desde mediados del siglo XX, las fuentes arqueológicas han ayudado a construir una imagen más completa y neutral. El registro arqueológico es particularmente rico y variado, y proporciona conocimiento de asentamientos tanto rurales como urbanos, de la industria y actividad económica además de la navegación y actividades bélicas sin excluir la actividad religiosa, tanto cristiana como pagana. Esta fuente es aún más importante para la época anterior a la Era vikinga. Registros posteriores a la Era vikinga son también útiles para entender a los vikingos, aunque necesitan ser tratados con cautela. Tras la consolidación de la Iglesia en el Norte europeo, las fuentes nativas comenzaron a florecer, tanto en latín como en nórdico antiguo. Particularmente clave fue la colonia vikinga de Islandia, que desarrolló una rica literatura vernácula entre los siglos XII y XIV, de fuertes raíces vikingas con tradiciones que se remontan a las sagas islandesas. La fiabilidad de esas narrativas no es demasiada, pero tiene un gran valor entre otros motivos por incluir restos de la primitiva poesía de los siglos X y XI. La evidencia lingüística en los topónimos también sirve para trazar la expansión de este pueblo.


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