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lunes, 16 de abril de 2018

El Libro de los Muertos en el antiguo Egipto


Los complejos ritos funerarios del antiguo Egipto están recogidos en el Libro de los Muertos, que es el principal representante de la literatura funeraria, muy importante y extensa en el País del Nilo. Otros ejemplos de esta literatura son el Libro de la Noche, el Libro de las Cavernas, etcétera. Pero sin duda, el Libro de los Muertos es el más importante de todos ellos. De él se hicieron numerosas copias, algunas de las cuales se han conservado hasta nuestros días. Se trata de un compendio de textos y fórmulas mágicas mediante las cuales los muertos pueden atravesar sin dificultades el camino que les lleva a la vida en el más allá. En él estaban descritos todos los ritos que debían seguirse cuando moría una persona. Muchas de las partes se conocían ya en el Imperio Antiguo, pero no estuvo completado hasta el Imperio Nuevo. Uno de los capítulos más importantes es aquel en el que se recogen los pecados que debe evitar el hombre para que la balanza no se desequilibre en el Juicio a los muertos. Tiene un carácter muy pragmático. Muchos fragmentos del Libro eran escritos en las vendas con las que se envolvían los cadáveres y en los sarcófagos para que el muerto tuviera más facilidades en su tránsito de ultratumba.

La momificación

Además del cuerpo (elemento material) había otro elemento espiritual; el ba, que se simboliza bajo el aspecto de un pájaro con cabeza humana y está representado en pinturas en el interior de las tumbas, a veces volando y a veces estático. El ba es el principio, el soplo vital del hombre, su energía. Abandona el cuerpo al morir, vuela al cielo hasta el doble del cuerpo del que se ha separado, el ka, el soporte vital. El ba no muere nunca, no se descompone y necesita para ser feliz en el más allá rodearse de todo lo que ha tenido en vida (representaciones de la vida mortal y objetos encontrados en las tumbas). Todo lo anterior nos lleva a la momificación. El desierto puede asegurar al hombre la momificación espontánea porque seca el cuerpo evitando su descomposición, pero según avanza el tiempo los cuerpos se empiezan a momificar para conseguir una mejor conservación y esta momificación lleva a una serie de ritos muy complejos. La momificación se convierte en todo un arte que se realiza en la Casa de la Muerte a las que son llevados los difuntos por sus deudos. Se necesitan una serie de bálsamos y ungüentos que a veces se encontraban en Egipto, pero otras veces no, por lo que eran muy costosos. Las técnicas se van perfeccionando con el paso del tiempo y según se va desarrollando el comercio y ya están plenamente conseguidas en los Imperios Medio y Nuevo.

El juicio a los muertos

En este juicio se pesan las obras de un hombre para saber si es digno de ir al reino de Anubis. El muerto tiene que declarar, siempre con un sentido negativo (no maté, no robé…), y su declaración será puesta por escrito, así como el resultado del peso del alma por Toth, el dios de la Sabiduría. El que lo fiscaliza todo es Anubis. Este juicio tiene una importancia muy grande ya que es algo inédito en las culturas de la Antigüedad y no volverá a darse nada parecido hasta el cristianismo, muchos siglos después, que usurpará mucha de la simbología que utilizaban los egipcios. El juicio a los muertos se representa siempre de la misma manera: está presidido por Osiris, que está sentado bajo un baldaquino y es asistido por Isis y Neftis. Los tres dioses están rodeados por 42 asesores, los dioses de los distintos nomos. En uno de los lados aparece el difunto conducido de la mano por Anubis, «el conductor de almas». Llegan al centro de la escena donde hay una balanza; en un platillo se encuentra el corazón del difunto y en el otro una pluma (símbolo de la diosa Maat). Si los platillos quedan en equilibrio, el difunto es exculpado y avanza hacia Osiris acompañado por Horus, alcanzando la inmortalidad. Si los platillos no quedan en equilibrio, el difunto debe ir hacia el Devorador (una criatura espantosa; híbrido de cocodrilo e hipopótamo).

La vida después de la muerte

Los antiguos egipcios creían firmemente en la vida de ultratumba, y se preparaban para ella siguiendo unas normas detalladas en el Libro de los Muertos y encargando su tumba los que podían permitírselo. Creían que después de la muerte el ka (doble en forma de espíritu) se dividía en ba (alma) y ka (espíritu). El ba vivía en la tumba del difunto y era libre de ir y venir a voluntad. El ka se dirigía directamente al inframundo. Luego seguía su juicio. Osiris, el gran dios del inframundo se encargaba de juzgar el espíritu del difunto. Anubis colocaba el corazón del difunto en un lado de su balanza y Maat, la diosa de la Verdad y la Justicia, ponía su pluma de la verdad en el otro lado. Si el corazón y la pluma pesaban lo mismo, el ka (espíritu) se iba al gran reino donde los buenos espíritus se mezclaban con los dioses en una vida de paz y armonía. Si no era así, el difunto sufriría una eternidad de castigo. Además los egipcios creían que todo difunto debía tener una casa en su otra vida, era por esto que construían elaboradas tumbas. El gran temor de los egipcios (además del juicio de sus almas) era que alguien saqueara su tumba y perturbara la paz de su espíritu. Si su tumba era saqueada o su cadáver destruido, el ba se quedaba sin hogar y tanto éste como el ka experimentaban una segunda muerte mucho peor. A veces se colocaban estatuas del difunto en las tumbas para que si el ba se quedaba sin hogar, permaneciera en la estatua y evitara la segunda muerte. Antiguamente solamente los faraones tenían derecho a acceder a la vida futura, pero al llegar el Imperio Nuevo todos los egipcios esperaban vivir en el más allá y se preparaban de acuerdo con sus posibilidades económicas, la tumba y su cuerpo; a los cadáveres se les extraían los órganos, que eran depositados en los vasos canopes, y después cubrían el cuerpo con resinas para preservarlo, envolviéndolo con lino. En la cámara funeraria se depositaban alimentos y pertenencias del fallecido, para su uso en la otra vida.

El historiador griego del siglo V a.C., en su Historia, Libro II, Euterpe, describe así el modo de embalsamamiento practicado por los egipcios:

«LXXXVI. Allí tienen oficiales especialmente destinados a ejercer el arte de embalsamar, los cuales, apenas es llevado a su casa algún cadáver, presentan desde luego a los conductores unas figuras de madera, modelos de su arte, las cuales con sus colores remedan al vivo un cadáver embalsamado. La más primorosa de estas figuras, dicen ellos mismos, es la de un sujeto cuyo nombre no me atrevo ni juzgo lícito publicar. Enseñan después otra figura inferior en mérito y menos costosa, y por fin otra tercera más barata y ordinaria, preguntando de qué modo y conforme a qué modelo desean se les adobe el muerto; y después de entrar en ajuste y cerrado el contrato, se retiran los conductores. Entonces, quedando a solas los artesanos en su oficina, ejecutan en esta forma el adobo de primera clase. Empiezan metiendo por las narices del difunto unos hierros encorvados, y después de sacarle con ellos los sesos, introducen allá sus drogas e ingredientes. Abiertos después los ijares con piedra de Etiopía aguda y cortante, sacan por ellos los intestinos, y purgado el vientre, lo lavan con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolo luego de finísima mirra, de casia, y de variedad de aromas, de los cuales exceptúan el incienso, y cosen últimamente la abertura. Después de estos preparativos adoban secretamente el cadáver con nitro durante setenta días, único plazo que se concede para guardarle oculto, luego se le faja, bien lavado, con ciertas vendas cortadas de una pieza de finísimo lino, untándole al mismo tiempo con aquella goma de que se sirven comúnmente los egipcios en vez de cola. Vuelven entonces los parientes a por el muerto, toman su momia, y la encierran en un nicho o caja de madera, cuya parte exterior tiene la forma y apariencia de un cuerpo humano, y así guardada la depositan en un aposentillo, colocándola en pie y arrimada a la pared. He aquí el modo más exquisito de embalsamar los muertos.

»LXXXVII. Otra es la forma con que preparan el cadáver los que, contentos con la medianía, no gustan de tanto lujo y primor en este punto. Sin abrirle las entrañas ni extraerle los intestinos, por medio de unos clisteres llenos de aceite de cedro, se lo introducen por el orificio, hasta llenar el vientre con este licor, cuidando que no se derrame después y que no vuelva a salir. Adóbanle durante los días acostumbrados, y en el último sacan del vientre el aceite antes introducido, cuya fuerza es tanta, que arrastra consigo en su salida tripas, intestinos y entrañas ya líquidas y derretidas. Consumida al mismo tiempo la carne por el nitro de afuera, solo resta del cadáver la piel y los huesos; y sin cuidarse de más, se restituye la momia a los parientes.

»LXXXVIII. El tercer método de adobo, de que suelen echar mano los que tienen menos recursos, se deduce a limpiar las tripas del muerto a fuerza de lavativas, y adobar el cadáver durante los setenta días prefijados, restituyéndole después al que lo trajo para que lo vuelva a su casa.

»LXXXIX. En cuanto a las matronas de los nobles del país y a las mujeres bien parecidas, se toma la precaución de no entregarlas luego de muertas para embalsamar, sino que se difiere hasta el tercero o cuarto día después de su fallecimiento. El motivo de esta dilación no es otro que el de impedir que los embalsamadores abusen criminalmente de la belleza de las difuntas, como se experimentó, a lo que dicen, en uno de esos inhumanos, que se llegó a una de las recién muertas, según se supo por la delación de un compañero de oficio».

Evolución de las creencias de ultratumba

Los faraones de las primeras dinastías fueron considerados inmortales y eran los únicos seres humanos que podían seguir viviendo en el más allá. Posteriormente, los nobles y los altos jerarcas se consideraron también merecedores de disfrutar de la vida eterna, adoptando rituales similares de momificación y enterramiento, extendiéndose esta facultad a la mayoría de la población con el paso de los siglos, al evolucionar los sistemas de creencias religiosas. En la Biblia se menciona que tanto el patriarca Jacob como su hijo el visir José fueron embalsamados tras sus respectivos fallecimientos (Génesis 50: 2, 3, 26) aunque los hebreos no llevaban a cabo la práctica funeraria del embalsamamiento. En el antiguo Egipto también fueron embalsamadas otras criaturas que se consideraban encarnaciones vivientes de los dioses o sus manifestaciones. Se han hallado momificados toros, ibis, cocodrilos, gatos, babuinos, serpientes, percas del Nilo, etcétera. Éstos disponían, en algunas poblaciones, de necrópolis o complejos funerarios específicos, como el Serapeum de Saqqara.

Logros tecnológicos

Los logros del antiguo Egipto están bien documentados, así como su civilización que alcanzó un nivel muy alto de sofisticación. El arte y la ingeniería estaban presentes en las construcciones para determinar exactamente la posición de cada punto y las distancias entre ellos (topografía). El mortero fue inventado por los egipcios. Estos conocimientos fueron utilizados para orientar exactamente las bases de las pirámides, así como para otras obras: los canales para riego construidos para el aprovechamiento del lago de El Fayum, que convirtieron la zona en el principal productor de grano del mundo antiguo. Hay evidencias de que faraones de la XII dinastía usaron el lago natural de El Fayum como depósito para regular y almacenar el exceso de agua, y para su uso durante las estaciones secas.
A partir de la I dinastía, los egipcios explotaron las minas de turquesas de la península del Sinaí. La evidencia más temprana (hacia 2600 a.C.) del empirismo tradicional se acredita en Egipto, según lo evidenciado por los Papiros de Edwin Smith y de Ebers, así como el sistema decimal y las fórmulas matemáticas complejas, usadas en el Papiro de Moscú y el de Ahmes. Los orígenes del método científico también se remontan a los egipcios. Conocían el número áureo, reflejado en numerosas construcciones, aunque también puede ser la consecuencia de un sentido intuitivo de la proporción y la armonía.
La fabricación del vidrio se desarrolló extraordinariamente, como evidencian los numerosos objetos de uso cotidiano y de adorno descubiertos en las tumbas. Recientemente se han descubierto los restos de una fábrica de cristal. Sobre el 3500 a.C. los egipcios inventaron la navegación a vela, primera aplicación de una energía eólica a la locomoción.

Máscara funeraria del Imperio Antiguo

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