El 19 de mayo de 1962 tuvo lugar en Nueva York la gala por el 45 cumpleaños del presidente John F. Kennedy, en la que Marilyn Monroe le cantó el inolvidable Happy birthday mister President! (¡Cumpleaños feliz!), que se haría tan célebre. Se sospecha que en esos momentos la actriz podía estar esperando un hijo de uno de los hermanos Kennedy, de John o de Robert, ya que mantenía relaciones sexuales con ambos. El 4 de agosto de 1962 a las 21:00 horas exactamente, según su costumbre, Marilyn Monroe dio las buenas noches a su doncella, Eunice Murray, y se retiró a descansar. A las 22:30 horas una ambulancia aparcó cerca de la residencia de la Monroe, que a esa hora aún seguía con vida; no se explica por tanto, qué hacía allí esa ambulancia, unas 5 horas antes de la muerte de la actriz. Tras el Cumpleaños Feliz del 19 de mayo se filtró convenientemente a la prensa la decisión del político de abandonar a la actriz, aunque con la condición de que la relación extramatrimonial del presidente no fuese divulgada. Inmediatamente después de la misteriosa muerte de Marilyn se hizo creer a la opinión pública que la causa fue el suicidio como consecuencia de haber consumido una sobredosis de barbitúricos, sumida en una gran depresión tras la ruptura de su relación con John Kennedy. Lo cual resulta chocante si tenemos en cuenta que apenas unas horas antes de su supuesto suicidio había concedido una entrevista a la revista Life declarando sentirse muy contenta lo que no parece corresponderse con el estado de ánimo depresivo que cabría esperar de una presunta suicida.
El hecho fue que el clan Kennedy no encajó bien que los líos de faldas de sus hijos John y Robert pudiesen ensombrecer sus respectivas carreras políticas. Además, la actriz estaba siendo investigada por Edgar Hoover, jefe del FBI, quien sospechaba que Marilyn sostenía peligrosas relaciones con agentes comunistas desde la época de su matrimonio con el dramaturgo Arthur Miller. En opinión de Hoover la actriz aprovechaba su relación con el presidente para sonsacarle información que comprometía la seguridad del Estado. El exesposo de Marilyn Monroe, Arthur Miller, también fue acusado por Hoover de pertenecer al Partido Comunista.
Marilyn fue encontrada sin vida en su casa por su asistenta personal, tendida sobre la cama, desnuda y boca abajo, con el teléfono descolgado (jamás se supo a quién trató de llamar), la noche del 4 al 5 de agosto de 1962, exactamente a las tres y media de la madrugada. Sólo contaba 36 años. De la ambulancia, que llevaba unas 5 horas estacionada frente a su domicilio, salieron unos misteriosos enfermeros que entraron en la vivienda de la actriz escoltados por personajes del servicio secreto y fueron los primeros en entrar al apartamento, incluso antes que la policía local. Una empleada del complejo residencial creyó reconocer a Robert Kennedy entre los intrusos que acompañaban a los supuestos enfermeros de la ambulancia. El informe policial calificó el suceso como probable suicidio, si bien se han barajado otras posibilidades, incluida la del asesinato. Un testigo [el detective privado al que Jimmy Hoffa tenía encargada la vigilancia de la residencia de Marilyn] afirmó que, mientras era retirado el cuerpo, uno de los presuntos enfermeros clavó una inyección entre los pechos de la actriz, lo que sugiere que tal vez Marilyn aún se encontrase con vida en el momento de ser trasladada a la ambulancia por los supuestos sanitarios, y que el propósito de esa inyección no habría sido otro que el de rematarla. Desde entonces, muchas conjeturas de asesinato han señalado a la familia Kennedy y al siniestro Edgar Hoover como inductores del mismo. La autopsia jamás reveló el menor rastro de barbitúricos en el estómago de la actriz, y sus órganos vitales, que fueron extraídos para practicarles un análisis forense concienzudo, desaparecieron misteriosamente. Tres días después, Joe DiMaggio, su segundo marido, celebró el funeral en privado. Lee Strasberg pronunció las siguientes palabras de despedida: «No puedo decir adiós a Marilyn, nunca le gustó decir adiós. Pero, adoptando su particular manera de cambiar las cosas para así poder enfrentarse a la realidad, diré “¡hasta la vista!” porque todos visitaremos algún día el lugar hacia donde ella ha partido». Sus restos se encuentran en el Cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles, California.
Curiosamente, parte de los restos mortales de John F. Kennedy, que moriría asesinado un año después, también desaparecieron misteriosamente. ¿Justicia poética? El capo Sam Giancana siempre creyó que los Kennedy estuvieron implicados en la muerte de Marilyn, especialmente Bob, que el 4 de agosto de 1962 se encontraba en Los Ángeles realizando un extraño viaje privado fuera de agenda.
Declaración de FHW a Jack Hoffmann: «He resumido, y a veces omitido, palabras íntimas y personales, referidas a temas que no vienen al caso, la transcripción del texto al español no ha sido fácil, pero el contenido que expongo es el testimonio de un hombre que durante cinco días, estuvo unido profesionalmente a Jack Clemmons y su testimonio es de un gran valor documental».
Primero: Jack [Hoffmann], no te puedes imaginar cómo he vivido estos cuarenta y tres años. Ha sido cruel y muchas noches no puedo dormir pensando y recordando. Mis hijos siempre que se editan libros o artículos sobre Marilyn me los envían desde donde estén, es un personaje que está a mi lado desde hace tiempo, como también el odio y desprecio hacia periódicos, instituciones y escritores que se han llenado los bolsillos escribiendo como realidades, lo que son mentiras, o hipótesis descabelladas. Sólo esto que voy a contarte es la pura verdad, confío plenamente en tu amistad, que harás buen uso de todo ello, como también sé que lo incluirás en tu trabajo cuando lo creas conveniente. Te autorizo.
Segundo: Recuerdo cuando llegamos a Fifth Helena Drive claramente como si fuese hoy, no había nadie, Clemmons era el jefe en funciones de la Comisaría en el West de Los Ángeles, a él habían llamado, le correspondía por distrito y yo le acompañaba. Cuando íbamos en el coche nos sentimos intranquilos... Ten en cuenta que no se trataba de un personaje común, lo que sí recuerdo y nos sorprendió por la hora, fue el ruido que producía un helicóptero que estaba sobrevolando la zona. No le dimos importancia entonces, ahora todos sabemos quiénes eran.
Tercero: Cuando Jack [Clemmons] iba abriendo y empujando una a una todas aquellas puertas de madera y entramos en el dormitorio, notamos un intenso olor a cera quemada, como si alguien se hubiese estando depilando, o algo parecido. Tal vez fueron alucinaciones, no lo sé, sólo puedo decirte que aquella cama, bueno, aquel colchón, contenía a una mujer boca abajo, medio desnuda, apenas cubierta con una sábana, sosteniendo un teléfono y justo al lado, discos esparcidos de Sinatra, una mesa pequeña con muchísimos medicamentos, demasiado bien colocados, este detalle siempre lo comentamos. Era, aun muerta, una mujer muy hermosa. Tenía un cuerpo bien moldeado, era más bella que en la pantalla. Un cuerpo hermoso a pesar de los muchos moratones que presentaba. Aunque este detalle fue omitido en los informes oficiales. Pero te juro, Jack, que estaba cubierta de golpes y magulladuras, no llegamos a averiguar los motivos, pero tuvieron que forzarla, de eso estoy completamente seguro, como también lo estoy de las primeras fotos que le hicieron en la morgue al cadáver, después la maquillaron para ocultar los golpes y volvieron a tomarle fotos. No son esas dos o tres que circulan por el mundo, fueron muchas más, pero obviamente presentaban signos anormales. Desaparecieron todas. Luego Clemmons quiso recuperar el material por su cuenta, pero le prohibieron cualquier acción en tal sentido. En esas viejas fotos tomadas en el depósito está la clave de su asesinato.
Cuarto: No puedo saber quién dio las órdenes, pero lo que sí puedo decirte es que en aquella habitación había muchos nervios por parte de la señora Murray y su yerno. Todo estaba bien colocado y demasiado limpio hasta la sábana que cubría su cuerpo olía a recién lavada. Estos datos todavía los conservo en los apuntes que Jack Clemmons me entregó antes de morir. Estaba claro que habían tardado casi nueve horas en avisarnos, dijeron que los Estudios tuvieron que dar permiso... ¿Desde cuándo unos estudios cinematográficos tienen que autorizar a la Policía para investigar el asesinato de una de sus estrellas? Jack [Hoffmann], en esas nueve horas antes de nuestra llegada, se hicieron muchas cosas en la pequeña habitación de su dormitorio. Era evidente que habían preparado el escenario. Durante toda la mañana, desde que nos presentamos en su apartamento, estuvimos recogiendo huellas y recopilando pruebas. Al día siguiente, todo el material de la investigación había desaparecido, y el cadáver había sido manipulado en el depósito, además, nos denegaron la autorización para volver a examinarlo. Jack Clemmons insistió vehementemente, pero todo fue en vano: las órdenes venían de arriba. Todo el mundo parecía estar pendiente de nosotros, como si fuésemos los sospechosos. Algunos meses después, Jack Clemmons reconoció que había sido presionado por el jefe William Parker y por James Hamilton, de la CIA, para que dejase el caso. Él se negó y participó en la posterior investigación dirigida por F.A. Capell, al que cedió sus notas de la investigación. No sacaron nada en limpio. Clemmons declaró a Jack Hoffmann varios años después: «Desde aquel día de agosto de 1962, siempre que inhalo el ocre olor de la cera me acuerdo de ella, tumbada boca abajo sobre su cama. Nunca supe el porqué de aquel olor, pero tiene que haber una explicación. Estoy convencido de ello».
Quinto: Habían limpiado el suelo, brillaba demasiado, como si acabasen de fregarlo, y pude ver las manos de la señora Murray enrojecidas, como si hubiese estado frotando. No es normal que las tuviera así, tenía que haber estado limpiando, no lo sé, pero todo en aquella mujer era extraño, una especie de siniestra ama de llaves victoriana. Greenson llevaba la voz cantante, él era quien cerraba luego las puertas, sentí lástima por Jack Clemmons, era mi jefe inmediato y no podía contrariarle, pero le noté triste. Vimos el famoso diario rojo, diario que sí existió y en esto quiero hacer hincapié, Jack, porque yo lo vi claramente. Eunice fue a buscarlo al bungaló de los huéspedes, lo sacó de una cajita y se lo entregó a un oficial del juzgado, al menos se identificó como tal. Luego desapareció y nunca más se supo de él. Pero no es difícil adivinar en poder de qué familia está ahora. Aunque he oído decir, y no sé si eso me consuela, que se encuentra en una colección privada en España.
Sexto: Su ex marido, Joe DiMaggio era un hombre de gran carácter, y fue muy triste verle llorar delante del cadáver de Marilyn. Recuerdo su rostro, era una mezcla de odio, tristeza, impotencia y rabia contenida. Tuvimos que impedir que siguiera dando golpes contra las ventanas, tirando cosas al suelo y gritando. No le volví a ver más, hasta quince o dieciséis años después, pero sé que guardó libros, apuntes, los discos de Sinatra y una carta que ella no llegó a concluir. Creo que antes de morir, DiMaggio dejó un diario en el que lo cuenta todo; absolutamente todo lo que sabía y créeme, Jack, era mucho, lo malo es que no se puede hacer público hasta que hayan pasado 50 años de su fallecimiento, y como sabes, DiMaggio murió en 1999. Aquel hombre no era precisamente un ser pasivo, sé que algo ha tenido que dejar, deberías buscar como sea a su hijo.
Séptimo: Sabemos todos por qué Jack Clemmons fue retirado del caso, se ha dicho que a la media hora de ser designado, debido a su incompetencia, y eso es totalmente falso. A nadie le pueden expulsar de una investigación en cuestión de minutos, sin más. Alguien tuvo que dar esa orden, y si le retiraron no fue precisamente por ser incompetente, más bien todo lo contrario. Pero quiero que sepas que tanto él como yo, a lo largo de todos estos años, no hemos dejado que se extinguiesen nuestros recuerdos, hemos seguido actualizando nuestras notas, añadiendo nuevos detalles que iban acudiendo a nuestra memoria. Repasando todo cuanto vimos y oímos aquella fatídica mañana. No ha sido una tarea grata, debo reconocerlo, pero lo he hecho por ti, por ella, por la verdad… Tal vez por todos nosotros. Sé cuánto has luchado a lo largo de todos estos años por sacar a flote la verdad, por mí familia y sobre todo, en memoria de mi amigo Jack Clemmons, un hombre honrado, uno de esos profesionales íntegros que aún dan sentido al oficio de policía. Pero además de todo esto, fue un valiente, porque había que serlo para atreverse a decir lo que él dijo entonces: «…Marilyn no podía haberse suicidado por su propia mano. La ayudaron a hacerlo». En definitiva, lo mismo que gritaba DiMaggio mientras destrozaba los muebles de su apartamento: «¡La han asesinado!»
Octavo: Tengo el diario de Jack Clemmons, su familia me lo confió. En él anotó cuanto vimos aquellos cinco días, las palabras de Eunice, las de su yerno, las de los vecinos y otras personas que prefirieron mantenerse en el anonimato porque tenían miedo; barruntaban que algo siniestro se ocultaba detrás de la muerte prematura de la actriz y que jamás creyeron la versión oficial del suicidio. Cosas tan terribles que cuesta imaginarlas, y mucho menos creer que puedan ser ciertas. Comprobamos que antes de nuestra llegada, el ama de llaves había hecho dos coladas distintas en las dos lavadoras del apartamento, la señora Murray dijo que lo había hecho siguiendo instrucciones de su jefe, el señor Greenson. Marilyn no era ninguna estúpida, como se nos ha hecho creer, pero sentía un miedo atroz ante ese hombre [Greenson] que ejercía un poder diabólico sobre ella. Jack Clemmons tenía las pruebas de todo, y ahora las tengo yo. Sé que tendrás los ojos como platos mientras lees esto, pero sólo te voy a pedir un favor: Publícalo. Escribe como sólo tú sabes hacerlo y lanza al mundo cuanto te digo. En tus manos tienes algo grande Jack, no lo tires a la basura, por favor.
Noveno: Jack y yo hemos hablado cientos de veces sobre aquel caso, sobre la vida que llevó Marilyn y por supuesto, sobre sus relaciones equivocadas con los políticos. Siempre hemos llegado a la misma conclusión: tuvo mala suerte. En los cuatro días que siguieron hasta que nos apartaron del caso, pudimos constatar que la habían asesinado brutalmente. ¿Quién? Yo lo sé, y tal vez tú ya lo hayas averiguado. De momento te diré quién no fue: no lo hizo la mafia, ni el crimen organizado, ni Sam Giancana, como se pretendió durante algún tiempo. Sam quería a Marilyn, todos los hombres que la conocieron la querían, mantuvo excelentes relaciones con sus exmaridos. Sólo dos de sus amantes se portaron mal con ella. Los hermanos Kennedy jamás trataron bien a sus chicas. Señalarles como culpables, aún hoy, casi medio siglo después, sigue siendo arriesgado, aún conservan poder. Mucho poder. Por lo que Jack y yo pudimos ver en el apartamento de Marilyn, debió ser la señora Murray quien le administró el edema mortal, un mortífero cóctel de barbitúricos que provocó la muerte a Marilyn Monroe. Así de sencillo y macabro al mismo tiempo, un diabólico asesinato escrupulosamente planeado. Las recetas del psiquiatra, el paseo por la playa de Marilyn, llevaba hasta allí por Eunice en su coche, las declaraciones del yerno de Eunice, todas reales, claras y contundentes. Aquella mujer [Marilyn] sabía muchas cosas de una poderosa familia de Estados Unidos y lo que era aún peor, lo tenía todo anotado en un diario que yo vi entregar al oficial judicial esa misma noche, de madrugada. ¿Quién ordenó asesinarla? Está claro que los hermanos Kennedy temían que hablara, el cumpleaños feliz no fue una buena idea: se parecía demasiado a una advertencia. Como si ella quisiese dar a entender que estaba dispuesta a hacer pública su relación con Jack y su hermano Bob, el bilioso Fiscal General que después de su nombramiento se dedicó a hacerles la vida imposible a los mismos que les habían ayudado a ganar: Sam Giancana, Jimmy Hoffa, Meyer Lansky, Santos Trafficante, Carlos Marcello, Johnny Rosselli… Todos los que se relacionaron con el clan Kennedy… ¡desaparecieron! Algunos eran viejos amigos del patriarca de la familia, Joseph, que hizo su fortuna durante la Prohibición. ¿Por qué no investigó Robert Kennedy, flamante Fiscal General de los Estados Unidos, a su propio padre y el origen de su fabulosa fortuna? Al final los Kennedy dieron con la horma de su zapato: LBJ y los tejanos. Lo más triste del asunto es que muchos consideran santos a los Kennedy y sostienen que Marilyn se suicidó. Nada más lejos de la verdad. También dicen que Mary Jo Kopechne sufrió un accidente. Esto es lo que dice la web oficial de los Kennedy. He preferido no traducirlo del original en inglés:
«On 17th July, 1969, Mary Jo Kopechne joined several other women who had worked for the Kennedy family at the Edgartown Regatta. She stayed at the Katama Shores Motor Inn on the southern tip of Martha's Vineyard. The following day the women travelled across to Chappaquiddick Island. They were joined by Edward Kennedy and that night they held a party at Lawrence Cottage. At the party was Kennedy, Kopechne, Susan Tannenbaum, Maryellen Lyons, Ann Lyons, Rosemary Keough, Esther Newburgh, Joe Gargan, Paul Markham, Charles Tretter, Raymond La Rosa and John Crimmins…
»…Mary Jo Kopechne and Kennedy left the party at 11.15pm. Kennedy had offered to take Kopechne back to her hotel. He later explained what happened: "I was unfamiliar with the road and turned onto Dyke Road instead of bearing left on Main Street. After proceeding for approximately a half mile on Dyke Road I descended a hill and came upon a narrow bridge. The car went off the side of the bridge.... The car turned over and sank into the water and landed with the roof resting on the bottom. I attempted to open the door and window of the car but have no recollection of how I got out of the car. I came to the surface and then repeatedly dove down to the car in an attempt to see if the passenger was still in the car. I was unsuccessful in the attempt…»
Informe Forense Oficial del Dr. Noguchi:
«Aclarando que lo normal era encontrar restos de pastillas en el estómago: fragmentos de gelatina de las cápsulas. Dice que las cápsulas dejan un rastro de tinte y que las víctimas generalmente vomitan antes de expirar. Cosa que no ocurrió en el caso de Marilyn. En palabras claras y rotundas; sospechaba que le habían suministrado los barbitúricos por vía rectal: una dosis 15 veces superior a la que puede resistir cualquier ser humano. La mucosa esofágica presenta pliegues. El estómago está prácticamente vacío. No se observan residuos de píldoras. No hay rastros de cristales en la muestra del contenido gástrico. También se examina el contenido duodenal con microscopio de polarización y no se advierten cristales».
T. Noguchi y el jefe Médico del Deputy Medical Examiner.
El Dr. Jack Miner dijo lo siguiente en 1962:
«La mancha anormal del colon debe ser explicada. Noguchi y yo estábamos convencidos de que un enema fue, decididamente la vía de administración de la droga mortal. Nunca he visto nada como eso en una autopsia. Algo inconcebible ocurrió en el colon de esa mujer. Y en cuanto al suicidio… ¡sencillamente no me imagino a un paciente administrándose una dosis fatal de barbitúricos, o incluso una dosis sedante, tomándose el trabajo de preparar y suministrarse la solución por vía rectal! No se sabe cuál será la dosis fatal necesaria, y no se tienen garantías de que vaya a quedar absorbida antes de ser expelida. Verá: si uno va a suicidarse con barbitúricos, lo hace con pastillas y un vaso de agua».
El mismo doctor, treinta años después:
«¿Quién aplicó la lavativa de hidrato de cloral? La única persona que pudo hacerlo fue Eunice Murray, y fue en efecto su último acto como empleada de Marilyn y obediente perro faldero de Ralph Greenson.
»Siempre pensé que la clave era la señora Murray, pero trabajaba a las órdenes de Greenson, el hombre al que había considerado durante quince años su protector y jefe. Eunice hizo sólo lo que le ordenaron hacer... ¿Quiénes? Lógicamente quien o quienes estaban allí en ese momento. O recibió las órdenes por teléfono, lo cual también es factible. Ella siempre seguía las órdenes al pie de la letra, no tenía una preparación formal como enfermera, era una esclava...
»Yo, como médico, podría decir muchas cosas de Ralph Greenson en el campo profesional, pero lo único que diré es que Ralph Greenson fue después de la muerte de Norma Jean [Marilyn] el psiquiatra más importante de toda la nación y sobre todo de los Estudios Twentieth Century Fox».
Los datos del complot...
Según Norman Jefferies, uno de los asistentes de Marilyn Monroe, la actriz guardaba celosamente bajo llave un diario rojo en el bungaló de los huéspedes. Lo que ya es curioso, pues parece más lógico que lo hubiese guardado en su propio dormitorio, o en cualquier otra parte de la casa, a salvo de las miradas indiscretas de sus posibles huéspedes o invitados. En cualquier caso, ese archivo donde ella guardaba su diario fue forzado la misma noche que la actriz murió, pero Jefferies vio al día siguiente como Eunice Murray, se lo entregaba al empleado del juzgado. Lo que nos permite suponer que la persona que forzó el archivo donde Marilyn guardaba su diario fue su ama de llaves, Eunice Murray. El diario fue a parar a la caja fuerte del juzgado, donde un oficial lo guardó. Al día siguiente el diario había desaparecido. Sólo tres personas tenían la llave del depósito de pruebas donde se suponía que estaba el diario en custodia: Phil Schwartzberger (auxiliar administrativo), Richard Rathman (encargado de la administración), y el juez que se hizo cargo de la instrucción del caso, Theodore Curphey. Este juez, carecía de experiencia en el campo de la investigación criminal, pero el 6 de agosto de 1962 declaró en una rueda de prensa convocada por él mismo que interrogaría en persona a los médicos y psiquiatras que habían atendido a Marilyn en los últimos meses. Una declaración redundante e innecesaria puesto que como juez instructor era su deber realizar ésos y todos los interrogatorios que fuesen necesarios si estaban relacionados con el caso. Pero ése sólo fue el primer paso de una instrucción sumamente irregular: el juez Curphey encargó la autopsia a Thomas Noguchi, quien entonces sólo era patólogo ayudante, no el titular del departamento de patología forense. Varios años después cuando ya se le conocía como el forense de las estrellas Noguchi dijo: «Lo normal era que la autopsia la hubiese practicado un médico forense más experimentado, pero, no obstante, el juez Theodore Curphey me asignó el trabajo a mí, debido a mi inexperiencia». Y añadió: «Supongo que ya no podrán electrocutarme, recluido como estoy en una silla de ruedas».
Norman Jefferies, empleado de Marilyn Monroe, y uno de los testigos clave en la investigación de su muerte, ya fuese por suicidio o asesinato, declaró reiteradamente que «nunca salió de la inmediaciones de la residencia de la actriz aquel trágico día». Jefferies aseguró que se quedó todo el tiempo con su suegra, el ama de llaves Eunice Murray, esto abarca la noche del sábado 4, y la madrugada del domingo 5 cuando murió la actriz. Jefferies se marchó el domingo 5 alrededor de las siete y media de la mañana. Luego estuvo presente o al menos en la casa cuando murió Marilyn, en algún momento de la madrugada del sábado 4 al domingo 5 de agosto de 1962. ¿Cómo es que la Policía le dejó marchar sin más a las siete y media del domingo? ¿No tenían más preguntas que hacerle? Sabemos, según la versión oficial, que Marilyn fue encontrada sin vida por su ama de llaves Eunice Murray, tendida sobre la cama desnuda y boca abajo, hacia las 3 y media de la madrugada del domingo 5 de agosto de 1962. De la ambulancia que llevaba estacionada cinco horas delante de su apartamento salieron unos misteriosos enfermeros que entraron inmediatamente en la casa, antes de que llegase la Policía, y que una asistenta de otro apartamento dijo que le pareció que las personas que entraban con los enfermeros parecían personas del Gobierno y que entre ellos creyó reconocer a Robert Kennedy. Sabemos que otro testigo presencial declaró que mientras era retirado el cuerpo, uno de los supuestos enfermeros clavó una inyección entre los pechos de la actriz ya fallecida. La autopsia jamás reveló el menor rastro de barbitúricos en el estómago de la actriz, y sus órganos vitales, que fueron extraídos para un análisis más completo, desaparecieron de forma incomprensible. Es posible, ya lo hemos apuntado, que Marilyn aún no estuviese muerta cuando se la llevaron los sanitarios, que la habrían rematado con una inyección letal mientras la retiraban en camilla. Si aún no estaba muerta, eso explicaría el detalle del teléfono descolgado: tal vez Marilyn intentó pedir ayuda. Jamás se supo a quien intentó llamar y, por las contusiones de su rostro, es seguro que la golpearon con saña, tal vez con el pesado auricular. Ahora bien, ese testigo presencial que vio cómo se llevaban el cuerpo tuvo que ser, por necesidad, Norman Jefferies, el empleado de la actriz y yerno de su ama de llaves, Eunice Murray que descubrió el cuerpo. No cabe imaginar que entrasen vecinos u otras personas en la casa. Norman Jefferies declaró lo siguiente: «Yo estaba allí con Eunice cuando murió Marilyn, cuando estalló el escándalo. Estaba allí cuando llegaron Robert Kennedy, Peter Lawford y los demás el sábado por la tarde. Estaba allí cuando llegó la ambulancia… Estaba allí cuando llegó el doctor Greenson... y también cuando Marilyn murió en el bungaló de los huéspedes. Estaba allí cuando el cuerpo de Marilyn fue trasladado a su dormitorio...» El abogado Jack Miner amigo de Ralph Greenson [psiquiatra particular de Marilyn], se entrevistó con éste el 12 de agosto con la promesa de no revelar el contenido de la misma. Después de la conversación que mantuvieron Miner y Greenson y de la audición de una cinta magnetofónica que Greenson tenía en su poder, Miner llegó a la conclusión de que la actriz no se había suicidado, en contra de lo que pensó inicialmente. Es más, el propio Greenson también cambió su primera opinión y sostuvo ante Miner la siguiente hipótesis: «Si el juez Curphey hubiese hecho su trabajo satisfactoriamente, las declaraciones de ciertos testigos hubieran arrojado más luz sobre el caso. Pero no lo hizo. Actuó negligentemente. De este modo, la teoría de que Robert Kennedy no estuvo en Los Ángeles ese fatídico sábado 4 de agosto se hubiera desvanecido como humo, pues hay numerosas pruebas y declaraciones que afirman lo contrario». Es decir, que Robert Kennedy sí estuvo en Los Ángeles el sábado 4 de agosto de 1962, la víspera del suicidio inducido de Marilyn Monroe.
Donald H. Wolfe escribió lo siguiente: «¿Intentaban matar a Marilyn Monroe? ¿O sólo someterla con un pinchazo, es decir, suministrarle una dosis mayor a la que estaba acostumbrada, para poder abrir por la fuerza su archivo, tomar notas, cartas y documentos legales, o apoderarse de su diario rojo? Los indicios señalan homicidio premeditado: le inyectaron una cantidad de barbitúricos suficiente para matar a 15 personas».
Robert Slatzer y Milo Speriglio publicaron un artículo en la revista Oui titulado Who killed Marilyn Monroe? en octubre de 1975, sacando a la luz la existencia del diario rojo, en el que Marilyn anotaba cuidadosamente confidencias que el Fiscal General, Robert Kennedy le confiaba. En este diario había consignados secretos que ella amenazaba con revelar cuando el presidente John Kennedy le dio a entender que la abandonaba, poco después de haberle dedicado ella el cumpleaños feliz en abril de ese mismo año 1962. El mismo manuscrito hacía referencia a unas grabaciones en poder de la Policía, en las que además de a Marilyn, se oye una voz áspera masculina increpándola: «¿Dónde está el maldito diario?»
El sargento Jack Clemmons encontró el cuerpo de Marilyn boca abajo, cubierto por una sábana. Eunice Murray le dijo que se había descubierto el cadáver a medianoche. Cuando preguntó por qué se había tardado tanto en llamar a la Policía, el Dr. Ralph Greenson le dijo que los Estudios debían dar su permiso antes de notificarlo a las agencias. Cinco días después, a Clemmons le sustituyó en el caso un oficial de Policía de mayor graduación. Jack Clemmons sostuvo durante años que hubo algo sórdido en la muerte de Marilyn que involucraba directamente a Robert Kennedy, y que en su opinión, Norma Jeane murió ocho horas antes de que le llamaran. Afirmó siempre que fue asesinada y pidió repetidas veces una nueva investigación.
En marzo de 1998 el National Enquirer insinuó que la CIA había contratado al jefe mafioso Sam Giancana para amenazar a Marilyn. Eso es totalmente falso. Sam Giancana apreciaba a Marilyn, fue su mentor en sus inicios, por el contrario, tanto él como Jimmy Hoffa despreciaban, por no decir que aborrecían, al clan Kennedy. No eran los únicos. Entre otros muchos que compartían estos sentimientos de odio hacia los Kennedy, estaban Lyndon Johnson y Richard Nixon, ambos futuros presidentes de los Estados Unidos. Estaba también Edgar Hoover, jefe del FBI, los empresarios de la industria petrolera del Sur, especialmente los de los Estados de Texas y Oklahoma. La lista es muy larga… El propio Aristóteles Onassis, futuro esposo de la viuda de Kennedy, le despreciaba profundamente.
Tanto Lyndon Johnson como Richard Nixon, sabían que los Kennedy habían planeado poco menos que secuestrar el país a base de buenas palabras y eslóganes edulcorados: John confiaba ganar su reelección en 1964, con lo que su mandato se hubiese prolongado de 1961 y 1969. Estaba previsto que le sucediese su hermanito Robert, que previsiblemente habría revalidado su mandato en 1972 hasta 1976 y… como no hay dos sin tres… Ted Kennedy, el benjamín, que con el inefable apoyo de sus hermanos mayores habría podido gobernar entre 1976 y 1984. ¡Un cuarto de siglo de gobiernos Kennedy! Algunos debieron pensar que era demasiado tiempo y demasiado poder en el seno de una misma familia.
La mafia, tradicionalmente, se ha regido por un estricto código de honor, y los Kennedy no cumplieron con su parte del trato. Además de los hermanos John y Robert, papá Joseph, Joe para sus amigos estraperlistas de la época de la Prohibición, también tiró de muchos hilos para asegurar el triunfo de su hijo en 1960, por un estrechísimo margen de votos. Tan estrecho, que su oponente, Richard Nixon, llegó a plantearse solicitar un recuento. Sin embargo, en todos estos chanchullos de los Kennedy, Marilyn no tenía nada que ver, los tramposos que dejaron muchas cuentas pendientes fueron los Kennedy, no ella. Está suficientemente claro que Marilyn Monroe fue asesinada, pero lo lamentable es que aún hoy, no haya una confirmación oficial, cuando la realidad es tan patente, con todos estos datos significativos revelados por el ahijado del capo Sam Giancana en la biografía del gánster, publicada en 1992 y titulada Double Cross.
El siniestro Rat Pack
Con el nombre de Rat Pack se dieron a conocer un grupo de artistas que, reunidos alrededor de Frank Sinatra, promotor y líder de esta hermandad de destacados miembros de la farándula, extendieron sus actividades a la realización de películas, sobre todo, pero también conciertos, espectáculos y demás actos propios del mundo del espectáculo. Esta hermandad de actores, por decirlo de un modo decoroso, estuvo en activo entre mediados de los años cincuenta y mediados de los sesenta, sus miembros más conocidos fueron, aparte del actor y cantante Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop, como núcleo principal; además, formaron parte ocasional del mismo artistas como Shirley MacLaine, Lauren Bacall, Angie Dickinson, la propia Marilyn Monroe y Judy Garland, ya en el ocaso de su carrera. Por la relación de Lawford con los Kennedy y tal vez por las conexiones de Frank Sinatra con la mafia, así como por el papel que representaron en las campañas de Kennedy y de los Demócratas, el grupo, a través de la adulación, adquirió cierta relevancia e influencia no sólo en el mundo del espectáculo, sino también en círculos políticos. Sin embargo, aunque Sinatra esperaba formar parte de la camarilla de Kennedy tras su elección como presidente, no fue así, lo cual hizo que dejaran a Peter Lawford fuera del grupo después de 1962: como venganza contra los Kennedy, Sinatra expulsó a Peter Lawford del grupo y su patético papel en la infumable película Robin and the Seven Hoods se lo dio a Bing Crosby, otra vieja gloria que también atravesaba por horas bajas. En 1960 el actor Peter Lawford, crápula contumaz y compañero de borracheras de Frank Sinatra y los demás beodos del Rat Pack, dio el braguetazo del siglo y se convirtió en cuñado del nuevo presidente de los Estados Unidos, John Kennedy. Frank Sinatra creía que a través de su amistad con el cuñadísimo Lawford podría acceder al círculo íntimo de amistades del presidente. No fue así. Como tantos otros antes que él, incluida la propia Marilyn, había creído que la amistad de John Kennedy era sincera: nada más lejos de la verdad. La noche del sábado 4 de agosto, el actor Peter Lawford fue a casa de Marilyn Monroe acompañando a Bob Kennedy, abandonando el lugar varias horas antes de que acudiera la Policía. Peter Lawford, fallecido en 1984, nunca reveló que sucedió aquella fatídica noche en casa de la actriz. La esposa de Lawford, Patricia Kennedy, voló desde la costa Este para asistir al funeral de Marilyn Monroe, pero le fue negado el acceso a la ceremonia por orden expresa del exesposo de la actriz, Joe DiMaggio, que culpó a los golfos del Rat Pack y a los Kennedy de su muerte, y siempre mantuvo, en diferentes entrevistas, que ella «no se había suicidado».
El 8 de julio de 1964, Edgar Hoover, jefe del FBI, escribió a Robert Kennedy lo siguiente: «Le comunico que el activista de izquierdas, Frank Capell, va a publicar un libro en el que hace referencia a sus amoríos con la difunta Marilyn Monroe y afirma en el libro que usted estaba en casa de la actriz en el momento de su muerte».
Elizabeth y Betty Pollard (madre e hija), habían sido vecinas de Marilyn Monroe, y varios años después de su muerte en 1962, le dijeron al sargento Jack Clemmons que vieron perfectamente como entraba Robert Kennedy en casa de la actriz después de anochecer el sábado 4 de agosto. También declararon que al entonces Fiscal General de los Estados Unidos, le acompañaban dos hombres. El sargento de Policía Jack Clemmons aseguró hasta el día de su muerte, acaecida en 1988, que estaba totalmente convencido de que Marilyn Monroe fue víctima de una conspiración política de enorme envergadura en la que estuvieron implicados los hermanos John y Robert Kennedy, además del actor Peter Lawford, cuñado de ambos. Sobre las diez y media de aquel sábado 4 de agosto de 1962, según hicieron constar en sus declaraciones Norman Jefferies y Eunice Murray, empleados de la actriz, vieron salir a Bob Kennedy y a otros dos hombres apresuradamente. Acto seguido, Norman Jefferies y su suegra, Eunice Murray, asistenta personal de Marilyn, cruzaron el patio de la residencia y se dirigieron al bungaló de los huéspedes. Las puertas estaban abiertas de par en par, y la luz del apartamento estaba encendida. Cuando entraron en el dormitorio descubrieron a Marilyn desnuda en la cama. Estaba tendida boca abajo y con una mano sostenía el auricular del teléfono. Su estado, según palabras de Eunice Murray, era lamentable, parecía estar muerta. Alarmados, llamaron enseguida a una ambulancia y al doctor Greenson, médico personal de Marilyn. Recordemos que había una ambulancia aguardando delante del apartamento de Marilyn desde hacía varias horas. James Hall (jefe paramédico de la ambulancia), confirmó más tarde que encontró a Marilyn en estado comatoso. En esos instantes Greenson procedió a inyectarle adrenalina directamente al corazón para reanimarla. Ahora debemos preguntarnos si era realmente adrenalina lo que el buen doctor le inyectó [entre los pechos] o una sustancia para acabar con su vida. James Hall declaró posteriormente que Marilyn Monroe falleció durante el trayecto en la ambulancia, mientras se dirigían al hospital.
Minutos antes de la medianoche del sábado al domingo, un Mercedes blanco pasó a gran velocidad en dirección este por el Olympic Boulevard de Beverly Hills. El agente de policía Lynn Franklin les ordenó detenerse y enfocó con su linterna al conductor: reconoció inmediatamente, y sin ningún género de dudas, al actor Peter Lawford, y al dirigir el haz de luz hacia los asientos traseros, donde se encontraban dos hombres, vio que uno de ellos era el Fiscal General de los Estados Unidos, Robert Kennedy, hermano del presidente. El Mercedes fue interceptado muy cerca de la residencia de Marilyn Monroe. Pocas horas antes, ese mismo sábado 4 de agosto, Marilyn había comenzado a redactar una nota dirigida a Joe DiMaggio, su exmarido. Pero algo la interrumpió y la nota se encontró más tarde doblada entre las páginas de su agenda [no confundir con el famoso diario rojo]. A la mañana siguiente, cuando la casa fue registrada por la Policía, apareció la nota, los investigadores pensaron entonces que podía tratarse de la característica nota de despedida que suelen escribir los suicidas antes de consumar el suicidio. No era así. El texto de la nota era el siguiente:
«Querido Joe:
»Si al menos logro hacerte feliz, habré conseguido lo más grande y difícil que existe... o sea, hacer completamente feliz a una persona. Tu felicidad es la mía y...»
Numerosas personas aseguraron que Marilyn veía el futuro con optimismo y no tenía ningún motivo para quitarse la vida. Justo un mes antes de su muerte confesó al fotógrafo George Barris: «Por lo que a mí respecta, este es el momento más feliz de mi vida. Hay un futuro y ansío vivirlo».
Con lo que no contaban los Kennedy, ni siquiera el avispado fiscal Bob, era con que estaban siendo espiados en sus idas y venidas. Jimmy Hoffa, el carismático líder sindical de la Hermandad del Transporte, al que Bob Kennedy había acusado de comunista, de extorsionador, de malversación de fondos y de pertenecer al crimen organizado, era un hombre con agallas y hacía tiempo que había pasado a la ofensiva para desenmascarar la hipocresía de los Kennedy y hacer públicas sus correrías, vicios, infidelidades matrimoniales, y demás trapos sucios de la familia. Además de someter a vigilancia a los Kennedy, Jimmy Hoffa hizo lo propio con los principales miembros del Rat Pack, el siniestro grupo de golfillos entrados en carnes y en años que, entre otras cosas, con Sinatra y Lawford a la cabeza, eran los que se encargaban de facilitar chicas a los Kennedy. Entre las prácticas sexuales de éstos, heredada de papá Joe, estaba la de maltratar y dar palizas a las chicas para excitarse. Por lo que no cabe descartar que en el caso de Marilyn le hubiesen propinado una terrible paliza antes de asesinarla, lo que explicaría sus terribles magulladuras y moretones.
Jimmy Hoffa, desaparecido en extrañas circunstancias en 1975, poco antes de reabrirse el caso por el asesinato del presidente Kennedy en 1967, declaró lo siguiente: «Hay un archivo confidencial que contiene varias cintas grabadas y pruebas irrefutables referentes a las circunstancias que rodearon la muerte de Marilyn Monroe». Hoffa lanzó este órdago al Fiscal General, Robert Kennedy, que se presentaba con aura de santo a las elecciones de 1968. Aunque sería asesinado el 6 de junio de ese mismo año.
Todos cuantos conocieron a Marilyn Monroe la describen como una persona generosa y encantadora. Una mujer de extraordinaria inteligencia que nada tenía que ver con el estereotipo de la rubia tontita que interpretaba en sus películas. Repasamos brevemente lo que dijeron de ella algunos de los que la conocieron:
«Cayó bajo la nociva influencia de quienes abusando de su confianza y buena fe, propias casi de una niña, la condujeron a la tumba prematuramente».
(Frank A. Capell)
«Marilyn conoce el mundo, pero ese conocimiento no ha disminuido su grande y benevolente dignidad; la oscuridad del mundo no ha ensombrecido su bondad».
(Edith Sitwell)
«Ahora veo claro quiénes fueron los que abusaron de Norma Jeane... jugaron con ella, luego se cansaron y cuando fue un problema, se la quitaron de encima».
(Mickey Song)
«Voy a airear este maldito asunto... ¡Lo contaré todo! Muchos me han llamado para conseguir la historia. Está claro que obtuvieron de mí lo que querían y luego pasaron a otra cosa».
(Marilyn Monroe)
«Bobby Kennedy estaba en Los Ángeles y visitó a Marilyn la noche del sábado 4 de agosto de 1962».
(Eunice Murray, en 1985)
«Marilyn me llamó llorando, estaba frenética, nunca la había visto así. Me dijo que habían estado en su casa. Tenía mucho miedo y presentía que estaba en serio peligro».
(Sidney Guilaroff)
«Si yo hubiese realizado esa autopsia, no la habría firmado determinando la muerte como suicidio. Según mi experiencia profesional, los niveles de barbitúricos en la sangre y el hígado eran lo bastante altos como para que pudiesen haberse encontrado residuos de los envoltorios de las cápsulas en el estómago. Sin embargo, no se encontró nada de eso».
(Dr. Keith Simpson de la Universidad de Londres, patólogo del Ministerio del Interior)
Fragmento de la conversación telefónica que mantuvo Sidney Guilaroff con Marilyn Monroe días antes de su muerte y que fue grabada por el hombre de Jimmy Hoffa que había intervenido su teléfono:
Marilyn: ¿Sabes Sidney? Yo conozco un montón de secretos de los Kennedy.
Sidney: ¿Qué clase de secretos...?
Marilyn. ¡Peligrosos!
Dicho esto, Marilyn colgó el teléfono.
Según Donald Spoto «las personas que limpiaron de huellas la casa de la actriz antes de la llegada de la Policía, y después de la visita de Bob Kennedy y Peter Lawford, tuvieron que ser Ralph Greenson, el doctor Hyman Engelberg y Eunice Murray». Según este biógrafo, quizá trataron de encubrir las pruebas de un enema fatal administrado a modo de sedante a una alterada Marilyn. Para ello, inventaron la historia de que Greenson entró por la ventana de la habitación de Norma Jeane, para lo cual tuvieron que retirar el pesado material negro que había colocado en la ventana para impedir que entrara la luz. Donald Spoto concluye así: «Creo que los tres tuvieron que eliminar las pruebas de la administración de la lavativa que había acabado con la vida de la actriz».
Según Robert Slatzer, Bobby estaba desesperado por silenciar a Marilyn antes de que hiciera públicas sus relaciones con él y con su hermano, el entonces presidente Kennedy. Anthony Summers (otro biógrafo) sitúa a Robert en la escena del crimen, y hace hincapié en la extraña desaparición del diario de cuero rojo. También James Haspiel cita unas cintas obtenidas por micrófonos ocultos en la casa, como prueba de que Robert Kennedy intentó ahogarla con una almohada, sin conseguirlo (de ahí los moratones en el rostro). Peter Harry Brown y Patte B. Barham (que han investigado el caso durante años), llegaron a la misma conclusión y Donald Wolfe estuvo siempre convencido de que Robert Kennedy estuvo totalmente involucrado en la muerte de Marilyn Monroe. Ya fuese accidental, al intentar calmarla tapándole el rostro con una almohada, o sedarla con una dosis excesiva, o premeditada de barbitúricos, ¿quién era el tercer hombre que acompañaba a Bob Kennedy y Peter Lawford en el Mercedes blanco? Pudo muy bien ser el doctor Ralph Greenson quien le administró a Marilyn la lavativa con la dosis fatal. ¡Veámoslo!
En su último día de vida, Marilyn consumió pastillas de fenobarbital e hidrato de cloral. A media tarde de aquel sábado 4 de agosto, se la vio por la playa paseando. Caminaba con dificultad y hablaba de forma ininteligible… El doctor Ralph Greenson le extendió una receta de Nembutal (marca comercial del barbitúrico a base de pentabarbital sódico) recomendándole a Marilyn una ingesta diaria de 300 mg todas las noches antes de acostarse. Greenson prescribió un barbitúrico acostumbrado en los tratamientos por insomnio, pero una dosis excesiva (300 mg) cuando lo habitual recomendado por otros especialistas no sobrepasaba los 100 mg diarios y durante un período no superior a las dos semanas de tratamiento, tras lo cual se ha desarrollado un efecto de tolerancia que disminuye la efectividad del fármaco. La ingestión de una dosis superior a los dos gramos, puede provocar un envenenamiento grave. ¿Por qué Greenson le prescribió esa dosificación a todas luces excesiva, 300 mg, en lugar de los 100 mg acostumbrados por otros médicos?
Posteriormente, la autopsia reveló un nivel 10 veces superior a la dosis normal de la primera droga y 20 veces superior al nivel de la segunda: la sangre contenía niveles de 4,5 mg de Nembutal y 8 mg de hidratos de cloral, mientras que en el hígado se apreciaba una concentración alta del primero (13 mg). Las diferencias en estas cifras se han utilizado para apoyar la teoría de que hubo algo extraño en la muerte de Marilyn, y las reflexiones hacen suponer que la droga se le administró mediante inyección o por enema o lavativa. El documento de la autopsia ya presentaba entonces serias dudas y contradicciones. Noguchi lo firmó marcando con un círculo el motivo de la muerte: suicidio y añadiendo luego, la palabra probable. Noguchi esperó hasta 1973 para reconocer ante el escritor Norman Mailer que ese día había enviado a un laboratorio especializado una muestra del intestino delgado de Marilyn Monroe para que fuese analizado exhaustivamente, pero que nunca le fueron comunicados los resultados. Además, desaparecieron de su archivo personal todos los documentos, resultados de los análisis practicados, fotografías forenses y diapositivas del cadáver. Y no sólo eso, sino que la correspondencia que había mantenido con el Fiscal General, Robert Kennedy, referida al asunto, también fue robada de sus archivos. La actriz había anunciado públicamente que pensaba dar una conferencia de prensa en esas fechas, donde Bob Slatzer y otros amigos sabían que iba a hablar de asuntos delicados para la presidencia de la Nación, Organismos Oficiales y Cuba, en relación con el frustrado desembarco en la bahía de los Cochinos en abril de 1961, y muy particularmente sobre la participación de la CIA en el asesinato de Rafael Trujillo en la República Dominicana o las palabras que John Kennedy, el presidente, había pronunciado delante de la actriz y un grupo de amigotes del Rat Pack: «Estados Unidos no concederá asilo político al presidente Diem de Vietnam del Sur». El 2 de noviembre de 1963, apenas unas semanas antes del asesinato en Dallas (Texas) de Kennedy (el día 22) el presidente Diem de Vietnam del Sur fue depuesto por un golpe de Estado orquestado por los comunistas (apoyados por Vietnam del Norte) y los budistas anticatólicos. El propio presidente Diem y su hermano Ngo Dinh Nhu fueron asesinados durante el sangriento golpe. Inmediatamente muchas miradas se dirigieron hacia el presidente John Kennedy como instigador del golpe militar ya que era sabido que no sintonizaba con el presidente survietnamita asesinado. Su pasividad a la hora de condenar el golpe de los comunistas en Vietnam de Sur, confundió a sus aliados en la zona y no gustó en muchos círculos políticos y militares que empezaron a intuir que Kennedy estaba dispuesto a ceder toda Indochina a los comunistas, del mismo modo que un año antes había cedido en Cuba ante los soviéticos. Lo más peligroso y a la postre fatal para Marilyn, fue que anotaba todas esas confidencias en su diario personal, costumbre que conocían todos sus amigos y allegados, en especial Ralph Greenson, que fue quien le recomendó esa práctica para superar sus fallos de memoria. Marilyn Monroe era olvidadiza por naturaleza y recurría a su diario para recordar las fechas de los cumpleaños de sus amigos, las citas de trabajo que había concertado y otros detalles cotidianos que a ella le gustaba consignar. En 1985 la cadena pública de la televisión británica, BBC, produjo un documental de investigación sobre la muerte de Marilyn, titulado Say goodbye to the President que incluía varias entrevistas con los principales testigos y personajes relacionados con Marilyn y su entorno que aún seguían con vida. Uno de éstos fue Eunice Murray, su antigua ama de llaves y asistente personal, quien, creyendo finalizada la grabación, realizó unas sorprendentes revelaciones que fueron registradas por un micrófono que aún permanecía abierto: «A mi edad… ¿debo seguir encubriendo todo esto?» Preguntada a qué se refería, la señora Murray relató que Robert Kennedy había estado la noche del 4 de agosto en casa de Marilyn y que había mantenido con ella una discusión muy violenta. Ahondando en el testimonio de la señora Murray, poco tiempo después, el programa televisivo de investigación 20/20 de la cadena norteamericana ABC realizó un reportaje de media hora en el que trabajaron los reporteros estrella de la emisora, Sylvia Chase y Gerardo Rivera, y cuyo coste de producción ascendió a varios cientos de miles de dólares. Sin embargo, lo averiguado por los periodistas fue estimado tan desestabilizador que el reportaje fue suspendido poco antes de su emisión, siendo sustituido por un documental sobre perros policía.
El doctor Michael Gurdin se convirtió en parte de la historia el 7 de junio de 1962 por la mañana, cuando Greenson llevó a Marilyn a su consulta: «Estaba desgreñada -recordó Gurdin- y tenía marcas negras y azules debajo de los ojos, mal disimuladas con maquillaje. La versión que me contó Greenson fue que ella estaba en la ducha cuando resbaló y se golpeó al caer. Para mí fue evidente que se encontraba bajo el efecto de las drogas: tenía la voz apagada y poco clara, casi inaudible. Pero la mayor preocupación de Marilyn era que tenía un compromiso de trabajo y temía haberse roto el tabique nasal. En realidad habló muy poco y las preguntas que le hice con respecto a la lesión fueron respondidas por el doctor Greenson. Ella no habló casi nada. No le hice una radiografía porque ella se negó. La examiné cuidadosamente y no encontré pruebas de que hubiera fractura del tabique nasal». Según el doctor Gurdin, las heridas de Marilyn podrían haber sido consecuencia de una caída, como le dijeron, pero también era muy posible que le hubiesen golpeado en el rostro con fuerza. Un médico, si tiene experiencia en contusiones y lesiones producidas por golpes, puede discernir inmediatamente entre las lesiones provocadas por un golpe fortuito contra un objeto duro (un mueble, una ventana…) y un golpe asestado directamente por la acción de un puño cerrado, o una bofetada dada con el dorso o la palma de la mano abierta. Cualquier boxeador o luchador también sabría reconocer esas mismas lesiones por haberlas sufrido en alguna ocasión. Ciertamente, una caída accidental o una agresión habrían mostrado secuelas similares, pero Greenson no confiaba en nadie y quería evitar a toda costa que Gurdin o cualquier otro viese a Marilyn con el rostro tumefacto y le preguntase directamente a ella por el origen de las contusiones. Greenson tenía una buena razón para mostrarse tan cauteloso: él era el autor de aquellas contusiones.
Agotado, frustrado, neurótico, seguro de su autoridad absoluta sobre Marilyn, hasta el extremo de mostrar una preocupación obsesiva por ella que iba más allá de lo estrictamente profesional en una relación entre médico y paciente, Greenson estaba furioso con Marilyn porque había frustrado sus vacaciones y las de su familia, desobedeciendo sus órdenes y causándole problemas ante los idolatrados estudios cinematográficos que al final le pidieron cuentas a él, su médico personal, por el estado anímico de la actriz. Greenson era uno de esos individuos inestables que pierden los estribos con facilidad cuando les desafían o contradicen, y Marilyn había puesto a prueba su escaso aguante cuando le dijo que no se encontraba tan mal como le había dado a entender cuando le llamó para que acudiese en su ayuda y que, después de todo, si los Estudios decidían prescindir de ella, no le importaba, que se sentía aliviada por ello. Greenson la golpeó salvajemente y ella soportó el castigo en silencio porque aquel miserable le había hecho creer que sólo él podía ayudarla y que comprendía la naturaleza de su enfermedad.
Mike Rothmiller, exmiembro de la CIA, en una entrevista concedida a una televisión francesa confesó que, retirado ya del servicio activo y buscando documentación para iniciar otras actividades, se encontró casualmente con un viejo expediente que contenía un voluminoso paquete de cartas manuscritas: la correspondencia epistolar que habían mantenido en su día el presidente Kennedy y la actriz Marilyn Monroe, donde quedaba de manifiesto el peligro que corría la actriz al estar al tanto de los planes políticos de los hermanos Kennedy, John y Robert. En la misma entrevista, Rothmiller afirmaba comprender las razones de Estado para eliminar a Marilyn sirviéndose de un asesinato encubierto como un suicidio. El mismo Rothmiller aseguró que si se tomó aquella decisión, la de asesinar a Marilyn Monroe, fue porque se tenía constancia de que en la entrevista que la actriz tenía concertada para el lunes 6 de agosto, el día siguiente a su muerte, iba a hacer pública cierta información comprometedora para el presidente John Kennedy. Según Mike Rothmiller, Marilyn poseía información confidencial según la cual EEUU tenían previsto bombardear las rampas lanzamisiles que los soviéticos estaban instalando en Cuba y que habían sido descubiertas por los aviones espía Lockheed U2 un mes antes (julio 1962) y que acabarían desembocando en octubre de ese mismo año, dos meses después de la muerte de Marilyn, en la llamada Crisis de los Misiles que puso al mundo borde de una guerra nuclear de consecuencias catastróficas para la Humanidad. Siempre según Mike Rothmiller, si el presidente Kennedy abortó finalmente sus planes de bombardear las rampas lanzamisiles soviéticas en Cuba, fue porque no estaba seguro de si Marilyn, a través de su exesposo Arthur Miller, militante comunista, había alertado ya a los soviéticos y cubanos y éstos les podían estar esperando, como sucedió en la bahía de los Cochinos en abril de 1961. Los revolucionarios cubanos sabían la fecha, el lugar y la hora exactos donde llevarían a cabo los desembarcos los mercenarios y pistoleros de la CIA.
Edgar Hoover, jefe del FBI, siempre creyó que «fueron Marilyn y sus amigos comunistas quienes pusieron sobre aviso a los revolucionarios cubanos». Pero… ¿quién pudo confiarle semejante secreto de Estado a la actriz? ¿El mismo que ordenó su asesinato? La pregunta se contesta sola.
Marilyn Monroe (1926-1962) |
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