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viernes, 19 de mayo de 2017

¿Existieron los Anunnaki?

Según la cosmología sumeria, el universo apareció cuando Nammu, un profundo abismo sin fondo, se abrió espontáneamente y de él surgieron Anu, dios del cielo, y Ki, diosa de la Tierra. De la unión de Anu y Ki surgió Enlil, señor del viento que, eventualmente, se convirtió en el líder de los demás dioses. Después Enlil fue desterrado del Dilmun (la morada de los dioses) por haber forzado a Ninlil, de la que tuvo un hijo, Sin (dios de la Luna), también conocido como Nannar.
Sin y Ningal dieron a luz a Inanna (diosa del Amor y de la Guerra) y a Utu o Samas (dios del Sol). Durante el destierro, Enlil y Ninlil engendraron a las tres deidades del inframundo, siendo Nergal la más notable.
Nammu también dio a luz a Enki o Abzú, dios del Abismo oceánico. Enki controló el Me: los principios sagrados que gobernaban la física, el orden natural de las cosas y las leyes civiles. Este es, muy resumido, el Génesis sumerio que posteriormente inspiraría a otros pueblos mesopotámicos.
La mitología mesopotámica la componen colectivamente los cultos propios de las civilizaciones que, sucesivamente, se fueron instalando en esta región de Oriente Próximo: sumerios, acadios, asirios, babilonios y persas.
Los sumerios practicaron una religión politeísta con dioses antropomórficos que representaban fuerzas o presencias sobrenaturales tales como los célebres Anunnaki. En sus creencias se establecía que los dioses originalmente crearon a los seres humanos para que éstos se convirtieran en sus servidores, pero los liberaron cuando fueron demasiados porque temían que pudiesen sublevarse aprovechando su superioridad numérica.
Muchas historias de la mitología sumeria aparecen también en otras religiones de Oriente Medio. El relato elamita de la creación del hombre se asemeja mucho al relato bíblico del Génesis, así como el episodio del Diluvio y la construcción del arca de Noé. Relatos similares aparecen también en la tradición asiria y la gran inundación universal está recogida en la Epopeya de Gilgamesh.
Los primigenios dioses sumerios tienen representaciones similares en los cultos acadios, cananeos y en otras creencias propias de los pueblos semitas que habitaron aquella región. Algunas de las historias y de las deidades que las protagonizan recuerdan a sus equivalentes griegos; por ejemplo, el viaje de Inanna al inframundo (Irkalla) se asemeja mucho a la historia de Perséfone y su descenso al inframundo gobernado por Hades.
El Baal de origen sumerio fue la divinidad principal de varios pueblos del Próximo Oriente: babilonios, caldeos, cartagineses, fenicios (asociado a Melkart), filisteos, israelitas y sidonios. Era el dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad. Podemos decir que se trataba de un dios benigno, y no debemos confundirlo con el Baal cananeo adorado por los fenicios, cartagineses y sirios. Este Baal fue demonizado por los profetas israelitas y posteriormente por el cristianismo. Era considerado el símbolo del fuego purificante, que a su vez simboliza el alma, y se le honraba sacrificando víctimas humanas que eran después quemadas en piras u holocaustos.
Entre los primitivos dioses sumerios, han adquirido gran protagonismo en los últimos años los Anunnaki, que según la cultura pop y «New Age» llegaron supuestamente a la Tierra procedentes de un planeta llamado Nibiru hace unos 450.000 años. Estos seres medían unos 3 metros de altura, eran de de piel muy blanca, cabellos largos y usaban barba. Los Anunnaki se habrían asentado en Mesopotamia y, a través de avanzadas técnicas de ingeniería genética, habrían acelerado la evolución del hombre de Neanderthal a Homo Sapiens para satisfacer su necesidad de contar con subordinados inteligentes.
Según estas delirantes hipótesis –propias de la ciencia-ficción– los Anunnaki habrían sido capaces de realizar viajes intergalácticos, y llevarían varios miles de años visitando la Tierra e inspirando a las civilizaciones más avanzadas.
Ni que decir tiene que todas estas teorías, más o menos descabelladas, han sido descartadas por científicos, historiadores y arqueólogos, que están en absoluto desacuerdo con la interpretación que se ha hecho de los antiguos textos mesopotámicos y de los hallazgos arqueológicos efectuados en el último siglo.

Baal-Anunnaki recibiendo a sus víctimas


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