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sábado, 29 de julio de 2017

La batalla de Vouillé entre francos y visigodos en 507

En la primavera del año 507, un gran ejército franco cruzó el río Loira en dirección a Poitiers bajo el mando de Clodoveo y de su hijo mayor Teodorico. El ejército visigodo marchó por el norte para cortarles el paso con la esperanza de que los refuerzos ostrogodos llegaran a tiempo desde Italia. La batalla tuvo lugar en la llanura de Vouillé, a unos 15 km de Poitiers. El rey Clodoveo se presentaba con 40.000 infantes y 10.000 jinetes. Las tropas visigodas estaban compuestas por un número algo superior de hombres, pero mal adiestrados. No obstante, los visigodos lucharon bravamente. La lucha cuerpo a cuerpo fue terrible, hasta el punto de que el rey visigodo, Alarico II, perdió la vida en el combate. Tal como ocurrió en la batalla de Tolbiac contra los alamanes, la muerte del monarca provocó la desbandada de los visigodos, que acabaron masacrados por los francos. Sólo la intervención in extremis de sus hermanos ostrogodos permitió que los visigodos pudieran huir a Hispania. La batalla de Vouillé fue decisiva por el control de Galia. Desde su conversión al catolicismo en 496, Clodoveo se había convertido en el campeón de Roma e intentaba reconstruir el poder político del Imperio unificando los antiguos territorios romanos y extendiéndose por el norte y este de la Galia. Para lograrlo, primero venció al patricio galorromano Afranio Siagrio en Soissons, que había establecido un reino independiente entre el Sena y el Loira. Continuó luego la expansión hacia el norte, venciendo a los alamanes en la batalla de Tolbiac, por lo que ya sólo quedaban los visigodos en el sur.
Una de las claves del éxito político de Clodoveo fue su conversión al catolicismo, promesa que había hecho a su esposa Clotilde, bajo la condición de que Dios le concediera la victoria en Tolbiac. De este modo, Clodoveo se aseguró el respaldo de la nobleza galorromana y de las poblaciones católicas dispersas por su reino. Esto le daba ventaja frente a otros pueblos germánicos, de confesión arriana, que mantenían tensas relaciones con Roma y con el Imperio de Oriente por esta causa. En el año 500, Clodoveo atacó a los burgundios, anexionándose Dijon. Una vez conquistados los territorios del este y el norte, Clodoveo presintió que la única traba a su dominio total de la Galia era el Reino visigodo de Tolosa, que controlaba todo el sur de la Galia y buena parte de Hispania, y contaba con el apoyo de los ostrogodos de Italia, al haberse casado el rey visigodo Alarico II con Teodegonda, hija de su cuñado el rey ostrogodo Teodorico el Grande, amo y señor de casi toda Italia. A pesar de los esfuerzos de Teodorico por arbitrar en el conflicto, el enfrentamiento franco-visigodo fue inevitable. Según la Crónica Gallica: «Clodoveo, con la ayuda de sus aliados burgundios, derrotó a las fuerzas godorromanas de Alarico, quien, superado por el enemigo, cayó en el fragor del combate. Después de la batalla sus tropas se dirigieron a Toulouse que fue saqueada, obteniendo allí un gran botín». Tras la muerte de Alarico II los visigodos se replegaron a Narbona y después a Barcelona donde establecieron su corte de 508 a 511 antes de trasladarse definitivamente a Toledo para convertirse en un Reino hispánico que perduraría hasta la invasión musulmana del año 711.
San Isidoro trata de cobarde a Alarico II por no haber sabido atraerse a la población católica hispanorromana. La solidaridad entre los godos es también cuestionada debido a que los ostrogodos llegaron tarde a la batalla. Durante la ocupación de Italia por Teodorico el Grande y su guerra contra Odoacro, rey de los hérulos, en el 490, sabemos que los visigodos enviaron un ejército para ayudar a los ostrogodos en la batalla de Pavía. También se le achaca a Alarico II su falta de rigor en la lucha contra los obispos arrianos y que el Código de Alarico fuera sólo para los visigodos. La fusión entre los visigodos arrianos y los católicos hispanos no se produjo de forma inmediata, fue un proceso lento y algunos historiadores consideran que en el momento de la invasión árabe aún no se había completado. Aún a lo largo de todo el siglo VI, el matrimonio entre visigodos e hispanorromanos estuvo prohibido bajo pena de muerte. Gregorio de Tours (historiador franco que vivió en la primera mitad del siglo) dice que Clodoveo arengaba a sus tropas diciendo que era intolerable que existiera un Reino arriano en la Galia. Casiodoro —erudito en la corte de Teodorico en Italia—, dice que el rey de los ostrogodos abogaba por la paz entre los pueblos germánicos para proclamarse augusto de Occidente si conseguía el beneplácito de Constantinopla. No es descabellado pensarlo. Pero los godos de España y de Italia dejaron escapar su oportunidad de convertirse en herederos del Imperio de Occidente al persistir en su arrianismo y perseguir a los obispos católicos. El Sacro Imperio Romano Germánico, germen de la moderna Europa, sería la gran obra de Carlomagno, rey de los francos, que sería coronado emperador por el Papa en la Navidad del año 800. 

Alarico arengando a sus tropas antes de entrar en combate en Vouillé

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