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jueves, 24 de agosto de 2017

España derrota a Inglaterra en la guerra del Asiento en 1748

La guerra del Asiento, también llamada «guerra de la Oreja de Jenkins», fue uno de los episodios navales que, por la supremacía marítima en el mar Caribe, mantuvieron España e Inglaterra. Las operaciones inglesas en el mar Caribe durante la guerra del Asiento entre 1739-1748 se desarrollaron también en Florida y Georgia. Por el volumen de los medios utilizados por ambas partes, por la enormidad del escenario geográfico en el que se desarrolló la contienda y por la magnitud de los planes estratégicos de España e Inglaterra, la guerra del Asiento puede considerarse como una verdadera guerra moderna. El resultado fue una victoria española incontestable que se formalizó mediante el Tratado de Aquisgrán que mantuvo el statu quo ante bellum. Dicho de otro modo: Inglaterra fracasó en su intento de apoderarse del Caribe y su flota fue derrotada por la Armada española. A partir de 1742 la contienda se transformó en un episodio de la guerra de Sucesión Austriaca, cuyo resultado en el teatro americano finalizaría con la derrota inglesa y el retorno al statu quo previo a la guerra. La acción más significativa de la guerra fue el asedio de Cartagena de Indias de 1741, en el que fue derrotada una flota británica de 186 navíos y casi 27.000 hombres a manos de una guarnición española compuesta por unos 3.500 hombres y 6 navíos de línea. La Historia no volvería a ver una batalla anfibia de tal magnitud hasta el desembarco de los Dardanelos en 1915, donde los británicos cosecharían otra sonora derrota, convenientemente silenciada durante casi un siglo. Durante la contienda, dada la enorme superioridad numérica y de medios que utilizó Gran Bretaña contra España, resultó decisiva la extraordinaria eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron infiltrar agentes en la corte londinense y en el cuartel general del almirante Vernon. El plan general británico, así como el proyecto táctico de la toma de Cartagena de Indias, fueron conocidos de antemano por la corte española y por los mandos virreinales con tiempo suficiente para reaccionar y adelantarse a los británicos. El curioso nombre con el que es conocido este episodio en la historiografía inglesa, se debe al episodio que dio pretexto para esta guerra: el apresamiento por el guardacostas español La Isabela del navío contrabandista inglés Rebecca, capitaneado por el corsario Robert Jenkins, en 1731. Según el testimonio del propio Jenkins, que compareció en la Cámara de los Comunes en 1738, como parte de una campaña belicista de la oposición parlamentaria en contra del primer ministro Walpole, el capitán español don Juan León Fandiño, que apresó la nave, cortó una oreja a Jenkins al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés) «Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». En su comparecencia, Jenkins denunció el caso con la oreja en un frasco, y al considerar la frase de Fandiño como un insulto al monarca británico, Walpole se vio obligado a regañadientes a declarar la guerra a España el 23 de octubre de 1739. En el Caribe español el conflicto se conoció como la guerra de Italia. Este nombre se debe a que, para España, esta guerra entroncó con la de Sucesión Austríaca y fue en Italia donde se desarrollaron las principales acciones bélicas españolas.
La conclusión de la guerra de Sucesión Española en 1714, con la firma del tratado de Paz de Utrecht no había supuesto únicamente el desmembramiento del patrimonio de la Monarquía española en Europa. Gran Bretaña, aparte de haber evitado la creación de una potencia hegemónica en el continente europeo —con la unión de las monarquías borbónicas de Francia y España, junto con las posesiones de la última en el continente europeo—, había conseguido algunas concesiones comerciales del Imperio Español en América. Así, aparte de la posesión de Gibraltar y Menorca —territorios reclamados repetidamente por España durante el siglo XVIII—, Gran Bretaña había obtenido el denominado «Asiento de Negros», la posibilidad de vender esclavos negros en la América Española durante treinta años, y la concesión del «navío de permiso», que permitía el comercio directo de Gran Bretaña con la América Española por el volumen de mercancías que pudiese transportar un barco de 500 toneladas de capacidad, rompiendo así el monopolio español para el comercio con América, restringido con anterioridad por la Corona a comerciantes provenientes de la Península. Ambos acuerdos comerciales estaban en manos de la Compañía de los Mares del Sur. La guerra de los Siete Años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París fue firmado por el duque Choiseul, el marqués de Grimaldi y el duque de Bedford. William Pitt se había empecinado en mantener vivo el conflicto hasta lograr el aniquilamiento total de las fuerzas de Francia. Los tratados de paz que pusieron fin a la guerra de los Siete Años representan una victoria para Gran Bretaña y Prusia, y para Francia la pérdida de la mayor parte de sus posesiones en América del Norte y Asia. Los cambios territoriales acordados fueron los siguientes: El Reino de Gran Bretaña: obtiene del Reino de Francia, Senegal y las posesiones en la India a excepción de Mahé, Yanam, Puducherry, Karikal y Chandernagor, que conservaría hasta bien entrado el siglo XX. En América recibe todos los territorios franceses en Canadá, los territorios al este del Misisipi y al oeste de los montes Apalaches (excepto Nueva Orleans), Dominica, Granada, San Vicente y Tobago. Los franceses también son obligados a evacuar la isla de Menorca, ocupada durante la contienda a los británicos, que la dominaban desde que la ocuparon durante la guerra de Sucesión Española. De España recibe la Florida a cambio de que retire las tropas de ocupación en la ciudad de Manila (Filipinas) y en el puerto de La Habana (Cuba), y consigue el derecho de libre navegación por el río Misisipi.
El Reino de España: por el Tratado de Fontainebleau de 1762, Francia le entrega Luisiana al oeste del Misisipi, incluida su capital, Nueva Orleans. El Reino de Portugal: España abandona el norte de Uruguay y la Colonia del Sacramento, ocupados durante la guerra. El Reino de Francia: Además de las 5 plazas indias mencionadas, se le permite conservar la isla de Gorea y San Pedro y Miquelón. Gran Bretaña le devuelve Guadalupe y Martinica, y reconoce sus derechos sobre la pesca en Terranova. El 15 de febrero se firmó el Tratado de Hubertusburg, que confirmó a Silesia como posesión prusiana y convirtió a Prusia en nueva potencia europea. Algo que Inglaterra y Francia habrían de lamentar profundamente en el siglo XX. Respecto al Reino de Francia, la pérdida no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona de Quebec recibiría un trato de respeto. Por otro lado, las pérdidas en la zona del Caribe podían ser compensadas, pues la colonia principal francesa del mar Caribe, Puerto Príncipe (Haití), producía la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas estaba en pleno apogeo. La guerra de los Siete Años ha aparecido en numerosos filmes, entre los que destacan Barry Lyndon (1975), dirigida por Stanley Kubrick, y El último mohicano (1992), dirigida por Michael Mann, y que hace referencia al conflicto franco-británico en Canadá.
Tercer ataque inglés a Cartagena de Indias (13 de marzo-20 de mayo de 1741)
La extrema facilidad con que los británicos destruyeron Puerto Bello —que no recuperaría su importancia portuaria hasta la finalización de la construcción del Canal de Panamá en 1914— condujo a un cambio en los planes británicos. En lugar de concentrar su siguiente ataque sobre La Habana, con la intención de conquistar Cuba, como se había previsto, Vernon partiría otra vez hacia Nueva Granada para atacar Cartagena de Indias, puerto principal del Virreinato de Nueva Granada y punto de partida principal de la Flota de Indias hacia la península Ibérica. Los británicos reunieron entonces en Jamaica la mayor flota vista hasta entonces, compuesta por 186 naves (60 más que la Felicísima Armada de Felipe II) a bordo de las cuales iban 2.620 piezas de artillería y más de 27.000 hombres, entre los que se incluían 10.000 soldados británicos encargados de iniciar el asalto, 12.600 marineros, 1.000 macheteros (esclavos negros jamaicanos) y 4.000 reclutas de Virginia dirigidos por Lawrence Washington, hermanastro del que sería padre de la independencia de Estados Unidos. La difícil tarea de defender la plaza corrió a cargo del veterano marino español don Blas de Lezo, curtido en numerosas batallas navales de la guerra de Sucesión Española en Europa, y en varios enfrentamientos con los piratas y corsarios ingleses del mar Caribe y con los temibles berberiscos de Argelia. Apenas contaba con la ayuda de don Melchor de Navarrete y don Carlos Desnaux, una flotilla de seis naves (la nao capitana Galicia más los buques San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador) y una fuerza de 3.000 hombres entre soldados y milicia urbana, a la que se unieron 600 arqueros amerindios del interior muy bien adiestrados. El almirante Vernon ordenó bloquear el puerto el 13 de marzo de 1741, al tiempo que desembarcaba un contingente de tropas y artillería destinado a tomar el fuerte de San Luis de Bocachica a pocos metros de donde hoy se encuentra el fuerte de San Fernando de Bocachica, contra el que abrieron fuego de forma simultánea las naves británicas a razón de 62 cañonazos por hora. Lezo dirigió cuatro de las naves en ayuda de los 500 soldados que defendían la posición con Desnaux a la cabeza, pero los españoles hubieron de retirarse finalmente hacia la ciudad, que ya estaba comenzando a ser evacuada por la población civil. Tras abandonar también el castillo de Bocagrande, los españoles se reunieron en el castillo San Felipe de Barajas mientras los virginianos de Washington se desplegaban en la cercana colina de La Popa para tomar posiciones. Fue entonces cuando Edward Vernon cometió el error de dar la victoria por conseguida y mandó un correo a Jamaica comunicando que había conseguido tomar la ciudad. El informe se reenvió más tarde a Londres, donde las celebraciones alcanzaron cuotas aún mayores que las realizadas por la toma de Puerto Bello, llegando a acuñarse medallas conmemorativas en las que aparecía don Blas de Lezo arrodillándose ante Vernon. Por aquel entonces Lezo era tuerto, cojo y tenía una mano impedida debido a diferentes heridas sufridas años atrás (era conocido como Mediohombre), pero ninguna de estas taras se reflejó en las medallas con el fin de que no se tuviese la idea de haber derrotado a un enemigo débil. Pero, para desgracia de Vernon, lo que estaba por llegar no era la tan esperada victoria británica. La noche del 19 de abril se produjo un asalto a San Felipe que se juzgaba definitivo, llevado a cargo por tres columnas de granaderos apoyados por los esclavos jamaicanos y varias compañías británicas, convenientemente ayudados por la oscuridad y el constante bombardeo procedente de los buques. Al llegar se encontraron con que don Blas de Lezo había hecho excavar fosos al pie de las murallas por lo que las escalas eran demasiado cortas, de tal manera que no podían atacar ni huir debido al peso del equipo. Aprovechando esto, los españoles abrieron fuego contra los británicos, produciéndose una carnicería sin precedentes. Al amanecer, los defensores abandonaron sus posiciones y cargaron contra los asaltantes a la bayoneta, rematando a la mayoría y haciendo huir a los que quedaban hacia los barcos. A pesar de los constantes bombardeos y el hundimiento de la pequeña flota española (la mayoría por el propio Lezo, para bloquear la bocana del puerto), los defensores se las ingeniaron para impedir desembarcar al resto de las tropas británicas, que se vieron obligadas a permanecer en los barcos durante un mes más sin provisiones suficientes. El 9 de mayo, con la infantería prácticamente destruida por el hambre, las enfermedades y los combates, Vernon se vio obligado a levantar el asedio y volver a Jamaica. Seis mil británicos murieron frente a menos de mil españoles, dejando algunos barcos ingleses tan vacíos que fue preciso hundirlos por falta de marinería. La mayor operación de la Royal Navy hasta el momento se saldaba también como la mayor derrota de su historia. Vernon trató de paliar este gran fracaso atacando a los españoles en la bahía de Guantánamo en Cuba, y luego, el 5 de marzo de 1742, y con la ayuda de refuerzos llegados desde Europa, atacando también en Panamá. Allí esperaba repetir el éxito de Puerto Bello y fue precisamente a este lugar adonde se dirigió. Sin embargo, los españoles abandonaron la plaza (que seguía destruida) y se replegaron hacia la ciudad de Panamá, desbaratando el posterior intento británico de desembarcar y plantar batalla en tierra. Vernon fue sustituido en el mando de la flota por Chaloner Ogle y se vio obligado a volver a Inglaterra en 1742 donde comunicó que el triunfo del que había informado previamente no existía. Esto causó tal vergüenza a Jorge II que el propio rey prohibió escribir sobre el asunto a sus historiadores. Así se soslayan las derrotas británicas: prohibiendo escribir sobre ellas. Algo parecido sucedió en 1916 tras la batalla naval de Jutlandia; la prensa británica aseguró que se había derrotado y destruido la Flota alemana de Alta Mar, pero lo cierto fue que las bajas británicas fueron muy superiores a las germanas.

Navío de línea español del siglo XVIII

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