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jueves, 24 de enero de 2019

El legado de la cultura helenística


Desarrollada a lo largo del primer milenio antes de nuestra Era, la cultura griega o helenística constituye la base de la civilización europea. En lugar de las culturas teocráticas y simbólicas del Próximo Oriente cimentadas en la magia y la superchería, los antiguos griegos instituyeron el principio de la consideración racional del hombre y la naturaleza. Los griegos se distinguieron en las letras y en todas las ramas del saber. Dramaturgos y poetas, historiadores y geógrafos, matemáticos y filósofos, forman una verdadera pléyade de intelectuales. Su considerable obra ocupa los más brillantes capítulos en el estudio de cada una de las citadas materias: Historia de la Literatura, Historia del Pensamiento, Historia de las Ciencias. Autores trágicos como Esquilo, Sófocles y Eurípides; poetas como el inmortal Homero, Hesíodo y Píndaro; historiadores como Heródoto y geógrafos como Ptolomeo; filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles; científicos como Pitágoras y Arquímedes, han iluminado y continúan alumbrando el mundo con los vivos destellos de su genio.
Las grandes normas de la cultura helenística fueron, en el aspecto estético, la sublimación de la belleza como abstracción suprema del mundo sensible, y el respeto a la libertad del individuo y a la búsqueda de la verdad en la esfera del pensamiento. Gracias a estos incentivos, los progresos artísticos, científicos y filosóficos fueron enormes, hasta el punto de que la civilización occidental jamás se ha desprendido de ellos.
Por otra parte, la cultura griega fue una cultura urbana, creada por ciudadanos libres y en beneficio de todos ellos, y no solo de los reyes o de la casta sacerdotal dominante como sucedía en las culturas del Próximo Oriente.
La historia de la antigua Grecia se divide en varias etapas. La Época Clásica es el periodo de la historia de Grecia comprendido entre la revuelta de Jonia —año 499 a.C., cuando termina la Época Arcaica— y el reinado de Alejandro Magno —años 336 a.C. al 323 a.C., cuando comienza la Época Helenística—, o de un modo más genérico, los siglos V y IV antes de Cristo. Se trata de una época histórica en la que el poder de las polis o ciudades-estado griegas y las manifestaciones culturales que se desarrollaron en ellas alcanzaron su apogeo.

El fin del helenismo

A finales del siglo III a.C., la Magna Grecia —nombre dado en la Antigüedad al territorio ocupado por los griegos al sur de la península Itálica y Sicilia— cayó bajo la dominación romana tras un siglo de enfrentamientos, ya fueran contra Pirro de Epiro, o en el ámbito de las Guerras Púnicas. Pero fue a principios del siglo II a.C. cuando Roma intervino realmente en Oriente. En principio se enfrentó militarmente a los antigónidas, concretamente a Antíoco III Megas, el más importante de los soberanos helenísticos antes de Mitrídates y la célebre Cleopatra VII. La derrota de Antíoco fue decisiva en la pérdida de influencia política de los seléucidas en Asia Central, en Persia y, por último, en Mesopotamia. Antíoco III fue el último rey seléucida que todavía poseía los medios para dirigir una expedición hasta los confines de la India. Durante el reinado de su hijo, los seléucidas no consiguieron dominar la insurrección de los Macabeos o Asmoneos en Palestina, que consiguieron refundar un estado teocrático judío independiente. La irrupción de los partos aceleró la descomposición política y, a principios del siglo I a.C., los soberanos seléucidas ya solo reinaron en Siria.
Después de su victoria sobre los seléucidas, Roma promovió un lento y complejo proceso de desgaste sobre los reinos helenísticos, con la complicidad de varias ciudades griegas y del reino de Pérgamo, asegurándose tras dos siglos el completo dominio del Mediterráneo oriental.
No obstante, la penetración romana en el Oriente helenístico no se produjo sin resistencia, y los romanos precisaron no menos de tres guerras para doblegar al rey del Ponto, Mitrídates VI, en el siglo I a.C. El general Cneo Pompeyo Magno suprimió en el 63 a.C. el debilitado reino seléucida, reducido al territorio de Siria, reorganizando el Oriente según el orden romano. El mundo helenístico se convirtió desde entonces en el campo de batalla en las guerras civiles romanas donde se definieron las ambiciones de los diversos generales de la República, como sucedió en Farsalia y Filipos.
La Época Helenística finaliza con la derrota de Antonio y Cleopatra en la batalla naval de Accio en el año 31 a.C. ante la escuadra de Octaviano, futuro César Augusto. Cleopatra VII Filopátor fue la última reina del llamado Período Helenístico de Egipto y de la dinastía Ptolemaica, también llamada Lágida, fundada por Ptolomeo I Sóter, un general (diadoco) de Alejandro Magno.



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