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domingo, 13 de agosto de 2017

Matahari, la espía más exótica de la Gran Guerra

Esta famosa espía holandesa conocida como Matahari, se llamaba en realidad Margaretha Geertruida Zelle, y tenía 41 años cuando fue fusilada por los franceses en un bosque cercano a París el 15 de octubre de 1917, acusada y condenada a muerte por espionaje durante la Primera Guerra Mundial. La palabra «matahari» significa sol en idioma malayo. Margaretha era la hija mayor de un sombrerero y tenía tres hermanos varones. Sus padres se divorciaron y su madre falleció a los dos años del divorcio. Su padre se volvió a casar y Margaretha comenzó a deslumbrar a todos con su belleza. Abandonó el hogar familiar y se fue a vivir primero con su padrino, y después con uno de sus tíos. La leyenda negra de la célebre bailarina cuenta que mantuvo relaciones sexuales con ambos. Margaretha inició los estudios académicos para convertirse en maestra de escuela y por entonces contestó al anuncio publicado en un periódico por un militar veinte años mayor que ella que buscaba esposa. Esta práctica era habitual en la época. Después de una breve relación epistolar, Margaretha, de 18 años, y el capitán Randolf McLeod contrajeron matrimonio en Ámsterdam en 1895. Poco tiempo después, la pareja se trasladó a Java, adonde fue destinado su esposo. El matrimonio tuvo dos hijos. En 1899 los niños enfermaron y el menor falleció. Se ha especulado con la posibilidad de que muriera a causa de complicaciones por el tratamiento contra la sífilis que le habrían contagiado sus progenitores, se dijo también que el niño podría haber muerto por envenenamiento; un acto de venganza por el maltrato sufrido por un criado nativo a manos del padre de las criaturas. En cualquier caso, la muerte del niño supuso un duro revés para la pareja; un golpe del que no se recuperaron los padres. Él se refugió en la bebida y ella buscó consuelo manteniendo relaciones con hombres javaneses que la iniciaron en las prácticas sexuales propias de las cortesanas balinesas, así como en las sensuales danzas que años más tarde le proporcionaron gran fama como prostituta de lujo.
La pareja regresó a Europa y se separó en 1902. Cuatro años más tarde se celebró la vista del divorcio y su esposo logró arrebatarle la custodia de su única hija, aunque inicialmente le había sido asignada, alegando que su madre llevaba una vida de libertinaje y depravación por su oficio de bailarina exótica. Un eufemismo para ocultar su auténtica profesión: la de prostituta. Entre medias, Margaretha había intentado sin éxito abrirse camino en París como modelo posando para pintores y otros artistas utilizando el seudónimo de Lady McLeod. Sus continuos fracasos la llevaron a caer bajo los efectos de una profunda depresión y llegó a carecer de los recursos económicos mínimos para subsistir, por lo que regresó a Holanda. Volvió a París armándose de valor y dispuesta a todo. Incluso a utilizar los conocimientos que había adquirido en Asia sobre técnicas amatorias y prácticas sexuales explícitas que en Europa aún estaban condenadas por la moral cristiana y por la rígida sociedad victoriana. Incluso en el alegre París de entonces, la cacareada relajación de costumbres propia de la Belle Époque, quedaba restringida a los vodeviles y poco más.
Aprovechando el tirón de la literatura romántica de finales del siglo XIX, y aprovechando su aspecto, sobre todo su tez oscura y el cabello negro heredado de su madre, se hizo pasar por una supuesta princesa de Java y creó una coreografía propia y adaptada de los bailes balineses, ejecutándolos de manera aún más sensual. El broche final a estos bailes exóticos solía ser un desnudo integral o parcial, lo que enseguida le granjeó cierta fama en el mundillo del vodevil allá por 1905. Gracias a su determinación y a su gran imaginación, Margaretha pudo superar la difícil situación económica en la que se hallaba tras su separación. Sus sensuales danzas, bailando semidesnuda –o desnuda–, le proporcionaron el dinero necesario para salir de la miseria en la que se encontraba. Margaretha logró abrirse paso en París en poco tiempo y se organizaban auténticas colas para conseguir localidades en las primeras filas del teatro para ver su espectáculo de danzas eróticas. Curiosamente, aunque se desnudaba casi completamente e incluso ejercía de prostituta, rara vez mostraba sus pechos, ni tan siquiera como reclamo en las populares fotografías publicitarias de sus espectáculos. Valiéndose de la fama que se había granjeado como bailarina exótica, mantuvo relaciones con muchos políticos y militares. 
Matahari llegó a crear escuela y hacia 1910 ya tenía muchas imitadoras, y aunque su fama y la de sus espectáculos aumentaba, iba perdiendo sus encantos físicos, pues ya no era tan joven y había ganado peso, por lo que tuvo que ejercer con frecuencia de cortesana para mantener su tren de vida. Por aquella época intentó recuperar a su hija que vivía con su padre, pero no lo consiguió. En 1916, Margaretha estaba profundamente enamorada de Vadim Maslov, un joven oficial ruso de 23 años que fue gravemente herido en el frente. Ella acudió a las autoridades francesas para conseguir un visado especial para atravesar la zona de guerra donde se desarrollaban los combates, particularmente violentos aquel año, y poder visitar a su amante en el hospital donde se encontraba convaleciendo de sus heridas. Se dice que ella aceptó el encargo de espiar para Francia al embajador alemán en Madrid cuando su amante se lo pidió, pero Matahari no resultó demasiado hábil como espía, y se cree que los alemanes la reclutaron entonces como doble agente para que revelase los supuestos secretos militares que conocía a través de los oficiales franceses con los que se acostaba, ella aceptó pero sólo dio información trivial. Hay que puntualizar que se requiere un mínimo de preparación militar para sonsacar información importante: calibre de las baterías de artillería, situación en el frente de dichas piezas, movimientos tácticos de cuerpos de ejército, líneas férreas, transportes de tropas… 
No parece que Matahari reuniese estas características cuando fue arrestada por los franceses el 3 de febrero de 1917 en la habitación del hotel de París donde se alojaba. Ella pidió que se le diera tiempo para ducharse y cambiarse de ropa; se lo concedieron y regresó al cabo de unos minutos completamente desnuda y regalando bombones a sus captores, en un desesperado intento de disuadirlos, que no dio resultado. Fue acusada de espionaje, de ser una agente doble al servicio de Alemania y de haber sido la causante de la muerte de miles de soldados franceses en el frente por la información revelada a los alemanes. Su amante ruso, Vadim Maslov, habló de ella en términos despectivos tratándola de «aventurera» y abandonándola a su suerte cuando supo que ya la habían encarcelado. Por esas mismas fechas, febrero de 1917, el zar ya había sido derrocado, y este oficial tenía escaso provenir en el Ejército ruso, por lo que no sería extraño que los franceses le hubiesen presionado para declarase contra su amante a cambio de asilo o refugio político. Matahari fue sometida a juicio sumarísimo, y durante el mismo afloraron muchas de las mentiras y engaños que había contado sobre su vida, lo cual fue empleado para desacreditarla. Lo que buscaba Francia era un chivo expiatorio al que culpar por los numerosos fracasos cosechados por los aliados a lo largo de 1916: los franceses habían sido barridos por los alemanes en Verdún; y sus aliados británicos habían sido estrepitosamente derrotados por los teutones en el Somme. Se cuenta que en un momento del juicio Matahari exclamó: «¿Una ramera? ¡Sí! Pero jamás una traidora». A pesar de todo, fue declarada culpable sin pruebas concluyentes y basadas en hipótesis que nunca fueron demostradas. De hecho, una asociación de su ciudad natal solicitó al Ministerio de Justicia francés una revisión póstuma del caso, pero esta petición no fue atendida. ¿Reconocer Francia una injusticia? ¡Jamás! Las leyes de memoria histórica quedan para otros países. Los franceses pasaron página sobre lo que sucedió en retaguardia durante las dos guerras mundiales hace mucho tiempo.
Matahari fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 15 de octubre de 1917, en Vincennes. La leyenda sostiene que la escuadra tuvo que ser vendada para no sucumbir a sus encantos. Sin embargo, son probados los hechos de que lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y que, de los 12 soldados que constituían el pelotón de fusilamiento, sólo acertaron 4 disparos, uno de ellos en el corazón, causándole la muerte instantánea, lo que hacía innecesario el tiro en la sien que le propinó el oficial al mando del pelotón de ejecución. La noticia recorrió el mundo. Existe una narración periodística que detalla el dramático momento del fusilamiento, describiendo la expresión de su rostro, la forma en que cayó y la disposición final del cuerpo en el suelo. Detalles conmovedores para enmascarar un crimen de Estado perpetrado por los franceses para culpar a una mujer indefensa de sus derrotas militares en 1916. Vive la France!

Idealización de Matahari caracterizada como bailarina exótica

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