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domingo, 13 de agosto de 2017

Íncubos y súcubos: unas criaturas diabólicas

Según algunas leyendas apócrifas, el mago Merlín fue engendrado por un demonio, un espíritu impuro que se unió carnalmente a una monja. En algunas obras la madre de Merlín no es una monja, sino la hija célibe de un reyezuelo galés, aunque también se menciona a una terrible bruja que habita en el bosque. Otras versiones sugieren que Merlín fue concebido por su madre sin intervención masculina. En cualquier caso, parece ser que Merlín fue creado para atraer a los hombres y mujeres al lado oscuro que a todos nos acecha; pero al crecer decidió hacer lo contrario y se convirtió en guía espiritual del legendario rey Arturo de Camelot. 
El súcubo, según las leyendas medievales, es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los adolescentes y a los monjes más devotos, introduciéndose en sus sueños y provocándoles obscenas fantasías sexuales. En general, los súcubos son mujeres dotadas de una gran sensualidad y de una extraordinaria belleza. En la Edad Media, la Iglesia asustaba a los sencillos feligreses que acudían a sus parroquias hablándoles de los súcubos y los íncubos como de unas criaturas diabólicas que se apoderaban del alma de los buenos cristianos mientras dormían, copulando con ellos o inspirándoles pensamientos libidinosos. La descripción que hacía la Iglesia de estas criaturas era un tanto contradictoria, pues las pintaba como seres horripilantes, tanto a los espíritus impuros masculinos como a los femeninos, al tiempo que prevenía sobre su diabólica capacidad de seducción. Cosa harto difícil de creer es que un hombre o una mujer de aspecto físico tan espantoso pudiese seducir a las criaturas del sexo opuesto. Para las crédulas y sencillas mentes de los hombres y mujeres medievales, sobre todo en los medios rurales, los íncubos y los súcubos eran demonios alados, con cuernos y largas colas terminadas en punta de lanza. Con la llegada del Renacimiento, estos espíritus empezaron a ser representados, sobre todo los femeninos, como mujeres de extraordinaria belleza. Lo que despertaba más los deseos de pecar con ellas, que el de abstenerse de mantener contacto carnal.
Desde entonces, estos demonios son representados como mujeres de gran belleza, piel perfecta y largas cabelleras de pelo negro o rojizo. Según algunas tradiciones apócrifas, los súcubos son descendientes de Lilit, la primera esposa de Adán y reina de la Oscuridad. Los súcubos desean la perdición de los hombres, por eso los atraen primero con palabras lisonjeras, para luego atormentarlos con su desdén y no acudiendo cuando son invocados. Sus movimientos son seductores y poseen un carisma capaz de fascinar a cualquier hombre o mujer. En la Edad Media se decía que sólo los más santos de entre los eremitas y ascetas podían resistirse a sus encantos y ser capaces de discernir la mirada del Mal en su mirada oscura y enturbiada por el enfermizo deseo carnal. Con el paso de los años y el cambio de las modas, súcubos e íncubos han ido evolucionando. Hoy estarían más cerca de la imagen arquetípica de ejecutivos de importantes compañías, hablando varios idiomas, dotados de gran empatía y expertos en relaciones humanas. Cualquiera diría de estas personas que son auténticas triunfadoras en el mundo actual presidido por el individualismo y el consumismo compulsivo. Los súcubos no necesitan mostrarse agresivos y rehúyen los conflictos. Prefieren usar su capacidad de persuasión y don de gentes para conseguir sus propósitos. Además, en caso de necesidad, no dudarán en adoptar el papel de víctima o de damisela en apuros. Incluso pueden enredar y poner a unos en contra de otros por simple diversión. Una vez han elegido a su víctima procuran alejarse con ella de la multitud, y entonces usan su capacidad de sugestión, muy parecida a la de los vampiros, para hacerle creer prácticamente cualquier cosa que deseen. Cuando la víctima entra en ese estado hipnótico es atacada por el súcubo, que consume la energía vital de la víctima mientras mantienen relaciones sexuales. Algo sobre lo que también prevenían los curas: el exceso de actividad sexual podía provocar ceguera, especialmente la masturbación masculina. Estos demonios se nutren de la energía vital de los seres humanos, energía que también les permite mantener eternamente un aspecto joven y encantador, como Dorian Gray. Tras el estado de inconsciencia, las víctimas pasan a un sueño profundo del que suelen despertar agotadas, deprimidas y con la sensación de haber vivido una horrible pesadilla, aunque si el súcubo se excede extrayendo energía de su víctima, es posible que ésta no consiga despertar y acabe muriendo de consunción, como les ocurría a las víctimas de los vampiros decimonónicos. Una explicación menos fantástica nos diría que los pobres campesinos morían a causa de malnutrición.
Aunque no es habitual, en ciertas ocasiones los súcubos muestran su verdadero aspecto mientras mantienen relaciones con sus víctimas. Los ojos de serpiente, los colmillos, las alas de murciélago y la cola son extras que añaden al martirio al que someten a sus víctimas cuando éstas no les han agradado o dejan de complacerlos. Los íncubos son la versión masculina del súcubo. Suelen ser hombres jóvenes, muy viriles, atractivos y bien dotados, que seducen y atraen generalmente a mujeres, o a hombres afeminados, a los que atormentan de la misma manera que suelen hacerlo los súcubos con sus víctimas. Súcubos e íncubos disfrutan sabiendo el dolor y la vergüenza que causarán a sus víctimas al despertar de su espantoso sueño. Las mujeres incluso pueden quedar embarazadas de los íncubos. Cuando esto ocurre existe la posibilidad de que el bebé sea un engendro diabólico. Súcubos e íncubos tienen la capacidad de realizar sus encantamientos en el mismo lugar donde realizan el acto sexual, generalmente en la cama de la víctima, de manera que cada vez que ésta descansa sobre dicha cama se drena parte de su energía, que pasa directamente al demonio aunque esté lejos del allí. Esta poderosa hechicería puede acabar con la vida de la criatura mortal mientras hace más fuerte al demonio. Así, cuantas más víctimas consiga, más poderoso se vuelve. En el siglo XVI, una talla o la escultura de un súcubo fuera de una posada, indicaba que también funcionaba como burdel.

Íncubo acechando a su víctima mientras duerme

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