Powered By Blogger

viernes, 13 de octubre de 2017

La leyenda negra del Viernes 13

Tiene ésta su origen en una fecha que quedó marcada por el misterio y la traición: el viernes 13 de octubre de 1307. En la madrugada de este día, el rey francés Felipe IV inició una brutal persecución contra la Orden de los Caballeros Templarios que provocó el arresto masivo de sus miembros porque el rey de Francia ambicionaba acabar con la acaudalada orden militar porque se había convertido en el principal prestamista de la Corona. Felipe IV persuadió al papa Clemente V para que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de profanar la cruz, de herejía, de practicar la sodomía y adorar a ídolos paganos y diabólicos. Sin embargo, se trataba de falsas acusaciones sin base alguna para ocultar las verdaderas causas de la persecución. El rey de Francia ambicionaba acabar con la poderosa orden religioso-militar para conjurar el peligro que suponía para la Corona su creciente poderío político y financiero. Aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret, el rey Felipe IV despachó correos a todos los lugares de su reino con órdenes estrictas de que nadie los abriera hasta la noche previa a la operación: el jueves, 12 de octubre de 1307. Los pliegos ordenaban la captura de todos los templarios y el embargo de sus bienes.
El 12 de octubre de 1307, a la salida de los funerales de la condesa de Valois, el gran maestre, Jacques de Molay y su séquito fueron arrestados y encarcelados. Durante la madrugada del viernes 13, la mayoría de los templarios franceses fueron apresados y sus bienes confiscados por mandato expreso del Santo Oficio. El proceso fue una farsa. Sin ir más lejos, los templarios habían de ser juzgados con respecto al Derecho canónico y no por la justicia ordinaria de Francia. Asimismo, Guillermo de Nogaret —mano derecha del rey— estuvo bajo la excomunión formal de la Iglesia desde el principio hasta el fin de los procesos. Por medio de la tortura, el Santo Oficio obtuvo las declaraciones que deseaba, incluso la del Gran Maestre, pero estas confesiones fueron revocadas por la mayoría de los acusados posteriormente. En 1314, Jacques de Molay, Godofredo de Charnay, maestre en Normandía, Hugo de Peraud, visitador de Francia, y Godofredo de Goneville, maestre de Aquitania, fueron condenados a cadena perpetua, gracias a la intercesión del Papa y de importantes nobles europeos. No en vano, encima de un patíbulo alzado en Nôtre-Dame, donde se les comunicó la pena, los máximos representantes de la orden renegaron de sus confesiones: «¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar a la Orden del Templo por salvar nuestras miserables vidas!».
Aquel mismo día, se alzó una enorme pira en un islote del Sena, denominado Isla de los Judíos, donde los cuatro dirigentes fueron llevados, esta vez sí, a la hoguera. Según se cuenta entre el mito y la realidad, antes de ser consumido por las llamas, Jacques de Molay se dirigió a los hombres que habían perpetrado la caída de los templarios: «Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad». Fuera real la frase o un adorno literario añadido posteriormente por los cronistas, la verdad es que antes de un año fallecieron tanto el rey Felipe IV como el papa Clemente V.
Caballeros templario y teutónico


No hay comentarios:

Publicar un comentario