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miércoles, 25 de abril de 2018

El vuelo de Rudolf Hess que pudo poner fin a la II Guerra Mundial


Sobre el misterioso vuelo de Rudolf Hess a Reino Unido en mayo de 1941, en vísperas de la Operación Barbarroja, el que fuera premier británico Winston Churchill nos ofrece una versión contradictoria en sus Memorias. Por su parte, el duque de Hamilton, sir Ivone Kirpatrick, lord Beaverbrook y sir John Simon, que interrogaron a Hess, guardaron siempre un mutismo absoluto sobre la singular y comprometida aventura del dirigente nazi que, aparentemente, quería conseguir la paz con Gran Bretaña.
La reacción del canciller Adolf Hitler ante la disparatada aventura de su lugarteniente nunca se ha aclarado de forma satisfactoria: unas versiones defienden que le acusó de loco y le relevó de todos sus cargos, mientras que otras apostillan que el Führer se tomó la huida de Hess como si se tratase de una felonía. Y también hay historiadores que afirman que Hitler se tomó la deserción de su fiel lugarteniente con absoluta tranquilidad, lo que parece poco probable. En el Kremlin, el vuelo se interpretó como un intento de Hitler de firmar la paz por separado con Reino Unido para aislar a la Unión Soviética y que permitiese a los alemanes concentrar todas sus fuerzas en el Este para exterminar a los rusos y a los demás pueblos eslavos. No olvidemos que en el momento de producirse el vuelo de Hess a Escocia, en mayo de 1941, EEUU todavía no había entrado en guerra, lo haría en diciembre de ese mismo año tras el ataque japonés a Pearl Harbor y sería Alemania la que declarase la guerra a EEUU, un error de bulto por parte de Hitler.
En 1946, tras los Juicios de Núremberg, Hess fue acusado de «crímenes contra la paz» y encarcelado por los británicos en la cárcel de Spandau, donde permanecería hasta su fallecimiento el 17 de agosto de 1987, dos años antes de la caída del Muro. El anciano Hess, para el que nunca hubo perdón ni se le aplicó ninguna medida de gracia o humanitaria contaba 93 años en el momento de su muerte.
Existen varias versiones de los hechos que llevaron a Hess a volar a Escocia. Peter Padfield revela en su libro Hess, Hitler and Churchill: The Real Turning Point of the Secón World War - A Secret History , (Hess, Hitler y Churchill: el verdadero momento crucial de la Segunda Guerra Mundial – Una historia secreta) publicado en 2013, una teoría basada en presuntas evidencias que demuestran que Hess no era sino un peón de Hitler en una compleja maniobra diplomática para ganar tiempo y tantear a Churchill. Según la misma teoría, el lugarteniente de Hitler era el embajador de una oferta de paz detallada en la que el Führer ofrecía la retirada de las fuerzas armadas alemanas de Europa occidental a cambio de que Gran Bretaña se declarase neutral ante la inminente invasión de la Unión Soviética.
Debe tenerse en cuenta que en mayo de 1941, cuando Hess voló a Escocia, la situación militar de Inglaterra no era muy halagüeña: las tropas británicas habían sido derrotadas en Creta, y en África del Norte el exitoso contraataque de Erwin Rommel contrarrestó la derrota italiana a manos de los ingleses. Por otra parte, Reino Unido no conseguía nuevos aliados: Turquía no estaba dispuesta a socorrer a su antiguo enemigo en la guerra anterior y firmó un pacto de no agresión con Alemania. De otro lado, Bulgaria envió a sus tropas para que invadiesen las Macedonias griega y yugoslava, dejando las manos libres a las tropas alemanas e italianas para acometer la Operación Barbarroja. Rumania, Eslovaquia y Finlandia, amenazadas por Stalin, también se adherían al Pacto Tripartito. Croacia lo haría en abril de 1941, bajo la presidencia de Ante Pavelic, y se constituyó en un Estado independiente que permanecería fiel a su alianza con el III Reich hasta el fin de la contienda. Hungría ocupó el Bánato, mientras en Serbia y Eslovenia se establecían gobiernos locales, de tipo fascista y filonazi. Suecia y España afirmaron su neutralidad, y lo mismo hicieron Suiza, Portugal e Irlanda, ésta última debiendo soportar las terribles presiones de su poderoso vecino inglés para que entrase en guerra.
No quedaban más potenciales aliados europeos para morir por Inglaterra, y Roosevelt no había podido doblegar la formidable oposición del Senado y del Congreso norteamericano para intervenir en la nueva guerra europea. Gran Bretaña estaba sola. Hitler lo sabía y, probablemente, envió a Hess para instar a los británicos a aceptar una paz honrosa. Así las cosas, el 10 de mayo de 1941, Rudolf Hess, pilotando un Messerschmitt, logra burlar la vigilancia de las patrullas de la RAF y aterriza en Escocia. Su propósito era entrevistarse con el duque de Hamilton, antiguo amigo suyo y muy influyente en la corte. Hess confiaba en que el Duque le ayudaría a conseguir una entrevista con el rey Jorge VI y con Churchill para convencerlos de que el Führer no quería continuar la guerra con Gran Bretaña y su Imperio, y hacerles ver que el verdadero enemigo contra el que tenían que unir sus fuerzas era la Unión Soviética.
No hay que olvidar que, en el momento en que Hess se presentó en Escocia con su misión de paz, Alemania aparecía como probable vencedora de la guerra. Inglaterra había sido derrotada en Francia, Bélgica, Noruega, Yugoslavia, Grecia, Creta, y en Libia..., e incluso en los mares su situación era comprometida. Todos sus potenciales aliados continentales habían sido arrollados y Roosevelt seguía sin conseguir embarcar a los EEUU en un nuevo conflicto europeo para socorrer a sus tradicionales aliados británicos.
Sin embargo, Rudolf Hess no conseguiría entrevistarse con el Rey, ni con Churchill, que lo mandó encarcelar en la Torre de Londres y el Gobierno británico le trataría como a un prisionero de guerra y, más tarde, como a un criminal de guerra en Núremberg, a pesar de no encontrarse Hess en Alemania cuando se puso en marcha la Solución Final.
El duque de Hamilton, rompiendo el silencio que le fue impuesto durante veinte años, declaró lo siguiente el 25 de abril de 1962: «Ciertamente, la guerra habría podido terminar en 1940, y la mejor oportunidad para sellar la paz la proporcionó el vuelo de Hess, en mayo de 1941».
El propio Winston Churchill manifiesta en su obra Historia de la Segunda Guerra Mundial, no estar muy contento por la manera como se trató a Hess en su momento. Tampoco la postura de Hitler fue muy clara al respecto y declaró que Hess, su antiguo compañero en la prisión de Landsberg, padecía desde hacía algún tiempo una enfermedad mental degenerativa.
El 18 de julio de 1947 las puertas de la Prisión de Spandau se abrieron para que entraran los siete dirigentes del III Reich que fueron condenados a penas de presidio por el Tribunal Internacional en los Juicios de Núremberg. Volverían a abrirse para dejar salir a seis de ellos, ya fuera por haber cumplido la condena, o por haberse conmutado ésta por razones de edad o salud del reo. Sólo para Rudolf Hess permanecieron cerradas. El hombre que el 10 de mayo de 1941 partía en una misión de paz que nadie quiso escuchar.
¿Pudo detenerse entonces la guerra? Posiblemente, pero nunca los sabremos con certeza porque la historia la escriben los vencedores.



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