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sábado, 15 de julio de 2017

El obispo que cabalgó a lomos del diablo

En el siglo XVIII la leyenda del obispo de Jaén cabalgando a lomos del diablo era ya tan popular, que el padre Feijoo le dedicó un ensayo titulado De la transportación mágica del obispo de Jaén. En una iglesia de Roma se mostraba el sombrero que el obispo de Jaén se dejó olvidado en su memorable visita. Recordemos, no obstante, la leyenda: el obispo de Jaén tenía encerrados a tres demonios en una garrafa. Un día, uno de ellos le propuso llevarlo por los aires si, a cambio, le entregaba cada noche las sobras de su cena. El prelado aceptó el trato y le pidió al diablo que le llevara a Roma, a ver al Papa. En un abrir y cerrar de ojos el obispo voló por los aires a lomos del diablo y llegaron al palacio pontificio justo a tiempo de evitar que el Santo Padre cometiese un grave pecado. El Pontífice, agradecido, le entregó al obispo un lienzo con el Santo Rostro. De vuelta en Jaén, el diablo regresó a su encierro en la garrafa. A partir de entonces, el obispo cenaba nueces y le echaba las cáscaras al diablo: «Ahí van las sobras acordadas», le decía socarronamente. Existe una versión medieval de esta leyenda que difiere un tanto de ésta: el que tenía encerrados a los diablos no era el obispo de Jaén, sino el rey Salomón, y que los espíritus encerrados en la garrafa revelaron a Salomón los secretos de la Cábala y él «los encerró en una botella fuera de uno que era cojo». Recordemos que en la remota antigüedad la cojera se asociaba con los reyes sagrados. Existe, además, otra tradición apócrifa según la cual el propio Jesús era cojo. Según la misma tradición, Aristóteles fue un perfecto ignorante de pocas luces hasta que Alejandro Magno tomó Jerusalén y «él logró saber dónde estaban ocultos los libros de Salomón y se hizo sabio». Según la antigua leyenda, estos espíritus ayudaron a Salomón a obtener la sabiduría o gnosis perfecta, el nombre secreto de Dios, el Shem Shemaforash, el objetivo final de la Cábala. En la versión del obispo de Jaén, los diablos lo ayudan a volar por los aires para llevar a Jaén el Santo Rostro. El obispo de Jaén que, según la tradición, trajo de Roma la reliquia fue don Nicolás de Biedma en 1376. ¿Era este obispo un cabalista que logró hacerse con los secretos de Salomón?
Hay más detalles extraños en la vida de este obispo. En 1378 fue promovido al obispado de Cuenca, donde acabó sus días. Precisamente en la misma ciudad donde, tres siglos después, aparece un misterioso individuo que asegura tener encerrados a tres diablos en una garrafa y que éstos le llevaron volando a Roma. El hombre acabó siendo procesado por la Inquisición y dio con sus huesos en la cárcel. ¿Eran los mismos diablos?
Don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce fue obispo de Jaén entre los años 1500 y 1520. De orígenes humildes, en su infancia fue pastor, como Hércules, y como otros héroes solares reveladores del secreto de la Serpiente. Siendo todavía muchacho, don Alonso fue a un sastre para que le hiciese un capote y cuando el sastre se lo puso encima para que se lo probase le dijo: «Pareces un obispo con este capote». Muchos años después el humilde pastor llegó a obispo como le profetizara el alfayate, y el obispo le concedió una pensión. Don Alonso Suárez ascendió de su humilde condición e hizo carrera, llegando a ser nombrado, después de un tiempo, inquisidor general y obispo de Mondoñedo, primero, y después de Lugo. En el ejercicio de sus funciones en los obispados empezó a interesase por las ciencias ocultas, la sabiduría antigua y desde su puesto de inquisidor conoció a algunos cabalistas.
En 1499 don Alonso consiguió el puesto de obispo en Jaén, lo que le ocupó los últimos veinte años de su vida. Una época muy fructífera, ciertamente. No quedó un solo rincón en su diócesis donde no se levantara una iglesia o algún monumento o edificio religioso. Esta intensa actividad sigue planteando a día de hoy una pregunta de difícil respuesta: ¿de dónde salió el dinero para acometer todas aquellas obras? Entre ellas, un magnífico palacio que el obispo habitó en Jaén, ya desaparecido. Don Alonso Suárez falleció el 5 de noviembre de 1520 y su cuerpo recibió sepultura, por expreso deseo suyo, en el suelo de la capilla mayor que él había restaurado y ampliado. Y aquí empieza la parte más enrevesada del asunto. Ciento catorce años después, la capilla fue demolida. La momia del obispo fue desenterrada y trasladada, provisionalmente, a la sacristía. Cuando la nueva capilla se terminó de construir, en 1664, el cabildo se negó a que el cuerpo del obispo se devolviera a la sepultura, para que el santuario del Santo Rostro quedara libre de enterramientos. Tal decisión provocó un farragoso pleito entre el cabildo y la familia del obispo Suárez. Mientras se resolvía el asunto, la momia del obispo quedó alojada en un mueble de esta capilla. Durante cuatro siglos, don Alonso durmió el sueño de los justos en un cajón.
Cada año, la víspera del Día de Difuntos, sus descendientes enviaban al cabildo seis blandones de cera nueva. Se entendía que, si el cabildo los aceptaba, la momia de don Alonso podría recibir sepultura en la capilla mayor. Pero el cabildo los rechazó siempre, año tras año, sin dar más explicaciones. ¿Por qué seguían negándose a dar sepultura al cadáver del obispo que tanto bien había hecho en vida? El obispo se hizo enterrar con un libro y con unos determinados ornamentos. Pero libro y ornamentos se cambiaron por otros en 1876. Los antiguos desaparecieron, así como el libro que los acompañaba y jamás se supo de ellos. Para que no se notara su falta pusieron en su lugar, sobre el corazón de la momia, un ejemplar de las Odas de Horacio, que acompañaba todavía al difunto en 1958, cuando la cajonera se abrió por deseo expreso de doña Carmen Polo, esposa del general Franco, que quería contemplar la momia.
Finalmente, el 13 de mayo de 2001 el cuerpo insepulto del obispo recibió sepultura en la capilla mayor de la catedral por disposición de obispo Santiago García Aracil, vinculado al Opus Dei, en presencia de los descendientes del obispo insepulto. Desde que los enigmas sobre el obispo insepulto y la catedral de Jaén comenzaran a atraer la atención pública debido a la publicación de un libro sobre el asunto en 1988, muchas pruebas han desaparecido y quizá alguna mano misteriosa se ha empeñado en borrar las señales que conduzcan a la resolución del enigma: ¿de dónde salía el dinero que el obispo de Jaén gastaba a manos llenas?
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