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viernes, 28 de julio de 2017

La maldición de Príapo

Son muchas las leyendas que se cuentan sobre Príapo. Una de las más populares en la Antigüedad fue la que relataba Ovidio en Los Fastos, donde la ninfa Lotis se desvaneció ebria durante un banquete y Príapo aprovechó la oportunidad para intentar violarla. Con sigilo se acercó a ella y justo cuando iba a montarla, uno de los asnos de Sileno, anfitrión del banquete, alertó al resto de convidados con sus estridentes rebuznos. Lotis se despertó y rechazó a Príapo, pero su auténtica salvación fue ser transformada en flor de loto. Príapo mató al burro por haber desbaratado sus lúbricos planes y no poder gozar de la ninfa a su antojo. Esta leyenda era la base del culto que se rendía a Príapo en la ciudad de Lámpsaco, donde se sacrificaban burros y se ofrecían libaciones en honor del dios. Según otra versión de la leyenda, Príapo no pudo consumar el acto sexual con la ninfa dormida debido a que, por el tamaño descomunal de su verga, no logró penetrarla. Además de éstas, existen otras versiones de la leyenda. Una de ellas asegura que fue Hestia la víctima escogida por el libidinoso Príapo, y que fue advertida por el asno cuando éste se disponía a violarla, y por esta razón durante la festividad de Hestia se coronaba a los pollinos con flores. Otra leyenda cuenta que el origen de la inquina de Príapo hacia los asnos se halla en una discusión que el dios mantuvo con un asno al que Dionisos había concedido el don de la palabra. Ambos discutían para ver quién tenía el falo más grande. Príapo mató al pobre animal para imponerse en la disputa. Después se apiadó de él y lo elevó a los cielos.

Príapo suele ser considerado hijo de Dionisos y Afrodita. Se dice que ésta había cedido a las caricias de Dionisos, pero durante la expedición de éste a la India, también le fue infiel y vivió en concubinato con Adonis. De hecho, Afrodita era la esposa de Hefestos, el herrero cojo. A la vuelta de Dionisos, la adúltera Afrodita regresó a su lado, pero pronto le abandonó de nuevo y marchó a Lámpsaco para dar a luz al hijo del dios. Hera, disgustada por la indecorosa conducta de Afrodita, la maldijo tocándola e hizo que alumbrase un hijo feo y contrahecho, pero dotado de un gran falo y un apetito sexual insaciable. Según otras fuentes, Príapo era hijo de Dionisos y de una náyade, mientras otras le describen como el hijo del hermoso Adonis con Afrodita, de Hermes, o de un fauno de largas orejas, que bien pudo ser Pan u otro sátiro. Príapo se solía representar con un enorme falo en perpetua erección; símbolo de la potencia sexual masculina y de la fuerza fecundadora de la Naturaleza. Los romanos solían colocar en sus jardines estatuas de Príapo, normalmente con la forma de toscas hermas hechas de madera de higuera, manchadas de bermellón (de ahí que el dios fuese llamado rubicundo), con un enorme falo erecto, llevando fruta en una cornucopia, y una hoz en la otra mano. Su función era la de garantizar una abundante cosecha. Príapo alejaba el mal de ojo y su estatua protegía las huertas de los ladrones. Como otras divinidades protectoras de las artes agrícolas, se le creía poseedor de poderes proféticos. Los poetas latinos inventaron situaciones cómicas y obscenas para Príapo, otorgándole una prominencia literaria superior a la que tuvo en los ritos agrícolas y en la religión popular, si bien las figuras fálicas enmascaradas destacaban en muchas ocasiones festivas, tanto en la Grecia del periodo helenístico como en el mundo romano en los dos últimos siglos de la era republicana.

Según los mitógrafos, sus lugares primitivos de culto eran las ciudades de Asia Menor (Anatolia) situadas en el Helesponto, particularmente Lámpsaco. Por esto a veces era llamado Príapo Helespóntico. Más tarde, su culto se difundiría por Grecia e Italia. Los poetas griegos más antiguos, como Homero o Hesíodo, no mencionan a Príapo, y Estrabón afirma expresamente que sólo tardíamente fue objeto de adoración divina; lo que nos lleva a la época helenística. Príapo tenía tantos rasgos en común con otros dioses de la fertilidad, que los órficos le identificaban con sus místicos Dionisos, Hermes y Helios. Las leyendas áticas también le relacionan con otros seres sensuales y licenciosos. No obstante, su equivalente en la mitología romana, Mutino, fue mucho más popular que Príapo en la griega. Luciano cuenta en su obra Sobre la Danza que Príapo era considerado en Bitinia un dios guerrero, y que fue el tutor del joven Ares, dios de la Guerra. 

Príapo según un fresco descubierto en Pompeya

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