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martes, 18 de julio de 2017

Las amistades peligrosas de Marilyn Monroe

Joseph Kennedy, patriarca del poderoso clan de políticos norteamericanos, amasó una inmensa fortuna durante la Ley Seca, e hizo muy buenos negocios con un tal Meyer Lansky, años más tarde jefe de la mafia judía en Cuba, y socio de Lucky Luciano, el legendario capo del crimen organizado. Se puede pensar que todos estos elementos no tienen ninguna relación entre sí. Y que pensar lo contrario sería lo propio de una mente desequilibrada o fantasiosa. Pero si se unen las piezas del rompecabezas, la historia empieza a adquirir visos de realidad: podemos establecer una relación entre el clan Kennedy y la mafia que se inicia en la época de la Ley Seca; sabemos que la mafia ayudó a JFK a ganar las elecciones de 1960 en determinados distritos; que los hermanos Kennedy se deshicieron de las amistades peligrosas una vez se instalaron en la Casa Blanca; que Robert Kennedy, desde su cargo de Fiscal General, dirigió una auténtica campaña de acoso y derribo contra Jimmy Hoffa, carismático líder del Sindicato de Transportes, relacionado con la mafia, y que éste, a su vez, conocía la vida y milagros de todos los personajes antes mencionados, incluido papá Kennedy. 

Lucky Luciano llegaba a La Habana en octubre de 1946 para reunirse con su viejo amigo de la infancia, Meyer Lansky. El capo Luciano se había ganado su libertad colaborando con el Gobierno y el Ejército de los Estados Unidos para facilitar el desembarco aliado en Sicilia en 1943. El hombre de confianza de Luciano en Sicilia era el célebre Salvatore Giuliano, mitad bandolero, mitad líder independentista siciliano, muerto en 1959 durante un tiroteo con la Policía italiana. La OSS (Office of Strategic Services) los servicios de inteligencia norteamericanos de entonces, pagaron a Luciano su colaboración ayudándole a eludir la cadena perpetua dictada contra él por un tribunal neoyorquino. Después de pasar por España, Portugal y Brasil, el afortunado Luciano arribó al aeropuerto de Camagüey, en cuya pista le esperaba su viejo amigo Meyer Lansky, que apostaba por el futuro de los negocios en Cuba. En pocos años, y actuando con discreción, Lansky había eslabonado una larga cadena de influencias entre las más altas esferas políticas y financieras del país caribeño bajo la dictadura de Fulgencio Batista, hasta llegar a convertirse en el mediador silencioso y extraoficial del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en Cuba. Consolidados los vínculos con el poder, la mafia norteamericana escogió La Habana para celebrar el mayor cónclave de su historia. Los principales jefes de las familias mafiosas de Estados Unidos concurrían a la capital cubana para definir zonas de influencia y acciones futuras en medio de una gran controversia entre las dos grandes tendencias: el control del juego y la prostitución, y el tráfico de drogas. En menos de una década, las ametralladoras de Chicago quedaron silenciadas por el dinero lavado de la droga, el juego, la prostitución y otros negocios más respetables, ya que tras el fin de la Ley Seca las pistolas de la extorsión y el crimen organizado fueron enfundadas en honorables empresas, muchas de las cuales se instalaron en Cuba, y que después de ser expropiadas y nacionalizadas por el nuevo régimen socialista de Fidel Castro, exigieron al Gobierno de Estados Unidos que interviniese en Cuba para devolverles su patrimonio. 

Por supuesto, todo esto suena a guión cinematográfico, pero es cierto. Estos sucesos forman parte de la historia de Cuba que se enseña en las escuelas, porque además tienen la virtud de ser ciertos. Los estudiantes cubanos saben quiénes fueron Lucky Luciano y Meyer Lansky, porque fueron personajes reales y son parte de su historia reciente. La Ley Seca estuvo en vigor entre 1919-1932, su derogación supuso la ruina para muchas bandas de gánsteres dedicadas al contrabando de alcohol que entonces volvieron sus ojos hacia Cuba convirtiendo la isla caribeña en su casino particular, hasta que en 1959, Fidel Castro puso fin a sus desmanes: la fiesta se había terminado; «llegó el comandante y mandó parar». John F. Kennedy basó su campaña presidencial de 1960 en la necesidad de expulsar a Castro de Cuba y de intervenir en Vietnam. Para lo primero contó con el apoyo de los viejos amigotes de su padre. Pero cuando ganó las elecciones… ¡los traicionó! Tras el monumental fiasco del desembarco de fuerzas paramilitares mercenarias en la bahía de los Cochinos, en abril de 1961, Kennedy no sólo no invadió Cuba, sino que se mostró dispuesto a alcanzar un compromiso con los soviéticos después de la crisis de los misiles de octubre de 1962, dos meses después de la muerte de Marilyn Monroe, la que fuera su amante.

Edgar Hoover, jefe del FBI, estaba convencido de que la actriz Marilyn Monroe, que mantenía una relación extramatrimonial con el presidente Kennedy y con su hermano Bob, había avisado a las fuerzas de Castro para prevenirlas sobre el desembarco en playa Girón, en la bahía de los Cochinos. Pero lo que no podían admitir los servicios secretos, entre otras cosas, era que el desembarco fue un desastre por lo previsible del mismo, ya que se había inspirado en un viejo plan de desembarco norteamericano que databa de la época de la guerra contra España en 1898, cuando los norteamericanos se plantearon una operación militar similar para ocupar la Isla, todavía bajo soberanía española. 

Marilyn Monroe había estado casada con Arthur Miller, genial autor teatral a quien se acusó se pertenecer al Partido Comunista en la época de la caza de brujas dirigida por los senadores republicanos Joseph McCarthy y Richard Nixon. Precisamente, su famosa obra Las brujas de Salem se inspiró en la histeria que causaron las investigaciones del Congreso sobre las actividades supuestamente comunistas y antiamericanas de los intelectuales de Hollywood y Broadway. Miller encontró un paralelismo con los procesos contra presuntas brujas en Salem, Nueva Inglaterra, acontecidos en 1692, y años más tarde escribiría el guión de la película homónima, que protagonizaron su yerno, Daniel Day-Lewis, y Winona Ryder. Hoover y los suyos creían que los secretos de alcoba que el presidente Kennedy pudo compartir con Marilyn en vísperas del desembarco en la bahía de los Cochinos, pudieron ser transferidos a su ex esposo, Arthur Miller, con el que siempre mantuvo una excelente relación, y de ahí pasar a la URSS, y después al nuevo Gobierno cubano prosoviético. 

Quizá Marilyn Monroe nunca espió para los rusos, pero tras el fiasco del desembarco en playa Girón, debido a que los cubanos habían sido alertados, y al iniciarse la crisis diplomática con Estados Unidos por la instalación de rampas lanzamisiles soviéticas en Cuba en agosto de 1962, algunos empezaron a mostrase inquietos por la relación amorosa que Marilyn Monroe mantenía con el presidente Kennedy. Además, circulaba el rumor de que la actriz podía estar embarazada y de que tenía la intención de hacer pública la identidad del padre de la criatura que esperaba. Cabe suponer que alguien pensó que lo mejor era asegurarse de que Marilyn Monroe guardase silencio para siempre. ¡Y así lo hicieron!

Marilyn Monroe

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