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lunes, 17 de julio de 2017

La horrible bruja Kudrum

Parsifal prosigue su camino, hasta que vuelve a tener delante a la doncella a la que robó un beso. En esta ocasión se cuida de reparar el daño al conseguir que ella se comprometa sentimentalmente con el joven Orilus. Algo que deja al caballero bastante satisfecho. Sin embargo, la sonrisa desaparece de sus labios al descubrir manchas de sangre sobre la nieve. Desciende del caballo, camina hasta donde se encuentran los rojos testimonios y se arrodilla emocionado… ¡Le recuerdan tanto a su amada Condwiramour! Como se niega a abandonar el lugar, acuden a convencerlo varios de los caballeros del rey Arturo, cada uno de los cuales es derribado de su montura con el empujón que Parsifal les propina. Es la única respuesta que obtienen de él. No hace lo mismo con Gawain, el gran orador, ya que se incorpora y decide alejarse de la nieve, donde hace horas que se borraron las manchas de sangre. Una vez se encuentra en Camelot, recibe una gran noticia: la reina Ginebra le perdona por haber matado a Ithier de Gaheriez. Esto le ayuda a vivir unas semanas tranquilas, que terminan convirtiéndose en momentos de diversión y asueto… hasta que aparece la horrenda Vieja de la Mula, llamada también Kudrum la Bruja.
Tenía una nariz de dogo. De su boca salían dos colmillos de jabalí, retorcidos y de un palmo de largos, y los erizados mechones de las cejas se erguían hasta la raíz de su cabellera… Sus orejas eran como las de los osos. Su huraña fisonomía en nada invitaba a las caricias de un amante… Esa poco gentil persona caminaba sobre unas patas de mono y sus uñas ofrecían el afilamiento propio de las garras de un león… También llevaba un sombrero de plumas de pavo real…, y blandía un látigo con las correas de seda y la empuñadura repujada de rubíes… Toda su estampa correspondía a la de una auténtica reina de las sombras… De repente, Kudrum empieza a insultar a Parsifal, luego le habla de su padre Gahmuret y de Vairefill, su hermano, para terminar de esta manera:
—Con una sola palabra que hubieras pronunciado en Montsalvat, eso os habría hecho dueño de unas riquezas superiores a las que se guardan en Traconitas, la ciudad pagana que vuestro hermano Vairefill el Angevino, conquistó a la reina de Samarcanda.
Debéis saber que se conoce como Casa de Anjou o Angevina a tres dinastías de origen francés, de las que se originaron distintas Casas Reales. Los fundadores de las tres Casas ostentaron el título de conde (o duque) de Anjou, de ahí su nombre. Distintos miembros de las Casas de Anjou llegaron a reinar en Jerusalén, Inglaterra, Sicilia, Nápoles, Hungría y Polonia. Durante los siglos XIII y XIV los Angevinos se enfrentaron a la Corona de Aragón por la soberanía sobre diversas posesiones en el Mediterráneo. La rama inglesa de la Casa de Anjou se conoció como Plantagenet, que a su vez derivó en otras dos ramas: los Lancaster y los York, que protagonizaron la Guerra de las Dos Rosas en el siglo XV para dirimir la sucesión al trono de Inglaterra.
Como los caballeros de la Tabla Redonda han escuchado a la Bruja, entienden que existe un lugar lleno de tesoros y deciden ir a buscarlo. También lo hace Parsifal, hasta que se le rompe la espada luego de vencer en un encarnizado combate. Esto le fuerza a buscar la ayuda del eremita Trevrizent. Se diría que el ermitaño le estaba aguardando, porque después de servirle unas viandas y ofrecerle de beber, le lleva a un lugar donde hay un lecho preparado. Aquella misma noche, cuando Parsifal despierta con la mente despejada, escucha unas explicaciones que van a introducirle en los misterios del Grial:
—Cuando Lucifer se hundió con su séquito en los abismos infernales, Dios lo reemplazó por un hombre: cogió barro y con él formó al noble Adán. Del cuerpo de Adán sacó a Eva… De esos dos seres, nacieron unos niños; uno de ellos, cayendo en excesos por un orgullo desmedido, llegó a mancillar a su abuela que aún era virgen. Ahora bien, mucha gente, antes de haber comprendido el sentido de estas palabras, se sorprende y pregunta cómo pudo suceder cosa semejante.
Parsifal pide que se le explique este misterio; y el ermitaño prosigue su exposición:
—La madre de Adán era la Tierra, y Adán se alimentaba de los frutos de ella. En aquellos felices tiempos la Tierra era todavía virgen. Pero no os he dicho quién le arrebató la virginidad. Adán fue el padre de Caín y éste mató a Abel rivalizando por un bien miserable. Cuando la sangre cayó sobre la Tierra pura, perdió su virginidad. Esa virginidad le fue arrebatada, pues, por el hijo perverso de Adán…
El joven escucha sin entender demasiado; no obstante, es consciente de que el eremita le está comunicando algo que le resultará de una gran utilidad. Se esfuerza entonces en comprender y, al final, lo consigue. Lentamente las explicaciones de Trevrizent van tomando otros rumbos, para ir aproximándose a las esencias del misterio del Grial:
—El pensamiento es capaz de substraerse a la mirada del Sol; el pensamiento, aunque ninguna cerradura lo encierre, permanece escondido, impenetrable a cualquier criatura; el pensamiento son las tinieblas donde ninguna luz penetra. Pero la Divinidad tiene el poder de iluminarlo todo; su resplandor irradia a través del muro que rodean las tinieblas… Todo esto lo logra el Grial, cuyo poder emana del mismo Dios… Pero se debe actuar como lo hicieron los cátaros, los «hombres puros», al convertirse en Perfectos… el Grial que vos visteis en el castillo de Montsalvat lo protegían templarios, que con frecuencia se alejan cabalgando, en busca de aventuras. Sin que importe el resultado de sus combates, gloria o humillación, lo aceptan de buen grado, con el corazón sereno, tomándolo como la expiación de sus pecados…
«Los alimentos que consumen los templarios proceden de una piedra preciosa que, en su esencia, es toda ella pureza. Si no la conocéis, os daré su nombre: se llama ésta Lapsit Exilis. Y el fénix se consume y se convierte en cenizas por sus extraordinarias cualidades; pero de estas cenizas renace la vida; gracias a esta piedra, el fénix realiza su mutación para reaparecer después en todo su esplendor, tan bello como siempre. No hay hombre lo suficientemente enfermo como para que, en presencia de esa piedra, no tenga la convicción de escapar de la muerte durante la semana siguiente al día en que lo vio. Quien la ve, cesa de envejecer. A partir del día en que esa piedra se les aparece, todas las mujeres y todos los hombres recuperan la apariencia que tenían cuando estaban en la plenitud de sus fuerzas. Si estuvieran en presencia de la piedra durante doscientos años, no cambiarían; solamente ocurriría que los cabellos se tornarían canos. Esa piedra le da al hombre tal vigor que los huesos y la carne recuperan al instante la juventud perdida. También lleva el nombre del Grial… Cada Viernes Santo concede la piedra la virtud de suministrar los mejores brebajes y los mejores manjares… la piedra procura, además, a sus custodios caza de todo tipo…
»Os diré que en el borde de la piedra se lee una misteriosa inscripción, en la que se han escrito los nombres y el linaje de los que están predestinados a cumplir ese bienaventurado viaje para conseguirla. Para eliminar la inscripción no es preciso rasparla, puesto que se desvanece ante los ojos de quienes la miran nada más que leen su nombre. Los elegidos pueden encontrarse en los más lejanos países, o aquí mismo…
»En el castillo de Montsalvat reside una noble cofradía. Los que forman parte de ella han luchado con valor para impedir que la gente impura se aproxime al Grial, a excepción de aquellos cuyo nombre se haya inscrito en uno de los bordes de esta piedra divina. El poder del Grial se manifiesta de esta manera: nadie puede entrar en el santuario si no es elegido por medio de la magia. Nadie puede ver allí a Anfortas, el Rey Pescador que vos conocisteis, porque no supo respetar la castidad al ir en busca del amor, por eso se le hirió en la virilidad con una lanza envenenada…
»Ahora os hablaré del Linaje del Grial. El abuelo Alarico tuvo un hijo, el rey Frimutel, que falleció dejando tras de sí a varios descendientes: mi hermana Josiane, la Portadora del Grial y Dispensadora de Gozos, Anfortas, Herzeloide, vuestra madre y yo mismo… Aunque me duele, he de contaros que vuestra madre murió de pena al veros partir… Una tragedia de la que no debéis lamentaros demasiado, porque vuestro destino ya estaba escrito; encontrar al rey Le Hellín, porque dio muerte a un caballero del Grial y robó a Guengalet el caballo blanco, al que también llamábamos Gringalet. Luego él fue el asesino, de una forma indirecta de vuestra propia madre y de mi hermana…»
Parsifal se muestra impaciente al conocer su destino y se halla dispuesto a asumirlo. Pero, el ermitaño Trevrizent le retiene porque necesita contarle algo muy importante:
—No pretendáis marcharos sin conocer el error que cometisteis en el castillo del Grial: al Rey Pescador debisteis hacerle esta pregunta: «¿cuál es el sufrimiento del que sois víctima?»
En este punto de la novela, Wólfram von Eschenbach deja a Parsifal, para narrarnos las aventuras de Gawain. Éste llega al castillo de la Maravilla, cuyo señor es el temible mago Klingsor. Un personaje cruel que somete al caballero a varios desafíos, algunos casi mortales. Se halla agonizante cuando le socorren las Niñas-Flores, que sólo le retienen el tiempo suficiente para que se restablezca de sus heridas. Porque Gawain necesita llegar a la Ciudad de los Mil Tesoros. En el momento que se pone en camino, vuelve a tropezar con otros retos, hasta llegar al Vado Peligroso. Una vez que lo ha superado, se entera de que su amigo misterioso, el mago Klingsor, es en realidad un antiguo duque de Mantua, al que un rey ordenó castrar por haber seducido a su esposa. Como venganza, el adúltero se entregó al estudio de las ciencias diabólicas, con el fin de hacer prisioneros a todos los caballeros y a todas las damas que pasasen por su castillo. Sin embargo, se había impuesto una condición, que acaso nunca pensó en tener que cumplir al considerarla imposible: rendirse ante quien superará todos los obstáculos y desafíos urdidos con su magia. Como Gawain acaba de salir ileso del Vado Peligroso, la última de las pruebas, al mago Klingsor no le queda más remedio que poner en libertad a todos los cautivos y cautivas que llenan las lúgubres mazmorras de su castillo. Sorprendentemente, entre los liberados se encuentra la madre del rey Arturo, y la madre y las hermanas del propio Gawain. Semanas más tarde, después de haber pasado por Camelot, Gawain se enfrenta a un misterioso caballero durante dos días inacabables. Cuando ambos contendientes se encuentran en el suelo, casi desfallecidos pero con las espadas aún en la mano y dispuestos a seguir luchando, se preguntan sus nombres. Antes de hablar levantan las viseras de sus yelmos, y entonces pueden reconocerse: son Gawain y Parsifal.
Reconocen que por esto no pudo vencer ningún de los dos en el singular combate y, luego, se abrazan riendo. En seguida se toman un tiempo para descansar, luego de beber agua y reponer fuerzas consumiendo unas viandas. Los dos caballeros continúan superando grandes aventuras, hasta que Gawain cambia la idea de ir en busca de la Ciudad de los Mil Tesoros por la de contraer matrimonio: se casa con la bellísima Orgelus. Esto deja muy triste a Parsifal, ya que le ha devuelto el recuerdo de su amada Condwiramour. Termina por ponerse en marcha, hasta que se encuentra con un caballero que viste ropas orientales, porta armas sarracenas y tiene la piel negra. Luchan duramente, hasta que la espada del caballero de tez blanca se rompe. Entonces su rival depone las armas y revela su nombre: Vairefill el Angevino. De pronto, Parsifal se acuerda de que así se llama su hermanastro, es decir, el hijo que su padre tuvo con la princesa de Oriente. Ambos se abrazan y, después, hablan de los muertos y de los vivos de su familia. Seguidamente, cabalgan hasta el castillo del rey Arturo. A la mañana siguiente, reaparece la bruja Kudrum, que se planta delante de Parsifal; sin embargo, en esta ocasión no lo hace para insultarle, sino con el fin de que escuche un mensaje profético de sus labios:
—En la piedra divina ha aparecido una inscripción, la cual ordena que tú te conviertas en el rey del Grial. Condwiramour, tu esposa, y tu hijo, Lohengrín, serán llamados al castillo del Grial contigo… También lo que te he anunciado está escrito en las estrellas, como bien conoce el noble y rico Vairefill, tu hermanastro negro, que ahora se encuentra a tu derecha.
De esta manera los dos hermanos, uno blanco y el otro negro, quedan comprometidos en la conquista del castillo del Grial. Lo consiguen al formular correctamente la pregunta clave. Para entonces Parsifal ya se ha casado con Condwiramour, y tiene dos hijos gemelos, Kardeis y Lohengrín, a los que no conoce porque han nacido mientras él se encontraba en la Tierra Yerma. Cuando se celebra la ceremonia dentro del castillo del Grial, el caballero blanco puede ver esta divina piedra; sin embargo, de tal honor es privado el caballero negro por su condición de pagano. Aunque sí puede contemplar a la Dispensadora de Gozo, que es la portadora del objeto que brinda la inmortalidad. Como Vairefill se bautiza al día siguiente, puede contraer matrimonio con la Dispensadora de Gozo. Juntos parten hacia Oriente, luego de haberse despedido de sus familiares y amigos. Después, según la tradición, de esta unión nacerá un hijo: el célebre y legendario Preste Juan.
Kudrum la Bruja

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