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sábado, 19 de agosto de 2017

El extraño suceso de Tunguska en 1908

Si se desea iniciar una apasionante conversación relacionada con asteroides o meteoritos, sólo hay que mencionar una palabra: Tunguska. Aparte del famoso meteorito que impactó en la península de Yucatán (México) y que se supone acabó con los dinosaurios, el suceso de Tunguska de 1908 es la única entrada de un meteorito registrada en tiempos modernos, y de la cual existen testimonios facilitados por los testigos presenciales de entonces. El 30 de junio de 1908, una roca espacial de unos 37 metros de diámetro, penetró en la atmósfera terrestre y detonó en el cielo liberando una energía térmica equivalente a 185 bombas atómicas como la que se lanzó sobre Hiroshima. Ese día, sobre las siete de la mañana, un hombre estaba sentado en el balcón de un solitario establecimiento comercial en Vanavara, Siberia. No se imagina que, en sólo unos instantes, iba a ser arrancado de su silla y que la fuente de calor que le abrasaría a continuación sería tan intensa como si su camisa estuviera envuelta en llamas. Así fue el llamado suceso de Tunguska que se produjo a 64 km (unas 40 millas) del epicentro. Ha transcurrido más de un siglo desde que se produjera aquel terrible impacto cerca del río Podkamennaya, en la remota región de Tunguska, en Siberia, y los científicos continúan discutiendo sobre el asunto sin ponerse de acuerdo sobre lo que realmente sucedió. A pesar de que el suceso ocurrió en 1908, la primera expedición científica que llegó al área del impacto lo hizo 19 años después. En 1921, Leónidas Kulak, conservador de la colección de meteoritos del Museo de San Petersburgo dirigió una expedición a Tunguska. No obstante, las duras condiciones climáticas de aquella remota región del interior de Siberia, impidieron al equipo alcanzar el área de la explosión. En 1927, una nueva expedición, liderada otra vez por Kulak, logró finalmente alcanzar la meta. Al principio, los habitantes de la región se mostraron renuentes a contarle a Kulak nada acerca del evento. No olvidemos que país se había trasformado en la Unión Soviética hacía sólo diez años, y que la gente tenía miedo cuando era interrogada por cualquier cosa. Los campesinos creían que la explosión había sido una visita del dios Ogdy, que le había echado una maldición a la tierra derribando árboles y matando a sus animales de granja. Aunque fue muy difícil obtener testimonios de lo sucedido, las evidencias todavía abundaban alrededor del área del impacto. Unos 2.100 km cuadrados de bosque quedaron calcinadas y partidas en dos. Ochenta millones de árboles yacían a ambos lados, derribados formando un patrón radial sobre el suelo. Esos árboles sirvieron como marcadores ya que señalaban directamente en la dirección opuesta al epicentro de la explosión. Más tarde, cuando el equipo de Leónidas Kulak llegó al lugar del epicentro, descubrió que los árboles todavía estaban en pie, pero con sus ramas y cortezas completamente removidas. «Parecía un bosque de postes de telégrafo», según sus propias palabras. Algo así requiere ondas de expansión de rápido movimiento capaces de romper las ramas de un árbol antes de que éstas puedan transferir el impulso del impacto al tronco. Treinta y siete años después de la explosión de Tunguska, se encontrarían árboles sin ramas en el lugar de otra fuerte explosión: Hiroshima, Japón.
Las expediciones de Kulak (que viajó a Tunguska en tres ocasiones) lograron que, finalmente, algunos vecinos de la localidad hablaran. Uno de ellos fue el hombre del establecimiento comercial en Vanavara que fue testigo de la explosión térmica mientras era despedido de su silla. Este fue su testimonio: «De pronto […] el cielo se partió en dos y, sobre el bosque, toda la parte norte del firmamento parecía cubierta por el fuego... En ese momento hubo un estallido en el cielo y un gran estrépito... Al estrépito le siguió un sonido como de piedras que caían desde el cielo o de fusiles que disparaban y la tierra tembló…» Ciertamente, parece un relato apocalíptico. El resto del testimonio fue censurado por las autoridades comunistas y no pudo ser recuperado tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, por lo que sigue siendo un misterio lo que sucedió en aquella remota región siberiana en 1908. Se sabe, no obstante, que la magnitud de la explosión fue grande. La onda expansiva que se produjo como resultado pudo ser registrada por barómetros sensibles en lugares tan lejanos del epicentro como Inglaterra. Se formaron nubes densas sobre la región, a grandes altitudes, que reflejaban la luz solar detrás del horizonte. Los cielos brillaban por la noche y se recibieron informes de personas que vivían en lejanos lugares de Asia central, que afirmaban que podían leer el periódico a la luz de medianoche. En la región de Tunguska, cientos de renos, cuya carne constituye el sustento de muchas familias de ganaderos, resultaron muertos, pero no hubo evidencia de que persona alguna pereciera en la explosión. Eso fue, al menos, lo que figuró en el informe oficial de entonces.


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