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martes, 9 de enero de 2018

Borrell II y la emancipación de los condados catalanes

El conde Borrell II tuvo que gobernar en una época en la que el poder carolingio estaba en plena descomposición, mientras que el poder del Califato de Córdoba alcanzaba su máximo apogeo. Su política fue la de mantener un equilibrio entre ambos poderes y conseguir el mayor grado de autonomía; para ello, estrechó relaciones con las principales familias del Languedoc y, sobre todo, buscó la comprensión y ayuda de una autoridad lejana pero influyente: el Papa. Esta política de contemporización ya se había iniciado en 950 con una serie de viajes de altos dignatarios eclesiásticos de los condados pirenaicos a Roma, como Suñer, abad de San Miguel de Cuixá, Guisad, obispo de Urgel, y Arnulfo, abad de Ripoll. El primer conde que siguió este ejemplo fue Sunifredo de Cerdaña. Borrell II fue conde de Barcelona, Gerona, Vic, Urgel y Osona en la segunda mitad del siglo X y era hijo del conde Suñer y de Riquilda de Barcelona. Gobernó los tres primeros condados con su hermano Mirón hasta la muerte de éste en 966. Parece ser que el reparto de poderes entre los dos hermanos consistió en que Borrell se encargara de las relaciones exteriores y de defensa, mientras que Mirón lo hacía de las obras públicas y de los asuntos concernientes a la ciudad de Barcelona y sus alrededores. Al morir en 948 su tío Sunifredo de Urgel sin descendencia, Borrell pasó a gobernar también dicho Condado. En 967 casó con Letagarda, hija del conde Ramón Borrell I de Roergue, marqués de Gotia, rompiendo así la tradición vigente hasta entonces de buscar esposa entre las damas de los condados situados en las tierras que después fueron Cataluña. Enviudó en 980 y contrajo un nuevo matrimonio, esta vez con Eimeruda, hermana de su primera esposa.
Intentos de reforma monástica y canónica
Por otro lado, el monje Cesáreo, fundador y primer abad del monasterio de Santa Cecilia de Montserrat, realizó un primer intento de separar las diócesis catalanas de la dependencia narbonesa, buscando la autoridad de la sede apostólica compostelana, haciéndose reconocer en un concilio de obispos gallegos y leoneses. en 956, como metropolitano de la provincia eclesiástica tarraconense, pero topó con la oposición de los obispos catalanes y, sobre todo, con la del arzobispo de Narbona. Pocos años después, Borrell II de Barcelona-Urgel se presentó junto con el obispo de Vic, Atón, en Roma en la Navidad de 970, y solicitó a la Santa Sede la elevación a la categoría de metropolitano del obispado de Vic, mientras que Mirón Bonfill, conde de Besalú y obispo de Gerona (970-984), obtenía del Pontífice numerosos privilegios para el monasterio de San Pedro de Besalú. Estos magnates no tenían ningún inconveniente en introducir la reforma monástica y canónica en sus tierras, a la vez que ponían fin a sus tradicionales prácticas endogámicas, mal vistas por el Papado. Pero el intento llevado a cabo por Borrell II de restauración de la sede arzobispal de Tarragona trasladándose la sede a Vic, con jurisdicción sobre Barcelona, Urgel y Gerona, restauración que había sido intentada por el abad de Santa Cecilia de Montserrat, quedó frustrada por el asesinato de Atón el 971, por partidarios de mantener la dependencia de Narbona. En esta política de jurisdicciones eclesiásticas, unos lo hicieron por el deseo de liberar las instituciones eclesiásticas de la supeditación a los poderes temporales, mientras que otros lo hacían para independizar a los obispados catalanes de los últimos lazos político-religiosos con Francia. En cuanto a las relaciones con Occitania, ya en 967, recién fallecido su hermano Mirón, el conde Borrell II había hecho un viaje al monasterio de Saint-Géraud de Aurillac, donde fue nombrado por el monje Richer de San Remy de Reims Duque de la Hispania Citerior; gracias a este viaje, conoció a su esposa Letgarda de Auvernia, introductora del nombre de Ramón en la casa condal de Barcelona. Tras la muerte de Letgarda, Borrell II se casó con una hermana de ésta, Eimeruda de Auvernia, que le sobrevivirá y a la que en su testamento le dejaba diversas propiedades, que fueron después de la muerte de la viuda a la catedral de Gerona y a otros monasterios e iglesias. 
Relaciones con el Califato de Córdoba
Borrell II mantuvo o intentó mantener buenas relaciones con el Califato de Córdoba, como lo demuestra el envío de repetidas embajadas. En 950, mandó un legado que acompañó a la embajada del marqués Guido de Toscana, y la embajada de 966 supuso la firma de un tratado de paz, amistad y fijación de fronteras. Las embajadas enviadas en 971 y 974 supusieron una connotación jurídica mucho más importante, ya que significaron el establecimiento de una cierta forma de vasallaje hacia el califa al-Hakam, cosa que era contradictoria con la fidelidad debida al rey de Francia, pero gracias a ello fue posible mantener una estabilidad en el área fronteriza suroeste del condado de Barcelona, lo que facilitó una cierta repoblación cristiana hasta el área del río Gayá: se repueblan Montmell, Miralles, Santa Coloma de Queralt, Pontils, Montbui, Cabra, etcétera. Todo ello redundó en beneficio económico del condado de Barcelona, que permitió a Borrell II poner en circulación la moneda de oro denominada mansusos, a la vez que se alejaba de la soberanía franca. 
Contactos con el Reino de los Francos
Esos años de paz y buena vecindad con el islam permitieron a Borrell II profundizar en su anhelo de independencia del reino franco. En 971 fue nombrado duque de la Gotia, y en ocasión de la consagración en 977 del monasterio de Ripoll, ocupó un lugar preeminente sobre los demás condes del área. Todos estos discretos actos de soberanía coincidieron con la muerte del califa al-Hakam II de Córdoba en 976 y la subida al trono de Hixam II, con la consiguiente toma de poder por parte de Almanzor. Según cuenta el cronista musulmán Ibn Hayyan, esos actos de soberanía hicieron creer a Almanzor que el conde de Barcelona se había independizado de la Monarquía franca, por lo que decidió atacar Barcelona. Una expedición mandada por Almanzor salió de Córdoba el (5-V-985) y penetró por el Penedés en el condado de Barcelona, saqueando el Vallés. Barcelona, defendida por el vizconde Udalard, fue sitiada, tomada y saqueada el 6 de julio. Hubo una gran matanza entre sus habitantes, y los supervivientes, con el vizconde a la cabeza, y junto con el arcediano Arnulfo, eran hechos prisioneros. Los monasterios de San Pedro de las Puellas y de San Cugat del Vallés fueron saqueados. Parece ser que Borrell II intentó hacer frente a los musulmanes en Rovirans, cerca de Tarrasa, pero, derrotado, hubo de retirarse primero a Caldas de Montbui y después buscar refugio en Manresa. El cambio de situación provocado por el ataque de Almanzor hizo que Borrell II buscase a toda prisa recomponer los ligámenes con la Monarquía franca a finales de 985 y durante todo el 986, con el fin de lograr la ayuda militar necesaria como feudatario de ella que todavía era. Pero la muerte del penúltimo soberano carolingio, Lotario, en 986, y poco después del último, Luis V, en 987, y la subida al trono de Hugo Capeto en un momento en que tuvo que defender su corona de insurrecciones internas y ataques externos de los normandos, hicieron que no se pudiese enviar a Borrell la ayuda solicitada. Mientras estos contactos con la Corte franca se producían, los musulmanes se retiraron del condado de Barcelona, ya que la aceifa, según al Udri, duró únicamente ochenta días. Esta nueva situación llevó a Borrell II a proclamarse en 988 Duque ibérico y marqués por la Gracia de Dios, y el otro documento, apud nos autem imperante Iesu Christo, tempore Borrelli ducis Gothicae y a romper para siempre las relaciones formales de subordinación política hacia los reyes francos. Este hecho es para muchos el inicio del largo camino de Cataluña hacia la independencia por omisión, independencia que no se consiguió legalmente hasta el tratado de Corbeil de 1258.
El testamento de Borrell II
Desde el mismo año de 988, sus dos hijos varones, Ramón Borrell y Armengol aparecen asociados a su padre con el título de conde, el primero para Barcelona y sus territorios anexos y el segundo para Urgel, aunque ya dos años antes, en 986, en plena crisis por la incursión de Almanzor, ambos aparecen ostentando el título condal en la carta de repoblación de Cardona. En 992, antes de que Borrell II hiciese testamento, sus dos hijos actúan ya como condes sin necesidad de su padre. El 30-IX-992, Borrell II fallece, probablemente en la Seu de Urgel, casi sexagenario. Borrell II tuvo, además de los dos hijos varones, tres hijas. Una de ellas, Riquilda, fue dada en matrimonio al conde Udalard de Barcelona, que tan valientemente había defendido la ciudad, al regreso de su cautividad en Córdoba. Otra, Enmegarda, fue casada con el vizconde Gereberto, hermano de Udalard. Este desdoblamiento en la alianza familiar dentro de la misma generación está dentro de la lógica del sistema endogámico imperante en Cataluña en aquella época y servía de recompensa a los fieles del conde, a la vez que reforzaba el papel de éste. La tercera hija, Adelaida Bonafilla, fue nombrada por su hermano Ramón Borrell abadesa de San Pedro de las Puellas, después de que en 985 dicho monasterio fuese destruido por Almanzor y su comunidad dispersada. La misión de Adelaida fue la de restaurar dicho patrimonio monástico, gracias especialmente a la protección de su hermano, el nuevo conde. Durante el gobierno de Borrell II los condados catalanes son el paso obligatorio de la cultura árabe hacia Europa central y nórdica, convirtiéndose gracias a los scriptoria y a las bibliotecas de monasterios como Ripoll, Cuixá y otros muchos, en difusores de cultura científica y clásica. La fama de los territorios regidos por el conde Borrell, hace que el monje Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, llegue a Barcelona hacia 967 y entable amistad con el propio conde, con Atón, obispo de Vic, y Sunifredo Llobet, arcediano de la catedral que traducía textos del árabe. Gerberto había pasado por el monasterio de Ripoll y aprendido durante los años en que su sriptorium tenía su primera época de esplendor, bajo la dirección del abad Arnulfo (954-970) y se había convertido en un importante centro de traducción. Gerberto de Aurillac aprendió en Ripoll la construcción del astrolabio y acompañó a Borrell II en el viaje que este realizó a Roma. Desde 1270, y especialmente en la Crónica del monasterio de San Pedro de las Puellas de Barcelona, redactado en catalán entre 1278 y 1283, se recoge una falsa tradición de que el conde Borrell II murió en el asedio de Barcelona por Almanzor, y que los musulmanes lanzaron su cabeza dentro de las murallas de la ciudad sitiada para aterrorizar a sus habitantes, antes de proceder a su toma y posterior saqueo. El conde Borrell II dejó a su muerte el camino allanado para la gran época del condado de Barcelona, tanto para su expansión hacia tierras de al-Andalus, como hacia Occitania.


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