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domingo, 4 de febrero de 2018

Los reinos godos en España e Italia

Hacia el 370, los hunos arrasaron el vasto reino del rey Hermanarico, y los visigodos cruzaron el Danubio y entraron como refugiados en el Imperio. En el año 378 derrotaron y dieron muerte en la batalla de Adrianópolis al emperador romano Valente. Los historiadores latinos consideraron la debacle como el revés más grave sufrido por las legiones romanas desde el desastre de Teutoburgo a manos del germano Arminio en tiempos de Augusto (9 d.C.). La victoria proporcionó a los godos un rico botín, y los emperadores tuvieron que pagarles fuertes tributos para mantenerlos alejados de sus territorios en Oriente. Aprovechando el momento de debilidad y confusión que se vivía en el Imperio tras la muerte del emperador Teodosio en 395, las fuerzas visigodas dirigidas por Alarico I iniciaron una expedición militar hacia la península Itálica. Los romanos apenas pudieron oponer una débil resistencia, por lo que Alarico y sus godos se presentaron a las puertas de las murallas de Roma en 410. Honorio, emperador de Occidente, intentó llegar a un entendimiento con el rey de los visigodos para que éste se retirase de Italia, y le concedió tierras en Aquitania, en el sur de la Galia. Cinco años después, bajo el mando de Ataúlfo, los visigodos entraron en la península Ibérica como aliados («federati») del Imperio Romano con la misión de expulsar a los vándalos y otros pueblos que se habían hecho fuertes en la Bética y Lusitania. Los visigodos derrotaron a los vándalos en el sur y les obligaron a refugiarse en el norte de África. Suevos y alanos, otros pueblos que habían entrado en la Península en 409, fueron progresivamente sometidos por los reyes visigodos. Hacia el año 476, cuando desapareció el Imperio Romano de Occidente, los visigodos ya eran dueños de casi toda la península Ibérica. El Reino visigodo de España perduró hasta la invasión norteafricana del 711.
Por su parte, los ostrogodos de Teodoredo se sacudieron la dominación de los hunos tras la batalla de Nedao en 454. A petición de Zenón, emperador de Oriente, Teodorico el Grande inició la conquista de Italia en 488. El Reino ostrogodo de Italia resistió hasta 553 bajo Teya, cuando la Península volvió brevemente a control bizantino hasta la invasión de los lombardos en el 568. A pesar de haber asimilado rápidamente la civilización romana, tras el hundimiento de sus reinos en Italia y España, los godos desaparecieron de la historia. La rama que más tiempo perduró fue la de los «godos de Crimea», los cuales perdieron su independencia en el año 1475 frente a los turcos otomanos, en tanto que su lengua, aún viva en el siglo XV, no parece haberse extinguido totalmente hasta el XVIII. Con su establecimiento en la provincia romana de Dacia, se produce un profundo cambio en la estructura económica y social de los godos. La mayoría se dedicaron a la agricultura y a la ganadería, pero otros explotaron los abundantes recursos minerales de la región para comerciar con ellos. En sus inicios, los godos eran un pueblo errante, seminómadas en busca de territorios donde asentarse para cultivar la tierra. Todos los hombres nacidos libres tenían los mismos derechos ante sus caudillos («condes»). A cambio, todos los hombres libres tenían la obligación de prestar el servicio militar cuando eran requeridos a ello por sus jefes.
Tras su irrupción en Occidente en los albores de la Edad Media, con ellos nace una nueva clase social compuesta por campesinos libres que no deben guerrear, y otra casta compuesta por guerreros profesionales que se entregaban de lleno a la preparación militar. Surge también una aristocracia que se dedica a acumular grandes riquezas obtenidas del comercio con el Imperio de Oriente. Este cambio social y económico supone que las aspiraciones militares de los godos sean la conquista de tierras fértiles donde poder asentarse y desarrollar una actividad sedentaria. Este cambio, no obstante, no se produjo de forma proporcionada en todo el territorio conquistado por los godos. Fue en las regiones ocupadas por los visigodos —España, por ejemplo—, donde se produjo la transformación social de forma más rápida. Favorecida también por el fenómeno de la romanización y la asimilación de las costumbres de los pueblos conquistados. En el caso de los territorios ocupados por los ostrogodos este cambio no se dio de forma tan rápida y evidente. Pues mientras los visigodos se instalaron en tierras más alejadas de las incursiones de otros pueblos invasores, los ostrogodos quedaron más expuestos a los hostigamientos e invasiones de otros pueblos bárbaros. Especialmente de los hunos. Cabe destacar que los godos absorbieron con facilidad las innovaciones tecnológicas que les ofrecían los pueblos conquistados. Con estos avances y la riqueza obtenida del comercio con los romanos, los godos se convirtieron en una gran potencia militar y económica, que se encontraba muy por encima de otros pueblos germánicos. También adoptaron de los romanos buena parte de la organización de su Ejército en la época del Bajo Imperio. El armamento y las armaduras de los godos no desmerecían en absoluto de las de los romanos. Este desarrollo económico y social hizo que Roma empezase a ver a los godos como una seria amenaza, toda vez que eran un pueblo próspero, perfectamente competentes en el aspecto militar, y a finales del siglo III ya se hallaban instalados en calidad de colonos o aliados, en buena parte de las tierras fronterizas del Imperio Romano en el este. Por todo ello, en el 270 el emperador Aureliano decidió proclamar el «Deus et dominus natus», reconociendo así a los godos asentados en Dacia como una «nación amiga y vecina». Así se intentó pacificar a los godos haciéndoles ver que eran valiosos socios y aliados del Imperio. A cambio de estas donaciones de territorios, los godos se comprometían a salvaguardar las fronteras (limes) orientales del Imperio, y a proteger los territorios romanos asignados de las incursiones de otros pueblos situados al este del Danubio. Especialmente de los hunos: un pueblo asiático de origen mongol que a partir del siglo III empezó a desplazarse hacia el oeste después de haber sido rechazados por los chinos.

Los godos eran guerreros formidables

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