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lunes, 9 de julio de 2018

La falsa historia del rey inglés que abdicó por amor


Eduardo VIII fue rey de Inglaterra solamente durante 326 días, desde la muerte de su padre, Jorge V, el 20 de enero de 1936, hasta su abdicación el 11 de diciembre del mismo año. El nuevo rey deseaba casarse con su amante, Wallis Simpson, con la que ya vivía. Wallis era una divorciada estadounidense que residía en Inglaterra, y que tenía, además de unas manifiestas ínfulas de convertirse en reina, un turbulento pasado y una pésima reputación en sus relaciones con los hombres, habiéndose divorciado ya dos veces. Como se daba la circunstancia de que el monarca británico es también el jefe de la Iglesia anglicana, varios dignatarios religiosos y gubernamentales no aprobaban una unión entre el rey y la señora Simpson. Pero Eduardo decidió casarse con Wallis a pesar de las abundantes objeciones. El resultado fue que después de unos doce meses como rey, abdicó. Anunció su decisión y reafirmó su amor por Wallis Simpson en un discurso radiofónico a la nación el mismo día. Cuando Wallis se enteró de la renuncia de Eduardo al trono, tuvo un ataque de ira, porque ella deseaba convertirse en reina. La pareja se exilió en Francia donde se casaron el 3 de junio de 1937 y la ambiciosa Wallis tuvo que contentarse con el título de duquesa de Windsor, pero no consiguió ser reina.
Bien, esa es la historia oficial, que resumida vendría a ser que el 10 de diciembre de 1936, Eduardo VIII renunció al trono de Inglaterra para casarse con Wallis Simpson. Sin embargo, hoy se empieza a aceptar el hecho, negado durante mucho tiempo por las autoridades y los historiadores británicos, de que un amplísimo sector de la aristocracia inglesa era abiertamente favorable a las tesis nazis por ser anticomunistas, y creían necesario un entendimiento con los alemanes, empezando por el propio rey Eduardo VIII, siendo ése el auténtico motivo por el que fue obligado a abdicar. Pero no es menos cierto que quien introdujo las bondades del nazismo en la egregia cabeza del príncipe, y futuro rey de Inglaterra, fue la señora Wallis Simpson, de marcadas tendencias filonazis, y de la que existen varias fotografías saludando efusivamente a su admirado Adolf Hitler.
Dejemos ahora a Wallis y a Eduardo, para fijarnos en otro suceso de la Segunda Guerra Mundial escasamente abordado o, por decir más, deliberadamente ocultado. Parece algo inconcebible pero, el 10 de mayo de 1941, con Francia derrotada y un mes y medio antes de iniciar la campaña contra la Unión Soviética, el lugarteniente del Führer, Rudolf Hess, voló solo a Escocia para encontrarse supuestamente con el duque de Hamilton, y negociar la paz con Gran Bretaña por separado. Hitler quería tener las manos libres para concentrar todos sus esfuerzos en la campaña de Rusia. Pero los ingleses no estaban por la labor, sabían que si los alemanes derrotaban a la Unión Soviética la posición de predominio que todavía conservaba Gran Bretaña en el mundo habría llegado a su fin. Hess fue capturado y, tras escuchar su propuesta, el primer ministro británico Winston Churchill se negó a considerarla y lo encerró en prisión. Finalizada la guerra y después de los juicios de Núremberg contra los criminales de guerra alemanes, el antiguo lugarteniente de Hitler fue encarcelado en solitario en la cárcel de Spandau.
Hess falleció en 1987 víctima de un extraño y conveniente suicidio, apenas dos años antes de producirse la caída del Muro de Berlín. Sin duda Hess podría haber contado bastantes cosas interesantes acerca de los representantes de algunas casas reales europeas afines al régimen nacionalsocialista, empezando por el que fuera rey de Inglaterra, Eduardo VIII. Estos influyentes personajes formaban parte de lo que el presidente Woodrow Wilson definió en 1918 como la diplomacia secreta cuando presentó ante el Congreso sus XIV Puntos para logar la paz en Europa en la anterior guerra.
En 1940, igual que en 1915, Winston Churchill deseaba provocar la intervención de Estados Unidos en la guerra europea, único modo de derrotar a Alemania. Y fue por eso que Rudolph Hess jamás salió de prisión y desde el principio los ingleses pusieron mucho empeño en etiquetarlo de loco. Hess había volado a Inglaterra para ofrecer la paz a Churchill y éste rechazó su propuesta porque quería la guerra.


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