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sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Por qué asesinaron a Kennedy? (5)

Antes de las elecciones de 1960, un grupo de extremistas, próximo a sectores protestantes ultraconservadores, había intentado asesinar al futuro presidente John F. Kennedy en su residencia de Van Nuys, California. El grupo estaba formado por cubanos anticastristas, mercenarios y antiguos agentes nazis, ahora al servicio de la CIA para ejecutar operaciones encubiertas. Algunos de ellos declararon como testigos citados por el fiscal general de Nueva Orleans, Jim Garrison, en el juicio contra Clay Shaw, uno de los cabecillas de la conspiración de noviembre de 1963 que culminó con el asesinato del presidente. Sin embargo, cuando el fiscal Garrison cursó la orden de extradición contra un tal Edgar Eugene Bradley, miembro destacado del grupo próximo a Clay Shaw, el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, la rechazó. El líder de uno de estos grupos de extremistas protestantes, la Liga de Defensa Cristiana (CDL) era el Reverendo William P. Gale. Durante la guerra en el Pacífico, Gale entrenó, en su calidad de coronel del Ejército, a grupos de guerrilleros en Filipinas para luchar contra los japoneses, inspirándose en la guerra de guerrillas que los filipinos ya habían llevado a cabo contra los españoles medio siglo antes. El superior jerárquico de William P. Gale era Charles Willoughby. A finales de los años 1950, el reverendo Gale reclutaba veteranos para otro grupo terrorista llamado ‘Identidad’ generosamente financiado por un poderoso y enigmático hombre de negocios de Los Ángeles.

Uno de los contactos de CDL era el capitán Robert K. Brown, de las Fuerzas Especiales del Ejército destinado en Fort Benning, Georgia. Brown estaba trabajando con cubanos anticastristas y mercenarios profesionales similares a los equipos de Skorzeny. Hoy Robert K. Brown es el editor de la revista Soldier of Fortune y de textos paramilitares y de tendencias neonazis tales como ‘Silencers, Snipers and Assasins’ (silenciadores, francotiradores y asesinos). Este libro explica cómo Mitchell Werbell fabricó armas especiales para el asalto de los escuadrones de mercenarios de la CIA en playa Girón (bahía de los Cochinos), Cuba. Werbell, hijo de un acaudalado oficial de la antigua caballería zarista, perfeccionó un silenciador tan efectivo que un arma podía ser disparada en una habitación y no ser oída en la habitación contigua. Ideal para cometer asesinatos e imprescindible para los servicios secretos de cualquier país.

Las discusiones sobre la cantidad de armas disparadas contra Kennedy el día de su asesinato, así como el tipo de las mismas, e incluso el calibre de los proyectiles, continúa siendo motivo de controversia en la actualidad. Las heridas que presentaba el cadáver del presidente y los orificios de bala en la limusina, evidenciaban varios disparos con diversas trayectorias de entrada, lo que sugiere que fueron efectuados desde diversos puntos y por varios francotiradores, como poco dos, aunque podrían haber sido tres, ejecutando un fuego cruzado triangular, un modo de operar característico de los profesionales de las Fuerzas Armadas o de los servicios secretos. Pero a pesar de todas las evidencias y de las numerosas contradicciones en sus conclusiones, la Comisión Warren estableció que hubo “tres” únicos disparos realizados por un solo tirador, Lee H. Oswald, y la CW (Comisión Warren) no tuvo en cuenta la posibilidad de que se hubiesen empleado armas con silenciadores acoplados.

Cuando Clay Shaw fue detenido por la policía en cumplimiento de la orden de arresto cursado por el fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, la noticia tuvo una inusitada resonancia mediática en Italia, y en especial para el periódico italiano ‘Paesa Sera’. Por lo visto, este periódico también había investigado por su cuenta las actividades de Clay Shaw en Italia, descubriendo que pertenecía a una organización filantrópica ubicada en Roma llamada ‘Centro Mondiale Commerciale’ (CMC), precedente del posterior Club de Roma refundado en 1968.

Dos años más tarde (1970) el Club de Roma quedaba establecido bajo legislación suiza, para evitar cualquier injerencia en forma de investigación de las autoridades judiciales italianas. El Club de Roma fue el principal impulsor, ya a inicios de los años setenta del ecologismo militante y combativo que hoy impera en todas las formaciones de izquierda que se definen a sí mismas como ‘ecologistas’ o ‘verdes’. Abandonado el marxismo que les inspiró, muchos partidos antes socialistas y comunistas se han reconvertido en abanderados del ecologismo militante.

La organización paramilitar subvencionada por CMC (Centro Mondiale Commerciale) se creó poco antes de las elecciones presidenciales de 1960 en Estados Unidos, que acabaría ganado John F. Kennedy por un estrecho margen de votos sobre el candidato republicano, el ex vicepresidente Richard Nixon. Sus principales líderes ya tenían una dilatada experiencia en la formación de grupos paramilitares y redes terroristas y de sabotaje. La mayoría contaban con experiencia de campo por su participación en los diferentes frentes de la todavía reciente Segunda Guerra Mundial. Uno de los miembros más destacados de la cúpula directiva de CMC era Ferenç Nagy, ex primer ministro húngaro y un ferviente anticomunista. Edgar Hoover, a la sazón jefe del FBI, trajo a Nagy a los Estados Unidos y en 1963 el siniestro Nagy ya estaba viviendo en Dallas, donde también residía el siniestro aristócrata nazi George De Mohrenschildt.

CMC era de hecho una empresa subsidiaria de la compañía suiza PERMIDEX, la corporación que el fiscal Jim Garrison acusó de ser el vehículo financiero utilizado para sufragar los gastos para el asesinato de John F. Kennedy en noviembre de 1963. Asimismo, la inteligencia francesa señaló que PERMIDEX lavó 200.000 dólares en el BCI, el Banque de Credit International, con sede en Ginebra, y matriz de PERMIDEX, para financiar varios intentos de asesinato contra el general Charles de Gaulle, presidente de la República francesa. Es poco conocido el hecho del enfrentamiento que existía en aquellos momentos, coincidiendo con el inicio de la administración Kennedy, entre el Gobierno de Estados Unidos y el de Francia presidido por Charles De Gaulle, que se negaba a la integración de su país en la estructura militar de la OTAN, cediendo su soberanía militar al tándem anglonorteamericano. De Gaulle decidió preservar la independencia de Francia en materia de Defensa, y no someterla a la OTAN.

La principal preocupación de John F. Kennedy al hacerse cargo de la presidencia en enero de 1961, eran Francia y Charles De Gaulle, ni mucho menos Cuba y Fidel Castro, o el lejano Vietnam. Estados Unidos y Gran Bretaña no estaban dispuestos a permitir que Francia se convirtiese en una nueva potencia nuclear al margen de la OTAN y Kennedy había llegado a plantearse una acción militar a gran escala para derrocar a Charles De Gaulle.

Debido a la fuerte medicación que soportaba a causa de sus dolores crónicos de espalda, Kennedy tenía un carácter que podríamos calificar en el mejor de los casos de inestable. Por lo que sus “jefes” pudieron plantearse la posibilidad de “eliminarlo” poco tiempo después de que jurase su cargo como presidente de los Estados Unidos en enero de 1961. Y, posiblemente, su decisión tomó consistencia tras la destitución de Allen Dulles como director de la CIA en septiembre de aquel mismo año. Lo de Cuba y los mercenarios de playa Girón, sólo fue una cortina de humo. Una más. Carnaza para despistar a la prensa y a la opinión pública.

Tibor Rosenbaum (ya fallecido) fue el primer jefe de Logística de los Servicios de Inteligencia israelíes, hoy conocidos como Mossad. A través del Banque de Credit International, con sede en Ginebra, junto con el mayor Louis Mortimer Bloomfield (destacado miembro del Club 1001), la red de Rosenbaum financió a PERMIDEX, que fue identificado por la revista Life en 1967, el mismo año en que Jim Garrison reabrió el caso JFK, como el centro de lavado de dinero de Meyer Lansky (1902-1983), jefe del crimen organizado judío en Cuba en la época de Fulgencio Batista. Amigo de Lucky Luciano y Bugsy (“bichito”) Benjamín Siegel, el gánster que “inventó y creó” Las Vegas en medio del desierto de Nevada. Los hampones judíos e italianos colaboraron estrechamente en Cuba en las décadas de los años cuarenta y cincuenta. Bugsy Siegel fue asesinado en 1947 por desviar dinero destinado a “inversiones” en Cuba, y emplearlo en Las Vegas.

Pero llegados a este punto y antes de proseguir se impone una pregunta: ¿qué hacían banqueros, jefes mafiosos y empresarios judíos en la misma organización de extrema derecha que contaba entre sus filas a algunos de los criminales de guerra nazis más destacados?

Además, el Banque de Credit International, con sede en Ginebra, también fue utilizado por el Mossad, el Servicio Secreto israelí, en sus operaciones en Europa, como por ejemplo el asesinato de varios miembros de ‘Septiembre Negro’, la organización terrorista palestina que había asesinado a varios atletas israelíes durante las Olimpiadas de Múnich de 1972.

El mayor Louis Mortimer Bloomfield, veterano de la OSS, precursora de la CIA, residente en Montreal, estaba en el punto de mira del fiscal Garrison. En Canadá controlaba el Credit Suisse, la cervecera Heineken y la Israel Continental Company, entre otras firmas internacionales. El nombre de Clay Shaw figuraba entre los once directores de una firma de Montreal, por entonces con base en Roma. ¿Quién estaba virtualmente proporcionando dinero, sin limitaciones, a CMC, y quién lo recibía? La respuesta puede encontrarse en el enorme flujo de dinero registrado en las cuentas bancarias de María Eva Duarte de Perón, más conocida como «Evita».

El diario ‘Paesa Sera’ publicó en marzo de 1967 que CMC era una creación de la CIA, que servía como conducto de dinero y de información del espionaje político ilegal efectuado por Clay Shaw y Louis M. Bloomfield. La vinculación de Clay Shaw con PERMIDEX, permitiría relacionarle más tarde con Argentina, España, Roma y, finalmente, con Dallas y Nueva Orleans. Después del arresto de Clay Shaw ordenado por Garrison, comenzaron a relacionarse los contactos y los canales internacionales que utilizaba la CIA para “lavar” el dinero que utilizaba para financiar sus operaciones de terrorismo, guerra sucia y acciones de sabotaje encubiertas en el extranjero, supuestamente, sin conocimiento del Gobierno, y a las que Kennedy quería poner fin terminando así con el “reinado” de Allen Dulles, director de la Agencia, al que destituyó al poco de tomar posesión del cargo. El dinero de la CIA servía además para proveer de fondos a las empresas de cartón piedra montadas por la ‘Organización Gehlen’, formada por antiguos criminales de guerra nazis en Estados Unidos. Algunos cabos, no todos, empezaron a unirse después del arresto de Clay Shaw.

En noviembre de 1960 tendrían lugar las elecciones presidenciales disputadas entre Kennedy y Nixon. Frank Sinatra, un famoso cantante de la época que se tenía a sí mismo por uno de los mejores amigos de John Kennedy, presentó a Judith Exner al futuro presidente durante las primarias de Nueva Hampshire. Unas semanas más tarde Frank Sinatra presentaba a la misma Judith Exner al jefe de la mafia de Chicago, Sam Giancana, antiguo protector de Marilyn Monroe en sus inicios.

Por aquel entonces, Sam Giancana había sido subcontratado por Edgar Hoover, jefe del FBI, para formar un equipo de asesinos y mercenarios para acabar con Fidel Castro, que había arrebatado a la mafia su paraíso en Cuba. El hombre que contactó con Giancana fue un tal Robert Maheu, un ex agente del FBI (como Guy Banister) y también matón a sueldo de la CIA a tiempo parcial. Aunque Maheu nunca reconoció que la CIA estaba detrás de la operación para asesinar a Castro, le dio a entender a Giancana que acaudalados exiliados cubanos estaban dispuestos a facilitar todo el dinero necesario.

Maheu era la mano derecha del multimillonario Howard Hughes, ‘El Aviador’ en la película de Scorsese. Giancana aceptó el encargo y puso al frente de los escuadrones de mercenarios y agentes anticomunistas a su lugarteniente Johnny Rosselli, que por aquella época actuaba como enlace entre la mafia y la oficina del jefe del FBI, Edgar Hoover. Cuando en 1978 Rosselli fue interrogado, al reabrir el presidente Gerald Ford el caso JFK, insinuó que su misión apuntaba tanto a John Kennedy como a Fidel Castro. Poco después su cadáver fue encontrado flotando en el mar frente a la costa de Florida. Sam Giancana nunca tuvo la oportunidad de testificar, fue hallado muerto de un disparo en su casa de Chicago el 19 de junio de 1975.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Carl Byoir Associates, prestigioso bufete de abogados vinculado al multimillonario Howard Hughes, representó y defendió los intereses de varios banqueros e industriales alemanes afincados en Estados Unidos, en especial de la I.G. Farben, fabricante del gas ‘Zyklon B’ utilizado en las cámaras de gas de los campos de exterminio y asociada de la petrolera Standard Oil de la familia Rockefeller que abasteció de combustible a las Fuerzas Armadas alemanas entre 1939-1943.

Entre la selecta clientela de Carl Byoir Associates se encontraban, además de numerosos criminales de guerra, varios banqueros e industriales filonazis. Entre ellos: Ernst Schmitz, también miembro de I.G. Farben, que contaba además con sus propios servicios de información sufragados por el Gobierno nazi. Estaba también un tal George Silvestre Viereck, director de la Agencia Alemana de Información, también conocida como la Biblioteca; Frederick Flick, uno de los hombres más poderosos dentro del Partido Nacional Socialista, aunque poco conocido, que fue liberado de ser acusado en Núremberg por John McCloy. Frederick Flick y George De Mohrenschildt eran socios en la empresa W. R. Grace Company, fundada por William Grace.

El presidente Harry Truman ya demostró cierta inquietud por el protagonismo y la fuerza que estaba adquiriendo la entonces OSS (Office of Strategic Services) dentro del aparato gubernamental y militar de Estados Unidos al finalizar la guerra mundial en 1945 e iniciarse, cuatro años después, la Guerra Fría con el ascenso al poder de Mao Zedong en China (1949) y las primeras pruebas nucleares soviéticas realizadas con éxito. Sin duda, Truman era consciente de que habían creado un Estado dentro del Estado.

En las elecciones de 1960 Richard Nixon era el candidato republicano para ocupar la presidencia. Aunque teóricamente pertenecía al ala moderada del Partido, su profundo anticomunismo le había convertido en la “gran esperanza” del sector republicano protestante más reaccionario e inmovilista que veía a Kennedy, por su condición de católico, como una auténtica amenaza.

Richard Nixon dominaba al dedillo la eficaz táctica del “pánico rojo” ya que trabajó estrechamente con el senador Joe McCarthy, fanático anticomunista. Además, durante su larga vicepresidencia, Nixon estableció estrechas conexiones con diversos miembros del crimen organizado, con destacados empresarios de las industrias de defensa y del petróleo y con antiguos miembros del Partido Nazi.

¿Qué sucedería si Richard Nixon era derrotado en las elecciones de 1960? Había mucho en juego, sobre todo dinero e intereses creados vinculados a una intervención norteamericana en Vietnam a gran escala y con la “reconquista” de Cuba. Si Nixon era derrotado, ¿volvería a estar respaldado por semejante equipo? ¿Podían el Pentágono, la CIA, el clan Rockefeller, Allen Dulles o Reinhard Gehlen dejar la presidencia de los Estados Unidos al azar de las elecciones?

En julio de 1960, dos meses antes de dar comienzo la campaña electoral, William F. Buckley hijo, ponía en marcha la YAF (Young Americans for Freedom) en el Estado de Connecticut. En el currículum de William F. Buckley cabe destacar que había servido en la OSS en Japón entre 1950 y 1954. A mediados de los años cincuenta conoció en México a Howard Hunt, que dos décadas después se convertiría en jefe de los “fontaneros” de la Casa Blanca y en uno de los protagonistas del escándalo ‘Watergate’ que en 1974 pondría punto final, sin broche de oro, a la carrera política de Richard Nixon.

Otro de los destacados cofundadores de la YAF fue Douglas Caddy, cuyas oficinas fueron utilizadas por la CIA y la organización del multimillonario Howard Hughes para entretejer parte del entramado de falsas donaciones monetarias al Comité para la Reelección de Nixon, sobre las que se cimentó el Watergate, pilotado por un confidente anónimo llamado “garganta profunda” (ex Número Dos del FBI) y un periodista “estrella” de investigación del Washington Post llamado Woodward que resultó ser agente de la CIA. Al final Nixon sería víctima de las mismas artimañas y mentiras que él había utilizado en los años 50, durante la “caza de brujas” de McCarthy y los suyos para perjudicar a muchos intelectuales y funcionarios moderados, a los que se vistió con el sambenito del comunismo.

Pero Joe McCarthy no fue el único “inquisidor” y “martillo de herejes” comunistas, Robert Kennedy, desde su puesto de fiscal general del Estado, no le fue a la zaga, y Jimmy Hoffa, por su condición de líder sindical del gremio de Transporte, fue sometido a una dura persecución por parte de Robert Kennedy que, en su empeño por combatir al crimen organizado, olvidó investigar a su propio padre, Joseph Kennedy, que reunió una considerable fortuna durante la Ley Seca con la importación y distribución de licor ilegal asociado con lo más florido del hampa y los bajos fondos del crimen organizado.

Es curioso constatar que los enemigos de Nixon (que salieron de las entrañas de su propio Partido, el Republicano, y de su círculo de “íntimos” esperasen a que Edgar Hoover hubiese fallecido, en mayo de 1972 para poner en marcha el circo de tres pistas del Watergate. De todas formas, hay que tener en cuenta que Nixon jamás fue del agrado de Nelson Rockefeller, que siempre había albergado la idea de convertirse en presidente de Estados Unidos, ni de su hermano David, el auténtico “jefe” de la CIA en el anonimato y al que su hombre de confianza, Henry Kissinger, mantenía al corriente de todos los tejemanejes de Nixon y sus accesos de ira, consecuencia directa de su incipiente alcoholismo.

Tampoco Katherine Graham, propietaria del Washington Post, se encontraba en el club de fans de Richard Nixon. La señora Graham, además, escondía sus propios muertos en el armario, por lo que no dudó en airear los trapos sucios de Nixon cuando los Rockefeller se lo ordenaron. Entre las actividades de Buckley se encuentra la publicación de la revista ‘The National Review’, en la que reunió a los escritores más conservadores del mundo. Ya con la revista en marcha, Buckley decide poner a los jóvenes de la YAF en acción; viejas ideas, viejo dinero, nuevas mentes para modelar. Detrás de este proyecto se encontraban: Tom Charles Huston, los senadores Strom Thurmond y John Tower, como asesores, el ex actor y delator durante la “caza de brujas” Ronald Reagan, el profesor Lev Dobriansky, Robert Morris, y uno de los más destacados, el general Charles Willoughby, el que fuera jefe de la Inteligencia Militar en el Pacífico Sur durante la guerra mundial, y mano derecha del general Douglas MacArthur. Robert Morris no era un nombre familiar, pero Buckley lo conocía bien, y Morris, Nixon y el senador Joseph McCarthy jugaban en el mismo equipo. Kennedy y Nixon habían servido en la Armada durante la guerra en el Pacífico Sur.

En 1961, un año después de que Buckley fundara YAF, otra organización conservadora fue formada en Múnich, Alemania, precisamente por miembros del Ejército de Estados Unidos allí destacados. La organización llevaba por nombre CUSA, (Conservatism USA). En noviembre de 1963 aparecen de sopetón en Dallas, Texas; su anfitrión sería Robert Morris. Se conserva parte de la correspondencia entre Larry Schmidt en Dallas y Bernie Weissman en Múnich, entre 1962 y 1963, que evidencian las “malas” intenciones que albergaban ambas organizaciones contra el presidente John F. Kennedy.

Después del asesinato de Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, la policía de Dallas se presentó en la casa del matrimonio Paine. Fue precisamente en el garaje y en otras partes del domicilio de los Paine, donde la policía obtuvo la mayor parte de la “pruebas” incriminatorias contra Oswald, que después de su asesinato, seguros ya de que el “asesino solitario” no podría declarar ante un tribunal de justicia, fueron utilizadas por la Comisión Warren para echar tierra sobre el asunto.

Ruth y Michael Paine fueron presentados a Lee Oswald y a su mujer, Marina, por George De Mohrenschildt y su esposa Jane. Después de la presentación De Mohrenschildt no volvió a reunirse con los Paine.
Ruth Paine alojó a Marina mientras Lee se encontraba en Nueva Orleans, donde tenían sus bases de operaciones David Ferrie, Clay Shaw, Guy Banister y el oscuro coronel Orlov, que acompañó a George De Mohrenschildt cuando visitó por primera vez a Marina Oswald, para ofrecerle a ella y a su esposo su “ayuda” desinteresada.

Después de las vacaciones de aquel verano de 1963, Marina fue a vivir a la casa de Ruth Paine en Irving, Texas, mientras Lee se encontraba en México con Albert Osborne/John Bowen, y otros elementos de la red de bielorrusos. Al parecer Ruth y Michael Paine se habían separado repentinamente por problemas conyugales. Michael Paine estaba empleado en Bell Aircraft, que a su vez trabajaba para el Departamento de Defensa. Su ocupación profesional en Bell requería un alto grado de reserva y confidencialidad, por consiguiente: ¿qué hacía Oswald en su casa? Un doble desertor: primero de Estados Unidos hacia la Unión Soviética, entregando supuestos secretos militares a los rusos, y después desertando del lado soviético para reincorporarse al bando de los Estados Unidos. Sólo si aceptamos que Oswald era un agente doble del contraespionaje militar podemos explicarnos semejante periplo en plena Guerra Fría entre los dos bloques.

Por otra parte, el jefe de Paine en Bell Aircraft (más tarde Bell Helycopters) como director de desarrollo e investigación era el criminal de guerra alemán, general Walter Dornberger, al que los norteamericanos libraron de su enjuiciamiento en Núremberg. Bell Aircraft estaba al borde la quiebra cuando recibió un crédito del First National Bank para empezar a construir los famosos helicópteros que después se emplearían en la guerra de Vietnam, y a la que Kennedy, en principio, se oponía. ¿Quién podía saber entonces, antes del asesinato del presidente, que la intervención norteamericana en Vietnam se produciría de todos modos?

La primera llamada a las autoridades locales de Dallas después de los disparos que acabaron con la vida de Kennedy el 22 de noviembre de 1963, fue hecha por un hombre que se identificó como empleado de Bell Aircraft, quien sugirió que Oswald había sido el autor del magnicidio. La policía jamás se preocupó por descubrir la identidad de aquel informador, o por saber desde dónde se realizó la llamada, y lo más importante: ¿cómo sabía ese oportuno soplón que Oswald era el asesino del presidente? No hicieron nada a pesar de que el anónimo informador se identificó como empleado de Bell Aircraft.

Michael Paine llevó a Oswald a una reunión pocos días antes del magnicidio, con el general Edwin Walker. Más tarde se responsabilizó a Oswald de haber disparado contra Walker en abril de aquel mismo año. ¿Un montaje? Parece absurdo que si Oswald intentó asesinar a Walker en abril, a finales de año, entre octubre y noviembre, éste le acompañase a una reunión.

¿Quiénes eran realmente los Paine? Según la Comisión Warren y el equipo de abogados de la CIA, eran simplemente unos buenos y altruistas ciudadanos. Ruth sólo quería aprender el ruso con una nativa, por ese motivo alojó a Marina, la esposa de Oswald, a su hija de dos años, y al bebé recién nacido, durante dos años, nada menos. Con el trastorno que provocan tres nuevas personas en una casa pequeña como la de Ruth en aquella época, resulta difícil de creer que lo hiciese por simple altruismo.

Michael Paine era descendiente, por ambas líneas parentales de la familia Cabot. Su primo, Thomas Dudley Cabot, era expresidente de la Unión de Frutas que operaba en Cuba en la época de Batista y que era subsidiaria de la Union Fruit Co., y había ofrecido su barco para encubrir a la CIA durante el episodio de la fallida invasión de Cuba con el desembarco en playa Girón. Otro de sus primos era Alexander Cochrane Forbes, también directivo de la compañía Unión de Frutas y miembro del Consejo de Administración de la Cabot & Forbes Co. A su vez Ruth Hyde Paine tenía lazos familiares cercanos con la familia Forbes. Tanto Allan Dulles (director de la CIA entre 1953-1961) como Joe McCloy, formaron parte del grupo de directivos y accionistas de la Unión de Frutas. La familia Paine tenía contactos con miembros de la antigua OSS y de la CIA.

Después de que los soviéticos aplastasen a los alemanes en la batalla de Kursk en 1943, la mayor batalla entre carros de combate de la Historia, los dirigentes nazis empezaron a pensar en su futuro ante la inminente derrota militar, que se confirmó con el desembarco aliado en Normandía en junio de 1944. Como desde antes de la declaración oficial de guerra en diciembre de 1941, muchos oficiales nazis habían mantenido sus contactos en Estados Unidos a través de la OSS, no les fue difícil comunicarse con ellos con la suficiente antelación para asegurarse la forma de salir de Alemania y evitar caer en manos de los soviéticos.

Entre los que contactaron con la OSS había personajes tan destacados como Albert Speer, el arquitecto de Hitler y el general Dornberger. Ambos ya habían mantenido un encuentro en abril de 1943, cuando era obvio que Alemania iba a ser derrotada por la Unión Soviética, y establecieron minuciosos procedimientos y protocolos de actuación para tener “hechas las maletas en cinco minutos” y poder abandonar Alemania con rumbo a Estados Unidos. El encuentro se produjo en Peenemunde, la fábrica de misiles y cohetes V-1 y V-2 en la costa báltica dirigida por Werner von Braun, quien posteriormente dirigiría todo el programa espacial de la NASA en Houston, Texas, que se convirtió en la “Tierra Prometida” del reagrupamiento nazi después de la guerra. 

(Continuará…)

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