El
monarca español mantuvo varias guerras con Francia por el apoyo de ésta a los
rebeldes flamencos, obteniendo una gran victoria en la batalla de San Quintín,
librada el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo, en recuerdo de lo
cual hizo edificar el Monasterio de El Escorial, edificio con planta en forma
de parrilla que simboliza el martirio del santo del siglo III. En este monumental
y sobrio palacio, el más grande de su tiempo —ya conocido entonces como la 8ª Maravilla del mundo—, concretamente en la Cripta Real están enterrados desde
entonces casi todos los reyes españoles y sus familiares más cercanos. A esta
victoria contra los franceses se sumó un decisivo triunfo posterior en la batalla
de Gravelinas, en
1558.
Como
consecuencia de estos fulminantes éxitos militares españoles se firmó la Paz de
Cateau-Cambrésis de 1559, tratado en el que Francia reconoció la supremacía española
en el Continente, y sus intereses en Italia se vieron favorecidos, pactándose
el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois. No obstante, los problemas en
Flandes continuaron a partir de 1568 por el apoyo a los rebeldes
flamencos de los hugonotes franceses. Al término de las guerras de Italia en
1559, la Corona española había conseguido asentarse como la primera potencia europea,
en detrimento de Francia. Los ciudades-estado de Italia, que durante la Edad Media y el
Renacimiento habían acumulado un poder desproporcionado a su pequeño tamaño,
vieron reducido su peso político y militar al de potencias secundarias,
desapareciendo algunos de ellos.
En
1582, don Álvaro de Bazán, el mejor almirante español de la época, derrotó a una flota de
corsarios franceses en la batalla de la isla Terceira, en la que se emplearon
por primera vez en la historia militar fuerzas de infantería de marina para el desembarco
en playas, abordaje de barcos enemigos y ocupación de terreno estratégico. En
1590, aprovechando la muerte del cardenal de Borbón, rey de Francia por la Liga
Católica, Felipe II intervino en las guerras de Religión de Francia contra
Enrique IV. En los Estados Generales de 1593 convocados por el duque de Mayene,
como lugarteniente general rival de Enrique IV, se negaron a reconocer a doña Isabel
Clara Eugenia, hija de Felipe II, como reina de Francia, lo que aprovechó
Enrique IV para convertirse al catolicismo. La posición y esperanzas de Felipe II de mantener la paz con los franceses se
desvanecieron hasta llegar la firma del tratado
de Vervins (1598), en la que se restablecía lo estipulado en el anterior
acuerdo de paz de Cateau-Cambrésis.
Alabardero español de los Tercios de Flandes (finales siglo XVI) |
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