Al mismo tiempo que florecían las culturas
mesopotámicas y del valle del Indo, se desarrolló en el fértil delta del Nilo una brillante
civilización durante un larguísimo periodo que abarca más de 3000 años. Esta
prolongada historia de Egipto se ha divido en tres épocas denominadas Imperio
Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo. En esta última etapa Egipto alcanzó un
gran poderío y sus reyes tuvieron que sostener costosas campañas militares con
sus vecinos de Asia Menor y Siria, especialmente con los belicosos hititas
procedentes de la península de Anatolia. Entre estos faraones guerreros y
conquistadores destacaron Tutmosis I, Tutmosis III y Ramsés II. También hay que
destacar a la gran reina Hatsepsut de la XVIII dinastía y madre de Tutmés III, que
gobernó Egipto en la primera mitad del siglo XV con el nombre de Maatkara
Hatsepsut, y llegó a ser la mujer que más tiempo estuvo en el trono de las Dos
Tierras, como también se conocía al País del Nilo.
La unificación de Egipto
fue obra de sus reyes. A éstos se les llamaba faraones, lo que venía a
significar la gran casa. El faraón era un rey-sacerdote al
uso y, además de ser el monarca absoluto e indiscutido, era el Sumo Sacerdote o
máxima autoridad religiosa, y se le consideraba una encarnación de la
divinidad. Como tal era un dios vivo en la tierra y gracias a su fuerza
sobrenatural los egipcios podían vivir en paz y cultivar sus campos. El faraón
era también el comandante en jefe del Ejército y de la Administración. La corte
del faraón estaba compuesta por muchos altos funcionarios que dirigían la vida
cotidiana del país a través de gobernantes locales (visires).
La religión fue un
factor fundamental de la cultura egipcia y no es fácil de comprender. Se
trataba de una religión politeísta, pero con tendencia al monoteísmo ya que
cada nomo o provincia tenía un dios local al que rendía culto, aunque también adoraban
a los demás de manera complementaria. Estas divinidades se representaban como
figuras humanas con determinados símbolos y algunos se sincretizaron con el
paso del tiempo. Unas veces las deidades tenían cabeza de animal y otras solo
se representan con apariencia de animales. Había dos tipos de dioses: los
locales y los cósmicos.
Los dioses locales eran
los particulares de cada ciudad o región (por ejemplo, el dios de Menfis era
Ptah, y Amón fue originariamente el dios protector de Tebas). La lista de
dioses cósmicos es mucho más amplia, pues eran comunes en todo el país. Entre
éstos cabe destacar una tríada que va a ser muy importante desde un principio:
Geb, dios de la Tierra; Nut, diosa del Cielo; y Ra, dios del Sol. Además de los
dioses propiamente dichos había muchos semidioses. También animales sagrados
—que no divinos—, a los que se trataba con mucho respeto y que se momificaban
al morir. Las principales divinidades egipcias eran las siguientes:
Ra era el dios solar, y
a veces se le relacionaba con otros dioses importantes como Horus o Amón. Hubo
un tiempo en que los cultos de Amón, dios del Cielo, y el del dios solar Ra se
fusionaron dando paso al complejo culto de Amón-Ra. Originariamente Amón era el
dios tutelar de Tebas. Los egipcios del Imperio Nuevo sentían gran devoción por
él y le consideraban creador del mundo y dispensador de parabienes. Su culto se
vio amenazado en el siglo XIV a.C. por la reforma monoteísta del faraón apóstata
Amenofis IV o Akenatón que intentó erradicar el culto a Amón en favor del
también dios solar Atón, originario de la ciudad norteña de On-Heliópolis
(ciudad del Sol) mencionada en la Biblia. También es posible que el culto de
Atón hubiese sido introducido en Egipto algunos siglos antes cuando los hicsos
y otros pueblos semíticos invadieron el país y muchos de ellos se instalaron en
la zona del Delta.
Osiris es otro de los
dioses importantes del panteón egipcio y circulaban numerosas leyendas acerca
de él, en especial relacionadas con su dramática muerte y posterior resurrección.
Osiris era el primogénito de Geb, dios de la Tierra y Nut, diosa del Cielo.
Osiris sería el dios de la Luz que sale por la mañana, brilla durante el día y
por la noche es asesinado por el malvado Seth, que por ser el primogénito
esperaba heredar la Tierra. Es obvio que algunas de las atribuciones de Osiris
se solapaban con las de Ra, el dios solar por excelencia.
Isis recorre la tierra
llorando la muerte de su esposo y al amanecer aparece Horus, el dios-halcón,
lamentando la muerte de su padre Osiris de manera tan vehemente que consigue
que resucite, pero a partir de entonces no reinará en la tierra de los vivos,
sino en el inframundo habitado por los difuntos y va a reinar en el País de
Occidente, que en muchas culturas se identifica con la tierra de los muertos,
dado que el Sol se pone por el oeste. A partir de entonces se le va a
representar fajado y vendado, y con los brazos cruzados sobre el pecho y los
atributos propios del faraón en sus manos. En su cabeza una corona o casquete
muy alto de forma cónica rematado por dos grandes plumas. También luce una
barba puntiaguda y la cara presenta un inquietante color verdoso que recuerda
el de la carne putrefacta.
Anubis es el dios de los
muertos y conduce las almas de los difuntos al Más Allá. También preside las
ceremonias de momificación. Se le suele representar con cuerpo humano y cabeza
de chacal, o como un chacal. Horus también era una deidad solar venerada en
regiones concretas de Egipto. Se le solía representar con cuerpo humano y
cabeza de halcón.
Seth era la deidad de
las tinieblas. Su figura resulta un tanto confusa dado que a veces se le representa
como señor del inframundo que, como el Hades de los griegos, gobierna el mundo
de las sombras, y otras veces es representado como una deidad maligna como el
diablo del cristianismo medieval. Se le representaba vestido de guerrero y en
el rostro sobresalía un hocico curvo y unas orejas largas y puntiagudas que
recuerdan a las de los zorros y otras alimañas.
Toth era el dios
protector de la Ciencia y la Medicina, especialmente valorada en el Antiguo
Egipto. Toth era el dios tutelar de la Casa de la Vida donde se formaban los
cirujanos y médicos egipcios en las distintas especialidades. También se le
atribuía a este dios benefactor la invención de la escritura de jeroglíficos y
la creación de un calendario. A Toth se le solía representar como un hombre con
una diminuta cabeza de ibis.
Hathor, diosa del amor y
de los placeres—especialmente de los relacionados con el sexo—, era una de las
deidades más veneradas, sobre todo por las mujeres, pues también se le
atribuían poderes que facilitaban la fertilidad. Era la esposa de Horus y se la
representaba como una mujer con cabeza de vaca y cuernos en forma de lirios, y,
a veces, con un disco solar por encima de la cabeza o entre los cuernos (¿fue
la figura que inspiró el bíblico Becerro de Oro?). A veces también llevaba el
disco solar en la boca.
El culto tardío de
Serapis
Serapis era una deidad
sincrética grecoegipcia a la que Ptolomeo I declaró protectora de Alejandría y
dios tutelar de Egipto y Grecia con el propósito de vincular culturalmente a
los dos pueblos. Según un texto de Tácito (†120 d.C.), Serapis fue el dios de
la cercana población de Racotis antes de que formara parte de la gran capital de
Alejandría; pero es improbable que antes de eso se construyeran grandes templos
dedicados a Serapis, excepto el Serapeum
de Saqqara. A finales del siglo IV d.C. el Serapeum de Alejandría era un templo
notable y parece ser que también albergaba una voluminosa biblioteca.
Alejandro de Macedonia
había potenciado el culto tardío de Amón, pero éste gozaba de escaso afecto
entre muchos egipcios, pues era el dios tutelar de Kush y de los tebanos, que
eran antagonistas del Delta, más pluricultural y multiétnico. En una palabra,
menos egipcio en el sentido tradicional. Por otra parte, Osiris, Isis y Horus
eran venerados y populares en todas partes. Y mientras Ptah, el artesano, dios
de la gran capital nativa de Egipto, no resultaba atractivo, el buey Apis,
considerado una encarnación de Ptah, había relegado al propio Ptah. La
combinación de Osiris y el buey Apis, representado por la imagen de Apis
muerto, aunaba todos los elementos de una sabia elección política para el
carácter de la nueva divinidad, cuya imagen representaba a un dios del
inframundo con características de fertilidad.
La más antigua mención
de Serapis se encuentra en la narración de la muerte de Alejandro acaecida en
el 323 a.C., y fue tomada de los diarios reales (Arriano, Anábasis, VII. 26).
Según ella, Serapis tiene un templo en Babilonia y es de tal importancia que
solo lo nombra a él al ser consultado por el rey agonizante. Alteraría
considerablemente nuestra concepción de Apis muerto si descubriéramos que un
santuario portátil de la divinidad acompañó a Alejandro Magno en su expedición,
o hubiese sido preparado ex profeso para él en Babilonia. Por otra parte, el
principal dios de Babilonia era Baal-Marduk y es difícil imaginar que hubiera
sido asimilado a Serapis en esta ocasión. Sin embargo, se sabe que Ea, llamado
también Sarapsi, el dios del océano profundo, del aprendizaje y de la magia,
contaba con un templo en la ciudad. Parece poco probable que este
Sarapsi-Serapis se adoptara en Sinope y de esta ciudad se tomara como origen
del dios egipcio, en Alejandría de Egipto; pero independientemente de si el
nombre egipcio de Serapis proviene realmente del Sarapsi babilónico, la
importancia que éste tuvo en los últimos días de Alejandro podría haber
determinado la elección del dios egipcio sincretizado Osiris-Apis para aportar
el nombre y algunas de las principales características al dios de la nueva
ciudad de Alejandría fundada por el gran conquistador.
Muerto Alejandro Magno,
sus generales (diadocos) se
repartieron el imperio y a Ptolomeo le tocó el gobierno de Egipto. La intención
de Ptolomeo consistía, probablemente, en hallar una deidad que se ganara por
igual el respeto y veneración de los helenos —de diversos orígenes raciales,
pero educados en una cultura común— y de los egipcios, intensamente tradicionalistas,
cuyos sacerdotes habían repudiado a las precedentes dinastías extranjeras
reinantes en Egipto, provocando fuertes resistencias. Es poco probable que los
griegos hubiesen aceptado una divinidad zoocéfala, al modo egipcio, mientras
que los egipcios estarían más dispuestos a aceptar cualquier aspecto para este
dios. Se eligió, pues, un icono típico griego, que fue proclamado el
equivalente antropomorfo de una muy venerada divinidad egipcia, el buey Apis,
asimilado a Osiris, dios del inframundo.
La figura griega
probablemente tendría escasa influencia sobre las ancestrales ideas religiosas
de los egipcios, pero quizá sirviera como útil lazo entre las dos religiones.
De este modo, Serapis es un caso ejemplar de divinidad sincrética en la que
prácticas cultuales de distinto origen se sintetizan en una nueva imagen. Si
bien el concepto de sincretismo fue descrito por primera vez en el siglo XVII,
la práctica sincrética debe de haber sido habitual en la religión griega de la
época helenística.
Los griegos reconocían
desde antaño el oráculo de Amón en Shiwa como una manifestación de Zeus. Los
cultos sincréticos grecorromanos de la divinidad persa Mitra y de la egipcia
Isis están ampliamente documentados. Por otra parte, tanto griegos como romanos
fueron bastante tolerantes con los cultos religiosos extranjeros.
Debemos tener muy
presente que todas estas deidades, así como sus cultos, variaron a lo largo de
la dilatada historia del Egipto antiguo.
Uno de los cultos
antiguos que logró sobrevivir incluso un par de siglos al cristianismo impuesto
por Roma en el siglo IV, fue el de Isis, prohibido definitivamente por el
emperador bizantino Justiniano en el siglo VI.
Isis era la esposa de
Osiris y se la solía representar en las esculturas como una mujer con una silla
en la cabeza, y la silla era su pictograma en los jeroglíficos. El culto de
Isis llegó a tener mucha aceptación incluso entre las damas patricias tras la
anexión de Egipto al Imperio Romano. Sus devotas eran especialmente mujeres ya
que la diosa estaba muy relacionada con asuntos que interesaban a las mujeres,
sobre todo los relacionados con la fertilidad, el matrimonio, etcétera.
Maat era la diosa de la
justicia y se la representaba como una mujer con una pluma de avestruz sobre la
cabeza (la pluma es su pictograma en los jeroglíficos).
Neftis, ayudante de Isis
y Osiris en el juicio final era la esposa de Seth y se la representaba como una
mujer con cabeza de gato.
Selkis era la diosa
castigadora de los crímenes. Estaba relacionada con el mundo de ultratumba y la
representaba la figura de una mujer con cabeza de escorpión o simplemente como
un escorpión.
Todas estas divinidades,
que son muy pocas en relación con todas las que había, se mantienen hasta la
época romana en que empiezan a desaparecer o se empiezan a refundir con dioses
grecorromanos (los dioses siguen siendo los mismos, pero desaparecen las
representaciones o se convierten en figuras humanas o de animales simplemente,
y desaparecen figuras humanas con cabeza animal, etcétera. La religión egipcia
sobrevivirá durante la época romana hasta el Edicto de Tesalónica del año 380
declarando el cristianismo como única religión del Imperio Romano y
proscribiendo a todas las demás. Estos antiguos dioses estaban fuertemente
asociados a la creencia en la vida de ultratumba, lo que explica el sofisticado
culto a los muertos que se daba en toda la sociedad egipcia. Estas tradiciones
probablemente se originaron en tiempos prehistóricos y fueron evolucionando a
lo largo de la dilatada historia del antiguo Egipto.
Horus e Isis |
No hay comentarios:
Publicar un comentario