Todos conocemos el relato bíblico del Diluvio Universal
ocurrido en tiempos de Noé, precisamente cuando éste había cumplido más de
seiscientos años. Como sólo él y sus más allegados no formaban parte de la
humanidad pecadora, fueron salvados por Yahvé, junto con una pareja de animales
de cada especie, de la destrucción de todo ser vivo, a excepción de los peces y
las plantas, que había sobre la Tierra. Dado que se había utilizado un arca
como medio de salvación, ésta permaneció flotando un año y once días hasta
quedar varada en la cima de monte Ararat, en la actual Turquía. Si consideramos el relato bíblico del Diluvio desde una
perspectiva racionalista, hemos de admitir que no parece corresponderse con la
realidad científica. A pesar de que hubiese estado lloviendo durante cuarenta
días y cuarenta noches sin interrupción, con la misma intensidad que lo hace el
monzón, un viento periódico que sopla en ciertos mares, particularmente en el
océano Índico, unos meses en una dirección y otros en la opuesta, jamás se
habría podido cubrir totalmente la superficie del planeta hasta superar la cima
más alta del Himalaya. Esta circunstancia ya fue minuciosamente estudiada en su día
por el geólogo inglés Charles Lyell, para llegar a la conclusión de que tal
cosa jamás pudo suceder, al menos tal como es relatada en la Biblia. A esto
contestó Eduard Suess, en 1883, que el Diluvio ocurrió en un lugar determinado,
siempre que éste fuera muy llano. Pero tampoco puede decirse que se explayara
ofreciendo información, o una teoría alternativa y clarificadora.
La posibilidad científica de un Diluvio Universal hace
muchos años que es rechazada por los investigadores de medio mundo. Ahora bien,
si aceptamos que el Edén pudo hallarse en algún lugar de la antigua Mesopotamia,
entre los ríos Éufrates y Tigris, y que el Diluvio podría haber sido una gran
inundación provocada por el desbordamiento de uno o de ambos ríos, la cosa
podría adquirir visos de ser cierta. Hace tiempo que se consideran las leyendas como una transformación
de la realidad, lo que las convierte en un testimonio verídico que debe ser
liberado de su envoltorio de ficción. Pero cuando la leyenda no surge en una
sola cultura, sino que aparece en otras desarrolladas en una zona geográfica
bien identificada, como es el caso de Oriente Próximo, y de Mesopotamia en
particular, la posibilidad de que la leyenda contenga un poso de autenticidad
adquiere mayor fuerza. En muchas de las leyendas de Oriente Próximo se atribuye el
origen de este gran diluvio o inundación a una lluvia permanente. Hasta el
siglo XVIII se aceptó la existencia histórica de un diluvio como un axioma, una
verdad clara y evidente que debía ser admitida sin demostración científica sólo
porque así lo decía la Biblia. Pero a medida que los inquietos estudiosos
europeos fueron avanzando en sus investigaciones descubrieron que el punto de
partida eran una serie de leyendas muy localizadas, cuya repetición invitaba a
suponer que el Diluvio existió, aunque no necesariamente del modo en que es referido
en la Biblia. Pudo deberse a unas grandes inundaciones aisladas, las cuales
originaron tantos daños que las gentes las mantuvieron en el recuerdo durante
generaciones, justificándolas como un castigo divino, por no ser capaces de
ofrecer explicaciones racionales o científicas a ese fenómeno.
Preguntémonos cómo se habrían explicado un gran tsunami o maremoto los
habitantes de Creta o de Egipto hace 3500 años. Posiblemente lo habrían atribuido a la
furia de los dioses.
En la Biblia antes de que se produjera el Diluvio se habla
de la existencia de una raza de gigantes, hasta que las hijas de los descendientes
de Caín sedujeron a los hijos de los descendientes de Abel. Entonces se produjo
tal maldad que el mismo Yahvé se arrepintió de haber creado a los seres humanos,
por esto decidió exterminarlos de la faz de la Tierra por medio del Diluvio. Un cruel castigo, sin duda. No
olvidemos, no obstante, que Yahvé era el dios de los hebreos, un pueblo semita
irrelevante hace 3500 años, sólo por remontarnos a la época en la que
supuestamente pudo vivir Moisés. Hoy en día Yahvé es un dios universal aceptado por
cristianos y judíos, pero no era así en la época del Diluvio, que pudo tener lugar
hace 6000 años, coincidiendo con la aparición de las primeras civilizaciones en
Mesopotamia, Egipto y el valle del Indo. Con el diluvio fueron exterminados, además de los pecadores,
los gigantes, aunque nos dejaron, según muchos investigadores heterodoxos, los
menhires y los grandes dólmenes que se hallan en muchos países de Europa y de Asia.
La similitud entre el texto bíblico del Diluvio y el poema
babilónico de Gilgamesh resulta extraordinaria en muchos pasajes. La variante primordial se
encuentra en la Tablilla XI, donde se cuenta que el héroe pretende alcanzar la
inmortalidad. Al enterarse de que su amigo Enkidu ha fallecido, emprende un
peregrinaje de iniciación a la desembocadura de varios ríos, en una de cuyas orillas se
encuentra a Utnapishtim, quien ya ha recibido el don de la inmortalidad después
de haber escapado a un terrible diluvio desencadenando por los
dioses. Sin que sepamos cuál fue la causa del enojo de éstos, sabemos que
abrieron los cielos para arrojar una lluvia torrencial sobre la tierra, que se
prolongó por espacio de muchos días. Sin embargo Ea, el dios de las Aguas, tenía como su seguidor
más fiel a Utnapishtim, al que decidió salvar, siempre que fuera capaz de
construir una embarcación de unas proporciones muy singulares, que él mismo le
proporcionó, en la que debería introducir a su familia y a una pareja de
animales de cada una de las especies que poblaban la tierra. El «Noé mesopotámico» siguió al pie de la letra las órdenes
de su dios protector, con tanta rapidez y eficacia, que al llegar el diluvio ya
se encontraba embarcado, en compañía de sus familiares y las parejas de todos los animales. En el momento en que se abrieron torrencialmente las
compuertas de los diques celestiales, los mismos dioses se sintieron tan sobrecogidos, que corrieron a esconderse en los cielos. Una vez hubo finalizado el diluvio, Utnapishtim vio que la tierra había quedado cubierta por una inmensa capa de fango. Entonces
descubrió a lo lejos una isla…
A partir de este punto las similitudes son tan acusadas, que
cuesta creer que el Diluvio bíblico no se inspirara, o plagiara parcialmente,
el diluvio babilónico contenido. Lo cual no tendría nada de particular porque todas las
civilizaciones se han construido con elementos importados de otras, anteriores
o coetáneas, y, por otra parte, los antiguos hebreos eran un pueblo semita que
procedía de Ur de Caldea, al sur de Mesopotamia, y Caldea era el antiguo nombre
de Babilonia, que también es mencionada en la Biblia como Babel, famosa por su
Torre que no era otra cosa que un zigurat; una torre piramidal escalonada,
característica de la arquitectura religiosa asiria y caldea. Si nos colocamos en un punto de opinión intermedio, sin
aceptar nada de forma dogmática, ni negándolo categóricamente por sistema, podemos aceptar
que hubo un diluvio, quizás una gran inundación debida al desbordamiento de
grandes ríos, tal vez a causa de unas lluvias torrenciales que se prolongaron
durante varios días. Se pueden dar explicaciones racionales alternativas a los
episodios relatados en la Biblia, sin necesidad de negarlos sólo porque no sean
del todo exactos.
Diluvio Universal: un cruel castigo |
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