Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta Narcotráfico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Narcotráfico. Mostrar todas las entradas

lunes, 7 de mayo de 2018

Boardwalk Empire: Prohibición, narcotráfico y libre mercado


La aclamada serie televisiva Boardwalk Empire producida y emitida por el canal de televisión por cable HBO, recibió excelentes críticas y tuvo altos niveles de audiencia, en particular por su estilo visual y fidelidad histórica, y por la interpretación de Steve Buscemi. Pero ¿qué hay de cierto en la historia que inspiró esta serie televisiva? ¿Existieron esos gánsteres en la Prohibición?
En 1920 estaba listo un enorme cargamento de opio en China, y aunque el transporte a Canadá y Estados Unidos no presentaba grandes problemas, su distribución sí resultaba bastante más compleja. Se hacía necesaria una estructura que distribuyera la mercancía en las calles. Comenzó entonces una campaña en ambos países para prohibir la venta y consumo de bebidas alcohólicas. La campaña fue iniciada y financiada por las piadosas familias norteamericanas de clase media que habían sido atraídas a la red británica de distribución y consumo de drogas. Los Astor, Vanderbilt, Rockefeller, Warburg, etcétera, financiaron, entre otras, a la Unión Cristiana Femenina de la Templanza (WCTU), y lo mismo hicieron muchas fundaciones filantrópicas de Estados Unidos enviando a los enfervorecidos misioneros protestantes a pedir, Biblia en mano, la prohibición total del consumo de alcohol. Había comenzado la Prohibición y los Warburg eran una poderosa familia de banqueros judeoalemanes, íntimamente ligada a los Rothschild, a los Schiff y a la firma Kühn Loeb & Co. de Nueva York, de la que Paul Warburg era socio y director. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, circunstancias elocuentes hicieron que Paul Warburg estuviera en la mesa negociadora de Versalles del lado de los vencedores aliados, mientras que su hermano Max estaba del lado de los alemanes vencidos. Jakob Schiff, socio de Paul Warburg, había financiado a los japoneses en 1905 en su guerra contra Rusia y, posteriormente, brindó una generosa financiación a los revolucionarios bolcheviques que preparaban la Revolución de 1917. Fueron los banqueros judíos de Wall Street los que sufragaron durante años el exilio de Lenin y su camarilla marxista en París y Ginebra. Y fueron también ellos los que corrieron con los gastos del tren que llevó a Lenin a Moscú desde Ginebra, atravesando un continente en guerra.
En Canadá la Prohibición coincidió prácticamente con la Primera Guerra Mundial, entró en vigor en 1915 y fue derogada en 1919. En este lapso de tiempo, la infraestructura criminal canadiense de la distribución del alcohol importado de Inglaterra y Escocia, estaba inicialmente en manos de la familia Bronfman, quienes habían hecho los contactos necesarios con la Comisión Real de Bebidas Alcohólicas de Londres. Todo fue sobre raíles y muy pronto la red de traficantes de alcohol estuvo establecida en Estados Unidos, siendo Meyer Lansky una de las figuras clave del proceso. La prohibición del consumo de bebidas alcohólicas terminó en 1933, pero el tráfico de drogas continuó. Porque en eso, precisamente, radica la excelente rentabilidad de los negocios ilegales, en su ilegalidad. A pesar de la inmensa cantidad de dinero que movía durante el período de entreguerras (1919-1939), el narcotráfico se volvió un negocio espectacular después de la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1945, cuando se perfeccionaron los procedimientos bancarios y monetarios necesarios para manejar la avalancha de dinero en efectivo, y se creó el clima cultural para estimular la adicción a las drogas.
Los ingleses se habían mantenido en un discreto segundo plano en todas las operaciones ilegales de alcohol y drogas, ya que la heroína que vendieron a Rothstein y Lansky en la década de los años 1920 había sido una operación legal. También fue legal la venta del alcohol a los Bronfman y a Joseph Kennedy (padre del célebre presidente asesinado), ya que el destino que los compradores dieran al alcohol era un asunto que se encuadraba dentro de la acción de la libre empresa. ¡El comercio por encima de todo, incluso de la ley!
La cantidad de dinero que generaba (y genera) el tráfico de las drogas en todo el mundo era descomunal ya en aquella difícil época de posguerra. La pregunta que todo el mundo se hacía era: ¿Cómo es posible que 500 mil millones de dólares ilegales puedan mantenerse fuera del control del Gobierno? No hay en el mundo un banco lo bastante grande como para manejar tal cantidad de dinero.
Era obvio que después de más de 150 años dedicados al narcotráfico le habían conferido a la banca británica la experiencia necesaria para hacerse cargo de cualquier operación. Simplemente era una ampliación de su antiguo negocio del opio en China. Entre las razones que explican el éxito británico en el negocio están, además de su experiencia, la actividad bancaria off-shore que se lleva cabo en las antiguas colonias británicas (hoy miembros de la Commonwealth), como las islas Bahamas y las Caimán que, bajo muy contadas excepciones, siguen estando bajo el control de las oligarquías inglesas. El dinero obtenido ilícitamente en los Estados Unidos se lava mediante depósitos en efectivo en dichos paraísos fiscales entre los que está Gibraltar, auténtica cueva de piratas y un anacronismo fiscal con el que la Unión Europea siempre ha hecho la vista gorda. Veremos qué pasa después del Brexit.
El lavado del dinero sucio de la droga lo realiza gente que maneja enormes cantidades de efectivo, como los casinos, los hipódromos, clubes deportivos, especialmente los de fútbol. ¿Se han preguntado en alguna ocasión de dónde salen las astronómicas cantidades para los fichajes más absurdos?
 Una vez que el dinero ha sido convenientemente depositado, se hace la transferencia electrónica a un banco en el extranjero, donde se pierde la pista en el laberinto de transferencias, imposibles de rastrear y localizar, aún cuando los investigadores pudiesen tener acceso a los registros bancarios, cosa que no es así. Un ejemplo que ilustra claramente el nivel de corrupción e involucración en el negocio de gente considerada honorable lo proporciona el siguiente informe de EIR (Executive Intelligence Review): «Una pequeña línea aérea, que tiene contratos suscritos con la Reserva Federal y que le permite entregar cheques con clearing bancario, era sospechosa de transportar estupefacientes en distintos puntos de entrega previamente concertados. Conviene recordar que la Reserva Federal de Nueva York no es un departamento sometido al control del Gobierno de los Estados Unidos, sino que es una organización privada y controlada por lobbies anónimos a través de sus hombres de paja y testaferros».
La línea aérea norteamericana estaba participada por la Airborne Freight de Seattle, controlada por un banco de Nueva York, el Allen & Company. Allen era el apellido del banquero del capo mafioso judío Meyer Lansky, Charles Allen. Un tal James H. Carey, vicepresidente ejecutivo del Chase Manhattan Bank (ligado a la poderosa familia Rockefeller) formaba parte del directorio del Airborne Freight. Antes, Carey había trabajado con Richard Hambro, presidente del Hambro Bank, principal banco mercantil del Reino Unido, y en seguida se convirtió en director ejecutivo del First Empire Bank, una joint venture (sociedad de riesgo compartido) entre Hambro Bank y la exclusiva tienda Macy's. El First Empire fue el respaldo bancario de los hermanos Jacob, quienes gestionaban una parte del negocio de blanqueo de dinero del gánster Meyer Lansky, antiguo capo de la mafia judía en La Habana de Batista. Los patrocinadores de Carey en el Hambro Bank, según el EIR «estaban entre los mejor conectados de la élite financiera británica: el ya fallecido sir Charles Hambro, tío de Richard Hambro, encabezó el organismo británico: Special Operations Efective (SOE) durante la Segunda Guerra Mundial».
El centro financiero, el gran colector del dinero sucio del narcotráfico y otras actividades ilegales, se encontraba en Hong Kong, donde el formidable volumen de dinero sucio comprimía la actividad económica legítima, infinitamente inferior, por otra parte. El EIR estima que el dinero que pasó por Hong Kong solamente en 1978 fue de unos 10 billones de dólares. Lo que representaba casi el doble del total de dinero disponible en esa ciudad. El centro operativo era el Hong Kong & Shanghai Bank (el Hong Shang, o HSBC) que crearon los británicos después de la segunda guerra del Opio (1856-1860).
China perdió la guerra y tuvo que hacer concesiones a los británicos en el Tratado de Tianjin (1858) y su posterior extensión en la Convención de Pequín (1860), fue firmada mientras las potencias occidentales ocupaban Pequín e incendiaban el Palacio de Verano. Según los informes del EIR, el Hong Kong & Shanghai Bank era el banco central semioficial de la colonia británica de Hong Kong, y regulaba las condiciones generales del mercado, guardando el exceso de depósitos de los miles de bancos menores, facilitando servicios de redescuentos, etcétera. El HSBC es el monstruo económico que aglutina los enormes beneficios que generan la producción, el transporte y la distribución del opio desde Asia a los mercados europeos y norteamericanos.
Una de las tareas del banco HSBC era sufragar anualmente el cultivo de cada nueva cosecha y financiar su adquisición, lo que cubre, no sólo el valor de la semilla de amapola, sino también el transporte con extensas caravanas de mulas de carga o camellos, como en el caso de Afganistán. Además financian la adquisición de sofisticados productos químicos que actúan como precursores o facilitadores para la elaboración de la heroína, que es el producto final, ya con un alto valor añadido. Después está el contrabando hasta los puertos de embarque, lo que incluye fuerzas de seguridad privadas y sobornos a funcionarios gubernamentales, según se requiera en cada escala del trayecto.
Los cultivadores reciben unos 100 $ la libra, importe que en la frontera tailandesa se ha elevado a unos 200 $ la libra; cuando sale del laboratorio, la heroína tienen un valor aproximado 2.000 $ la libra. Finalmente, en las calles de San Francisco o de Nueva York, llega a alrededor de 2 millones de dólares la libra. El HSBC debe asegurar que los fondos para pagar cada nueva provisión anual de heroína a razón de 2.000 dólares la libra, para que estén disponibles en cada punto de entrega convenido, antes de que llegue el producto para su posterior distribución en los mercados y puntos de consumo.

Los Bronfman llegaron a Canadá en 1889 procedentes de Rumanía, encabezados por el patriarca de la familia, Yechiel Bronfman. Sus primeros negocios fueron el comercio con madera, los caballos y finalmente la administración de hoteles (y la prostitución, dicho sea de paso). Ya millonarios, durante la Prohibición canadiense, los ingleses los eligieron para importar y distribuir bebidas alcohólicas de contrabando en los Estados Unidos cuando allí se promulgó también la Prohibición o Ley Seca. La operación de contrabando a los Estados Unidos estuvo organizada por Arnold Rothstein, quien se había puesto a la cabeza del crimen organizado relacionado con el contrabando de alcohol. Cuando Rothstein fue asesinado en 1928, el negocio pasó a ser manejado por John Torrio, testaferro de los Bronfman, ya que estaba en condiciones de entenderse con la mafia italiana. A Torrio le sucedieron Lucky Luciano y finalmente Meyer Lansky, un eficaz contable y blanqueador de narcodólares.
Los Bronfman habían elegido para distribuir su alcohol de contrabando en los Estados Unidos, el mismo sistema y la misma red de distribución que se usaba para comercializar el opio procedente del Lejano Oriente. Pero los Bronfman sólo eran una de las muchas piezas en el inmenso engranaje de la organización para la distribución del opio, cuyo cuartel general estaba en Inglaterra. Los Bronfman estaban endeudados con las élites financieras británicas que los sufragaban, les facilitaban la protección política y legal imprescindible para proseguir con su boyante negocio de transporte y distribución de alcohol y opio en los Estados Unidos. Había que mover grandes sumas de dinero para sacar adelante el negocio.
Con el tiempo, la familia Bronfman, ante la necesidad de legalizar sus negocios, consiguió mediante una hábil estratagema, hacerse con el paquete principal de acciones de la compañía química DuPont de Nemours, los fabricantes de, entre muchos otros productos químicos, los freones o clorofluorocarbonos usados en la industria de la refrigeración. Hasta la OPA (Oferta Pública de Acciones) hostil de los Bronfman, la compañía DuPont defendía a capa y espada la inocencia de los freones en el fraude de la disminución de la capa de ozono –como los hechos demostraron más tarde, ellos tenían razón–, pero una vez en manos de los Bronfman, la compañía DuPont se volvió verde y prestó todo su apoyo a la campaña que impulsaba al Tratado de Montreal de reducción y eliminación de tan útiles gases.
La figura más importante dentro del clan Bronfman era Edgar, quien era además vicepresidente honorario de la ADL, o Liga Anti Difamación. La ADL es una organización sionista que ha tenido a varios de sus miembros acusados y condenados por la Justicia de Estados Unidos por secuestro, asesinato y otras actividades ilegales, y que se caracteriza por prestar apoyo a miembros relacionados con el crimen organizado, el terrorismo internacional y el narcotráfico, sosteniendo que la persecución de la Justicia se debe a prejuicios antisemitas. El manoseado victimismo de siempre. El famoso pensador norteamericano, Noam Chomsky, relata sus experiencias con la ADL de la siguiente manera: «En los Estados Unidos se ha desarrollado un sistema bastante efectivo de intimidación para silenciar a la crítica. Es una organización realmente consagrada a tratar de difamar, intimidar y silenciar a las personas que critican las actuales políticas del estado de Israel, cualquiera que sea ésta. Por ejemplo, en mi propio caso, fue posible obtener una copia del informe que confeccionaron con relación a mi persona, a través de una filtración de información originada en una oficina de la Liga Anti Difamación en Nueva Inglaterra. Contiene 150 páginas, similares a un archivo del FBI.
»Este material ha estado circulando y será enviado a algún grupo local el cual lo usará para extraer material difamatorio, el que a su vez se difundirá, normalmente a modo de panfletos sin firmas responsables, en los alrededores de los lugares donde yo vaya a hablar. Si hay algún comentario en la prensa, el cual consideren como poco subordinado a la opinión de la organización, habrá un diluvio de cartas, protestas, amenazas, etcétera. Los políticos, por supuesto, están sujetos a estas maniobras y, también, a importantes penalizaciones económicas si no continúan en la línea trazada por la ADL». Así funcionan los sionistas y la nueva izquierda europea. Pero no son los únicos. En el proceso secesionista catalán hemos podido ver cómo funciona la prensa al servicio de determinadas opciones políticas, consideradas políticamente correctas, aunque se sitúen al margen de la ley.

Edgar Bronfman es además presidente del Congreso Mundial Judío. Los holdings legales de los Bronfman están constituidos sobre DuPont y la compañía canadiense de licores Seagrams. En la última etapa de la Guerra Fría, además, los vínculos comerciales con la Unión Soviética fueron muy activos y rentables para la familia Bronfman. Edgar Bronfman y su amigo Dwayne Andreas, presidente de la empresa de granos Archer Daniels Midland, tuvieron estrechas relaciones con el entonces dictador de Alemania Oriental, Eric Honecker, y con el premier soviético Gorbachov.
Mikhail Gorbachov se hizo con el poder en 1985 gracias al apoyo del lobby sionista. Del mismo modo que los judíos conspiraron contra el zar un siglo antes, también lo hicieron contra la URSS para provocar su desintegración en 1991. Una de las primeras medidas adoptadas por Gorbachov fue la de facilitar la salida de judíos rusos a Israel para su reasentamiento y fortalecer demográficamente la presencia judía en los Territorios Árabes Ocupados. Entre los objetivos declarados que perseguían los Bronfman estaba mejorar la coordinación de la ADL con la KGB para manejar la propaganda en pro de Gorbachov dentro de los Estados Unidos. Y entre los objetivos no declarados, estaba el de participar activamente en los nuevos y lucrativos negocios de prostitución y tráfico de drogas que se iban a poner en marcha en los países del Este recientemente liberados del comunismo soviético en aras de un balbuciente crimen organizado internacional globalizado.
La ADL estuvo involucrada en el desarrollo del narcotráfico al por mayor en Sudamérica desde sus inicios a través de varias eminentes figuras de la organización como Carl Gershman, director de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy), que era una de las agencias subsidiarias utilizadas por el Gobierno de Estados Unidos para financiar a los contras en Nicaragua y a los escuadrones de la muerte en El Salvador. Empeñados, entre otras cosas, en exterminar a la población indígena. Genocidio del que, falsariamente, aún se sigue culpando a los españoles, doscientos años después de que esos países alcanzasen su independencia. La mano de los sionistas se deja sentir con demasiada nitidez como para ignorarla.
En especial la del fanático rabino Morton M. Rosenthal, que con fondos del NED, concluyó un tendencioso estudio diciendo que los sandinistas eran antisemitas, para lograr el apoyo de la comunidad judía internacional a favor de los contras nicaragüenses. Auténticos asesinos a sueldo.
Kenneth Bialkin, abogado del multimillonario traficante de armas internacional Adnan Khashoggi –durante muchos años residente en Marbella– utilizó el dinero del especulador para comprar armas para Irán –estando ya el ayatolá Jomeini en el poder– mediante los buenos oficios del coronel Oliver North. Todo fue, según se dijo después, parte de las negociaciones y contrapartidas en la operación Armas por Rehenes, refiriéndose a los rehenes norteamericanos retenidos en su embajada en Teherán. Oliver North fue absuelto de los cargos y, más tarde, como si nada hubiese pasado, se presentó para la elección como senador de los Estados Unidos y ocupó un escaño en el Congreso, todo por obra y gracia del poderoso lobby judío.
Dentro de los Estados Unidos, la ADL funcionaba como agent provocateur dentro de los grupos comprometidos con los derechos civiles, al tiempo que mantenía extrañas relaciones con grupos segregacionistas como el Ku Klux Klan y el Movimiento para la Supremacía Blanca. La vieja táctica de los Rothschild de apoyar a los dos bandos contendientes para asegurarse la victoria. Pero de todas estas relaciones contra natura entre sionistas y extremistas filonazis, destaca por encima de todas un movimiento que se ha venido en llamar Sionismo Cristiano. Según Stephen Sizer, autor de Sionismo Cristiano (2003), el moderno sionismo cristiano viene definido en gran parte por la noción de dispensacionalismo, es decir, por la idea de que la humanidad ha de pasar por siete períodos de pruebas divinas que culminarán en el Armagedón y en la Segunda Venida de Cristo.
En esta escatología del sionismo cristiano, los judíos y el moderno estado de Israel juegan un papel tan central que el sionismo, el dispensacionalismo y el sionismo cristiano son a la postre prácticamente intercambiables.
Como explica Sizer, el sionismo cristiano proclama no solamente que todo acto ejecutado por Israel está orquestado por Dios y que deberá ser apoyado e incluso ensalzado por todos, sino que los judíos liderarán el proceso ya que, según la interpretación sionista, ello hará recaer la bendición divina sobre todo el mundo en la medida en que los países reconozcan y respondan a lo que Dios obre en el mundo a través de Israel. Sizer define el sionismo cristiano en base a los siguientes postulados: los judíos continúan siendo el pueblo elegido de Dios; los judíos tienen derecho divino sobre toda la tierra de Oriente Medio; Jerusalén es la capital exclusiva de los judíos; el templo judío debe ser reconstruido; los árabes son los enemigos del pueblo de Dios; el fin del mundo llegará pronto en la gran batalla del Armagedón, pero los cristianos que apoyen a Israel sobrevivirán.
Este movimiento religioso hunde sus raíces en la Reforma protestante, en cuyo seno la Biblia fue enseñada dentro de un contexto histórico contemporáneo, atribuyéndosele un significado literal. La escatología puritana, que llegó a ser dominante en el protestantismo estadounidense desde sus inicios, asumió un carácter postmilenarista, enseñando que la conversión de los judíos traería consigo la bendición futura para toda la humanidad. En Gran Bretaña, donde el dispensacionalismo maduró, el sionismo cristiano produjo figuras tan influyentes como lord Shaftesbury, lord Arthur Balfour y Lloyd George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectora de los Judíos).
Balfour trabajó estrechamente con el cabecilla sionista Haim Weizmann (que llegaría a ser el primer presidente del estado de Israel) para diseñar lo que se conocería como la Declaración Balfour, considerada la primera gran declaración de apoyo al sionismo realizada por una potencia mundial, proclama de forma un tanto ambigua que: «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores empeños para facilitar el logro de dicho objetivo, dejando claro que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías ya existentes en Palestina».
En una fecha tan temprana como ésta los sionistas cristianos británicos privilegiaron los supuestos derechos de los judíos e ignoraron completamente los derechos de los árabes, nativos de Palestina. El sionismo cristiano fue llevado a Estados Unidos desde Inglaterra a mediados del siglo XIX por John Nelson Darby, personaje descrito por Sizer como «el padre del Dispensacionalismo» y que hizo de la idea de un Israel renacido, la piedra angular de su teología apocalíptica. Entre las oscuras actividades de estos grupos de inspiración religiosa, ya sean protestantes segregacionistas, sionistas cristianos o judíos, destaca, además del narcotráfico, su participación en actos de terrorismo internacional como el asesinato de la primera ministra india, Indira Gandhi, o el del primer ministro sueco, Olaf Palme.
Indira Gandhi fue asesinada en octubre de 1984, porque se inclinaba hacia la ayuda militar norteamericana, distanciándose así de la influencia soviética. Meses antes del atentado, un grupo extremista Sikh la había amenazado de muerte, y había constituido la Organización Mundial Sikh. Esta organización recibió ayuda de la ADL y se ha mantenido en contacto con ella. Surgí Singh, presidente del grupo Sikh es amigo personal de Kenneth Bialkin, presidente honorario de la ADL.
Asimismo, en febrero de 1986, Olaf Palme, primer ministro de Suecia, fue asesinado por un extremista desconocido, quien lo apuñaló en un centro comercial. Aparentemente, todo indica que se trató de una ejecución destinada a impedir que Palme pusiese al descubierto el fabuloso negocio que estaban realizando algunas potencias con masivo tráfico de armas y drogas a través de sus Servicios Secretos y de Inteligencia Militar como era el caso de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia y la Unión Soviética. Esto había llegado a conocimiento de Palme como consecuencia de una redada policial ordenada por él mismo contra un conocido traficante de armas, y que le había facilitado una importante cantidad de documentos y pruebas incriminatorias que afectaban a personalidades políticas extranjeras al más alto nivel.
Palme quería empezar por poner fin al flujo de armas de la industria sueca hacia el golfo Pérsico, pero al poco tiempo fue asesinado. La policía sueca obtuvo pruebas concluyentes de que el KGB estuvo al corriente del atentado con anterioridad al asesinato, pero no hizo nada por prevenirlo.
Toda la estrecha relación que existe ente el tráfico de droga, la ADL, y sus protectores y encubridores políticos en los Estados Unidos y Gran Bretaña, principalmente, está muy bien descrita en el libro que publicó la organización EIR, Dope Incorporated (Narcotráfico S.A.), que revela con absoluta claridad y profusión de datos, con nombres, lugares y fechas, la relación existente entre las familias de banqueros y la conspiración combinada de los servicios secretos de varias naciones, junto a los círculos del crimen organizado. Pero el tema del comercio de la droga es central en las actividades de los grandes especuladores internacionales como también el uso de las supuestas ONG y organizaciones ecologistas como una herramienta de gran utilidad, impagable para mantener el estado de dependencia que es necesario para que este comercio pueda prosperar. De acuerdo con los historiadores que se han especializado en el tema más recientemente, el asunto del comercio de la droga a nivel global se remonta al siglo XV, cuando portugueses y holandeses ya realizaban el transporte del opio desde India, donde se fabricaba, hasta China y otros lugares del sudeste asiático, donde era consumido. De acuerdo con los informes y publicaciones del EIR ya en 1659, el comercio del opio seguía en importancia al de las especias, que servía a su vez como canje para el opio. Hacia 1750 los holandeses cargaban más de 100 toneladas anuales de opio con rumbo a Indonesia. El opio era usado para lograr un objetivo: quebrar la resistencia y la voluntad de los consumidores, que así eran sometidos al trabajo como esclavos en la explotación de recursos naturales que eran enviados a Holanda, Inglaterra y Portugal, principalmente, a un precio ínfimo.


domingo, 14 de noviembre de 2010

Los Bronfman y el narcotráfico

Los Bronfman llegaron a Canadá en 1889 procedentes de Rumania, encabezados por el patriarca de la familia, Yechiel Bronfman. Sus primeros negocios fueron el comercio con madera, los caballos y, finalmente, la administración de hoteles (y la prostitución, dicho sea de paso). Ya millonarios, durante la Prohibición canadiense, los ingleses los eligieron para importar y distribuir bebidas alcohólicas de contrabando en los Estados Unidos cuando allí se promulgó también la Prohibición o Ley Seca. La operación de contrabando a los Estados Unidos estuvo organizada por Arnold Rothstein, quien se había puesto a la cabeza del crimen organizado relacionado con el contrabando de alcohol. Cuando Rothstein fue asesinado en 1928, el negocio pasó a ser manejado por John Torrio, testaferro de los Bronfman, ya que éste estaba en condiciones de entenderse con la mafia italiana. A Torrio le sucedieron Lucky Luciano y Meyer Lansky, un eficaz contable y blanqueador de narcodólares.

Los Bronfman habían elegido para distribuir su alcohol de contrabando en los Estados Unidos, el mismo sistema y la misma red de distribución que se usaba para comercializar el opio procedente del Lejano Oriente. Pero los Bronfman sólo eran una de las muchas piezas en el inmenso engranaje de la organización para la distribución del opio, cuyo cuartel general estaba en Inglaterra. Los Bronfman estaban endeudados con las élites financieras británicas que los sufragaban, les facilitaban la protección política y legal imprescindible para proseguir con su boyante negocio de transporte y distribución de alcohol y opio en los Estados Unidos. Había que mover grandes sumas de dinero para sacar adelante el negocio. Con el tiempo, la familia Bronfman, ante la necesidad de legalizar sus negocios, consiguió, mediante una hábil estratagema, hacerse con el paquete principal de acciones de la compañía química DuPont de Nemours, los fabricantes de, entre muchos otros productos químicos, los freones o clorofluorocarbonos usados mundialmente en la industria de la refrigeración.

Hasta la OPA (Oferta Pública de Acciones) hostil de los Bronfman, la compañía DuPont defendía a capa y espada la inocencia de los freones en el fraude de la disminución de la capa de ozono –como los hechos demostraron más tarde, ellos tenían razón–, pero una vez en manos de los Bronfman, la compañía DuPont se volvió ‘verde’ y prestó todo su apoyo a la campaña que impulsaba al Tratado de Montreal de reducción y eliminación de tan útiles gases.

La figura más importante dentro del clan Bronfman es Edgar, quien es además vicepresidente honorario de la ADL, o Liga Anti Difamación. La ADL es una organización sionista que ha tenido a varios de sus miembros acusados y condenados por la Justicia de Estados Unidos por secuestro, asesinato y otras actividades ilegales, y que se caracteriza por prestar apoyo a miembros relacionados con el crimen organizado, el terrorismo internacional y el narcotráfico, sosteniendo que la persecución de la Justicia se debe a prejuicios antisemitas. El famoso pensador norteamericano, Noam Chomsky, relata sus experiencias con la ADL de la siguiente manera:

“En los Estados Unidos se ha desarrollado un sistema bastante efectivo de intimidación para silenciar a la crítica. Es una organización realmente consagrada a tratar de difamar, intimidar y silenciar a las personas que critican las actuales políticas del estado de Israel, cualquiera que sea ésta. Por ejemplo, en mi propio caso, fue posible obtener una copia del informe que confeccionaron con relación a mi persona, a través de una filtración de información originada en una oficina de la Liga Anti Difamación en Nueva Inglaterra. Contiene 150 páginas, similares a un archivo del FBI.

Este material ha estado circulando y será enviado a algún grupo local el cual lo usará para extraer material difamatorio, el que a su vez se difundirá, normalmente a modo de panfletos sin firmas responsables, en los alrededores de los lugares donde yo vaya a hablar. Si hay algún comentario en la prensa, el cual consideren como poco subordinado a la opinión de la organización, habrá un diluvio de cartas, protestas, amenazas, etcétera. Los políticos, por supuesto, están sujetos a estas maniobras y, también, a importantes penalizaciones económicas si no continúan en la línea trazada por la ADL”.

Edgar Bronfman es además presidente del Congreso Mundial Judío. Los holdings legales de los Bronfman están constituidos sobre DuPont y la compañía canadiense de licores Seagrams. En la última etapa de la Guerra Fría, además, los vínculos comerciales con la Unión Soviética fueron muy activos y rentables para la familia Bronfman. Edgar Bronfman y su amigo Dwayne Andreas, presidente de la empresa de granos Archer Daniels Midland, tuvieron estrechas relaciones con el entonces dictador de Alemania Oriental, Eric Honecker, y con el premier soviético Gorbachov.

Mikhail Gorbachov se hizo con el poder en 1985 gracias al apoyo del lobby sionista. Una de las primeras medidas adoptadas por Gorbachov fue la de facilitar la salida de judíos rusos a Israel para su reasentamiento y fortalecer demográficamente la presencia judía en los Territorios Árabes Ocupados. Entre los objetivos declarados que perseguían los Bronfman estaba “mejorar la coordinación de la ADL con la KGB para manejar la propaganda en pro de Gorbachov dentro de los Estados Unidos”.

Y entre los objetivos no declarados, estaba el de participar activamente en los nuevos y lucrativos negocios de prostitución y tráfico de drogas que se iban a poner en marcha en los países del Este recientemente liberados del comunismo soviético en aras de un balbuciente crimen organizado.

La ADL estuvo involucrada en el desarrollo del narcotráfico en Sudamérica desde sus inicios al por mayor a través de varias eminentes figuras de la organización como Carl Gershman, director de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy), que era una de las agencias subsidiarias utilizadas por el Gobierno de Estados Unidos para financiar a los ‘contras’ en Nicaragua y a los ‘escuadrones de la muerte’ en El Salvador. Empeñados, entre otras cosas, en exterminar a la población indígena. Genocidio del que, falsamente, aún se sigue culpando a los españoles, doscientos años después de que esos países alcanzasen su independencia. La mano de los sionistas se deja sentir con demasiada nitidez como para ignorarla.

En especial la del fanático rabino Morton M. Rosenthal, que con fondos del NED, concluyó un tendencioso estudio diciendo que los sandinistas eran antisemitas, para lograr el apoyo de la comunidad judía internacional a favor de los contras nicaragüenses. Auténticos asesinos a sueldo.

Kenneth Bialkin, abogado del multimillonario traficante de armas internacional Adnan Khashoggi –durante muchos años residente en Marbella– utilizó el dinero del especulador para comprar armas para Irán –estando ya el ayatolá Jomeini en el poder– mediante los buenos oficios del coronel Oliver North. Todo fue, según se dijo después, parte de las negociaciones y contrapartidas en la operación ‘Armas por Rehenes’, refiriéndose a los rehenes norteamericanos retenidos en su embajada en Teherán. Oliver North fue absuelto de los cargos y, más tarde, como si nada hubiese pasado, se presentó para la elección como senador de los Estados Unidos y ocupó un escaño en el Congreso, todo por obra y gracia del poderoso lobby judío.

Dentro de los Estados Unidos, la ADL funcionaba como ‘agent provocateur’ dentro de los grupos comprometidos con los derechos civiles, al tiempo que mantenía extrañas relaciones con grupos segregacionistas como el Ku Klux Klan y el Movimiento para la Supremacía Blanca. Pero de todas estas relaciones contra natura entre sionistas y extremistas filonazis, destaca por encima de todas un movimiento que se ha venido en llamar Sionismo Cristiano.

Según Stephen Sizer, autor de ‘Sionismo Cristiano’ (2003), el moderno sionismo cristiano viene definido en gran parte por la noción de dispensacionalismo, es decir, por la idea de que la humanidad ha de pasar por siete períodos de pruebas divinas que culminarán en el Armagedón y en la Segunda Venida de Cristo. En esta escatología del sionismo cristiano, los judíos y el moderno estado de Israel juegan un papel tan central que el sionismo, el dispensacionalismo y el sionismo cristiano son a la postre prácticamente intercambiables. Como explica Sizer, el sionismo cristiano proclama no solamente que todo acto ejecutado por Israel está orquestado por Dios, y que deberá ser apoyado e incluso ensalzado por todos, sino que los judíos liderarán el proceso ya que, según la interpretación sionista, ello hará recaer la bendición divina sobre todo el mundo en la medida en que los países reconozcan y respondan a lo que Dios obre en el mundo a través de Israel.

Sizer define el sionismo cristiano en base a los siguientes postulados: los judíos continúan siendo el pueblo elegido de Dios; los judíos tienen derecho divino sobre toda la tierra de Oriente Medio; Jerusalén es la capital exclusiva de los judíos; el templo judío debe ser reconstruido; los árabes son los enemigos del pueblo de Dios; el fin del mundo llegará pronto en la gran batalla del Armagedón, pero los cristianos que apoyen a Israel sobrevivirán.

Este movimiento religioso hunde sus raíces en la Reforma protestante, en cuyo seno la Biblia fue enseñada dentro de un contexto histórico contemporáneo, atribuyéndosele un significado literal. La escatología puritana, que llegó a ser dominante en el protestantismo estadounidense desde sus inicios, asumió un carácter postmilenarista, enseñando que la conversión de los judíos traería consigo la bendición futura para toda la humanidad.

En Gran Bretaña, donde el dispensacionalismo maduró, el sionismo cristiano produjo figuras tan influyentes como lord Shaftesbury, lord Arthur Balfour y Lloyd George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectora de los Judíos). Balfour trabajó estrechamente con el cabecilla sionista Haim Weizmann (que llegaría a ser el primer presidente del estado de Israel) para diseñar lo que se conocería como la Declaración Balfour (1917), considerada la primera gran declaración de apoyo al sionismo realizada por una potencia mundial, proclama de forma un tanto ambigua que:

“El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores empeños para facilitar el logro de dicho objetivo, dejando claro que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías ya existentes en Palestina”.

En una fecha tan temprana como ésa los sionistas cristianos británicos privilegiaron los supuestos derechos de los judíos e ignoraron completamente los derechos de los árabes, nativos de Palestina. El sionismo cristiano fue llevado a Estados Unidos desde Inglaterra a mediados del siglo XIX por John Nelson Darby, personaje descrito por Sizer como “el padre del dispensacionalismo” y que hizo de la idea de un Israel renacido, la piedra angular de su teología apocalíptica. Entre las actividades de estos grupos de inspiración religiosa, ya sean protestantes segregacionistas o sionistas cristianos o judíos, destaca, además del narcotráfico, su participación en actos de terrorismo internacional como el asesinato de la primera ministra india, Indira Gandhi, o el del primer ministro sueco, Olaf Palme.

Indira Gandhi fue asesinada en octubre de 1984, porque se inclinaba hacia la ayuda militar norteamericana, distanciándose así de la influencia soviética. Meses antes del atentado, un grupo extremista Sikh la había amenazado de muerte, y había constituido la Organización Mundial Sikh. Esta organización recibió ayuda de la ADL y se ha mantenido en contacto con ella. Surgí Singh, presidente del grupo Sikh es amigo personal de Kenneth Bialkin, presidente honorario de la ADL.

Asimismo, en febrero de 1986, el primer ministro de Suecia, Olaf Palme, fue asesinado por un extremista desconocido, quien lo apuñaló en un centro comercial. Aparentemente, todo indica que se trató de una ejecución destinada a impedir que Palme pusiese al descubierto el fabuloso negocio que estaban realizando algunas potencias con masivo tráfico de armas y drogas a través de sus servicios secretos y de la inteligencia militar como era el caso de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia y la Unión Soviética. Esto había llegado a conocimiento de Palme como consecuencia de una redada policial ordenada por él mismo contra un conocido traficante de armas, y que le había facilitado una importante cantidad de documentos y pruebas incriminatorias que afectaban a personalidades políticas extranjeras al más alto nivel.

Palme quería empezar por poner fin al flujo de armas de la industria sueca hacia el golfo Pérsico, pero al poco tiempo fue asesinado. La policía sueca obtuvo pruebas concluyentes de que la KGB estuvo al corriente del atentado con anterioridad al asesinato.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La Compañía Británica de las Indias Orientales


La legendaria Compañía Británica de las Indias Orientales (BEIC o British East India Company) comenzó su participación en el narcotráfico abriendo una oficina en Cantón, China. Cuando Inglaterra convirtió la región de India llamada Bengala –hoy Bangladesh– en una más de sus colonias, el negocio del opio producido allí comenzó a inundar China a través de la oficina distribuidora de Cantón. La BEIC no había reportado grandes beneficios a la Corona hasta que en 1783 lord Shelbourne tomó a su cargo a la BEIC y al propio Gobierno de Inglaterra y consiguió que funcionaran como una sola unidad de negocio que explotara el tráfico de la droga y produjese ingentes recursos para la Corona. Cosa que desde luego consiguió ampliamente. Lord Shelbourne concertó alianzas con banqueros, entre ellos con el angloholandés Francis Baring, de la firma que le prestaría una fortuna al dictador argentino Juan M. de Rosas, y que al no poder devolverlo, intentó pagarle a la Banca Baring con las islas Malvinas, propuesta que los ingleses declinaron gentilmente aduciendo que las Falklands ya eran suyas.

Para que Inglaterra recuperase su antigua grandeza, lord Shelbourne propuso “ampliar el comercio de opio y volver a someter a los recién independizados Estados Unidos bajo la bandera del libre comercio”. Esto permitiría a los británicos volver a hacerse con las riendas del poder en las Trece Colonias. A fin de cuentas, los tenderos de ambos lados del Atlántico se habían peleado por una cuestión de aranceles e impuestos sobre el té, no por ninguna causa romántica o patriótica.

El primer objetivo tuvo un éxito sin par en la guerra del Opio en China; el segundo no triunfó completamente hasta el siglo XX. El tráfico de opio fue la política oficial de la Corona británica, siendo la compañía Jardine Matheson la principal encargada del comercio. La propia Corona fundó en Shanghái el Hong Kong Bank of Commerce para canalizar convenientemente las suculentas ganancias por el tráfico del opio hacia Inglaterra. El banco mantuvo sus siglas HSBC hasta el día de hoy, así como su espíritu de blanqueador de dinero procedente del narcotráfico.

El emperador de China intentó oponerse a aquel comercio repugnante que estaba convirtiendo a sus súbditos en esclavos drogodependientes de los británicos, pero Inglaterra le ganó la guerra de inmediato y le obligó a firmar un tratado de paz por el cual China cedía el puerto de Hong Kong como puerto franco. Inglaterra se hizo así con el control del puerto franco de Hong Kong, que fue desde entonces la capital mundial del tráfico de drogas controlado por la propia Corona británica. La política oficial de Inglaterra de usar la droga con poder destructivo de la voluntad para mejorar su comercio, fue idea de lord Palmerston, quien la propuso en 1841 en un memorando al gobernador de la India: “...debemos intentar sin pausa, encontrar en otras partes del mundo nuevas aperturas para nuestra industria (opio)… Si nuestra misión en Asia tiene éxito, Abisinia, Arabia, India y los nuevos mercados de China permitirán en un futuro no muy lejano la ampliación de nuestro comercio exterior”.

Durante la segunda guerra del Opio se repitió el proceso y en octubre de 1860 los ingleses y los franceses sitiaron Pequín. Una vez ganada esa guerra, los bancos y las compañías inglesas establecieron que el HSBC actuase como cámara de compensación en todas las transacciones económicas del Lejano Oriente vinculadas con el tráfico de opio y de su derivado, la heroína. Los ingleses habían logrado controlar así siete octavos del comercio del opio en China y operaban del siguiente modo:

Transformaban en adicta a la población elegida para debilitar la salud de la nación. Utilizaban a la Marina, cuando era necesario, para instalar y proteger al comercio marítimo de la droga. Invertían las ganancias para financiar nuevas infraestructuras criminales que permitiesen seguir desarrollando y aumentando el comercio. Los banqueros ingleses crearon rápidamente vínculos con los banqueros norteamericanos (cuyo Ejército les había ayudado en 1900 durante la última guerra contra los nacionalistas chinos, los Bóxers, junto con portugueses, alemanes, franceses, italianos y japoneses).

Para cuando estalló la Primera Guerra Mundial, en 1914, existía un plan convenientemente acordado entre todas esas potencias (las mismas que protagonizaron el conflicto) para desmembrar China y repartirse diversas áreas de influencia. Por descontado, la mejor parte quedaba para Gran Bretaña y Estados Unidos. Uno de los motivos por los que en 1898 la escuadra norteamericana atacó a la española en Filipinas, fue que el Gobierno de Madrid jamás había demostrado interés por desarrollar el negocio del opio en sus colonias de Asia. El plan inglés de meter la droga en Estados Unidos como medio de subvertir a su antigua colonia comenzó hacia 1840, con la introducción en la costa oeste de los coolies chinos que eran transportados por las mismas compañías inglesas que comerciaban con esclavos desde África.

Sólo en 1846 entraron en Estados Unidos casi 120.000 coolies chinos, auténticos esclavos, y en su gran mayoría adictos al opio. En 1862 Lincoln prohibió el tráfico de coolies chinos, pero la práctica continuó, al menos, hasta bien entrado el primer cuarto del siglo XX.

En 1875 ya había alrededor de 150.000 norteamericanos adictos al opio, además de una cantidad similar de coolies chinos. Cuando los países de Occidente se dieron cuenta de que el problema del opio se había convertido en algo incontrolable y de tremenda gravedad para la sociedad, se intentó poner fin, o limitar al menos, el comercio del opio, cosa a la que Gran Bretaña se opuso con vehemencia. En 1905 se había firmado en La Haya una convención (que los ingleses eludieron con facilidad) y en 1923 se presentó a la Comisión del Opio de la Liga de las Naciones una propuesta destinada a lograr una reducción del 10% de la producción mundial de opio, con lo que se esperaba reducir su consumo en unos términos aritméticos similares.

En 1927 las estadísticas económicas oficiales del Reino Unido demostraban que al menos el 20% de los ingresos procedentes de sus colonias en el Lejano Oriente, procedían del tráfico del opio. La salud de la economía británica dependía de la adicción al opio de millones de personas en todo el mundo, pero especialmente en Asia. Con la llegada de Mao Zedong al poder en 1949, China no dejó de cultivar y distribuir opio, como tampoco dejó de hacerlo Irán cuando el ayatolá Jomeini instauró la república islámica en 1979, y tampoco han dejado de hacerlo en Afganistán desde el siglo XIX, hayan estado allí ingleses, soviéticos, o, como ahora, unas Fuerzas Internacionales de ocupación encargadas de custodiar el flujo del opio.

La República Popular China, a pesar de prohibir su uso interno, puso en marcha la producción y distribución del opio a gran escala bajo el férreo control del Estado. El periódico de Hong Kong, Liberation Monthly, informaba en 1989 que “la República Popular China provee el 80% de la heroína de alta calidad que se consume en el mercado internacional”. En 1992 China ya era el mayor productor de opio del mundo, con casi 800 toneladas anuales.

Siendo Margaret Thatcher primera ministra del Reino Unido, visitó en septiembre de 1982 al ministro chino Deng Xiaoping para hablar sobre el futuro de la colonia de Hong Kong. Luego voló a Shanghái para entrevistarse con sir Y.K. Pao, un chino expatriado y miembro de la junta directiva del HSBC y del Chase Manhattan Bank, propietario de la compañía naviera Hong Kong's World Wide Shipping, la flota mercante más grande del mundo. En su visita a un astillero de Shanghái, Thatcher bautizó un nuevo buque de la flota de Pao, el World Goodwill, con estas palabras: “Esta nave es el símbolo de la estrecha relación entre China, Gran Bretaña y Hong Kong”.

Desde finales de los años cincuenta, China había confiado deliberadamente sus asuntos económicos en el exterior a las firmas financieras británicas más importantes de Hong Kong y Macao, las mismas que negociaban con las redes del narcotráfico del opio y el blanqueo de dinero en todo el Lejano Oriente. Que Pequín dependía económicamente de Hong Kong, no era un misterio para nadie. En octubre de 1978, el boletín informativo del Chase Manhattan Bank, el East-West Markets, estimaba que en ese mismo año el flujo financiero hacia el continente chino vía Hong Kong (excluidos pagos por las exportaciones) alcanzaría la suma de 2.500 millones de dólares. Este sorprendente reflujo de dinero hacia la China comunista era la culminación de los veinte años de actividades en el narcotráfico pactadas con los británicos en 1949, al llegar al poder Mao Zedong. La política del actual régimen comunista chino hacia el tráfico de opio es la misma, y los lucrativos beneficios del narcotráfico y el actual sistema de economía globalizada, sin trabas arancelarias, han convertido a China en la tercera potencia económica mundial, por detrás sólo de Estados Unidos y Japón.

Por otra parte, Gibraltar se ha convertido en el puerto de referencia para la entrada de drogas derivadas del opio en Europa gracias a la complicidad de la Unión Europea, que la consiente, y de un mantecoso Gobierno socialista de España que no ha hecho más que claudicar en favor de los intereses de los narcotraficantes británicos. Una forma eficaz de combatir el narcotráfico gibraltareño sería cerrando la verja y clausurando el espacio aéreo español. Pero el ejecutivo socialista se conforma con perseguir a los fumadores, mientras consiente el tráfico de heroína, hachís y otros estupefacientes a través de Gibraltar.


Libros de Antonio Pérez Omister