La vida, pasión y muerte de Jesús es tan conmovedora que, a
lo largo de casi dos mil años, ha despertado los más profundos sentimientos,
emociones y, también, discusiones. Por ello, tal vez, la Sábana Santa no ha
escapado a la polémica y, desde su aparición documentada, en la Edad Media, ha
suscitado controversias de todo tipo. Sobre este lienzo, que se supone envolvió
a Jesús en su lecho de muerte después de ser bajado de la cruz, se han hecho
cientos de estudios para demostrar o refutar su autenticidad, y a día de hoy
todavía no se ha podido determinar con certeza (o, al menos, con una certeza
que convenza a todos) si, efectivamente, esa tela estuvo en contacto con el
cuerpo de Jesús. Lo que cuenta la tradición es bien sabido por cualquier
persona que haya leído los pasajes de los evangelios en los que se narra la
pasión y muerte de Jesús. Según las escrituras, Jesús sufrió una serie de
tormentos después de ser condenado a muerte por proclamarse rey de los judíos,
hasta que finalmente fue crucificado. Después de su muerte, José de Arimatea y
Nicodemo le descolgaron del madero, lo envolvieron en una sábana de lino y lo
llevaron a una sepultura nueva excavada en la roca.
A partir de ese momento, hasta nuestros días, el periplo de
la sábana que sirvió de mortaja, ha sido un misterio. Los evangelios nos
cuentan que, al tercer día de permanecer en el sepulcro, Jesús resucitó, y
durante cuarenta días predicó entre sus seguidores y discípulos más allegados,
para finalmente ascender a los cielos. La sábana, tal como cuentan los
evangelistas, fue abandonada en la tumba. Uno de los argumentos a favor de la
sábana es que este tratamiento de los cuerpos, era una práctica común entre los
judíos en la época denominada del segundo Templo (30 a.C. al 70 d.C.), en la
que vivió Jesús. Lo normal era colocarlos en un osario (que solía estar
excavado en la piedra), tratar el cuerpo con aceites y cubrirlo con lienzos.
Por ello es plausible que la sábana que envolvió el cuerpo de Jesús haya
existido realmente, y que se la colocasen José de Arimatea o las mujeres que
lavaron su cuerpo al bajarlo de la cruz. Pero de lo que ocurrió después con la
sábana no hay muchas noticias. Ni en los evangelios ni en las fuentes
históricas se menciona nada acerca de que una figura hubiera quedado impresionada
en el lienzo. Nada se dice, tampoco, de su destino. Los evangelios sinópticos
de Marcos, Mateo y Lucas coinciden en que el cuerpo de Jesús había sido
cubierto con una sábana, mientras que Juan menciona unos lienzos o vendas. Sea
como fuere, durante siglos se perdió la pista de la tela, o las telas, que
envolvieron el cuerpo. Y ello no ha hecho más que alimentar las sospechas
acerca de la posibilidad de que la Sábana que hoy se conserva en Turín sea
realmente la que se utilizó en el Calvario.
La historia de la Sábana Santa incluye saqueos, robos,
ventas fraudulentas, y la actuación truculenta de miembros de la nobleza y de
la Iglesia poco escrupulosos. Por eso, esta historia, tan interesante como
intrigante, contiene una gran cantidad de puntos oscuros, momentos de la
historia en que se pierde su rastro, y otros en que reaparece como por arte de
magia en los lugares más insospechados, y en posesión de personajes de dudosa
reputación. De hecho, en este punto, debemos decir que la Sábana Santa que
actualmente conocemos como tal, sólo hay un registro documentado a partir de
1357 pues, especialmente durante las Cruzadas, se pierde la pista de lo que,
hasta ese momento, se consideraba como la sábana que había envuelto a Jesús. Y
la reaparición del lienzo no se produjo, precisamente, con grandes honores. «El
deán de cierta iglesia colegiata, a saber, la de Lirey, falsariamente,
consumido por la pasión de la avaricia, animado no por algún motivo de devoción
sino de lucro, se procuró para su iglesia cierto lienzo hábilmente pintado, en
el cual, por una diestra ilusión, estaba representada la doble imagen de un
hombre, es decir, de frente y de espaldas, y el deán declara y pretende
arteramente que es el verdadero sudario en el que Nuestro Salvador Jesucristo
fue envuelto al ser depositado en el lecho de la tumba, y en el cual quedó
impreso el retrato del Salvador con las llegas que tenía». En estos términos se
dirigía en 1389 Pierre d’Arcis, obispo de Troyes, a Clemente VII, papa de
Aviñón.
D’Arcis añadía en su misiva que su antecesor en el cargo,
Henri de Poitiers, había descubierto «el fraude y cómo dicho lienzo había sido
astutamente pintado, ya de esa verdad testimonió el artista que lo había
pintado, o sea, que era una obra debida a la mano y al talento del hombre y en
absoluto milagrosamente lograda u otorgada por gracia divina». A pesar de
semejante declaración, el papa Clemente VII silenció las palabras del obispo.
Algunos señalan una razón posible: el padrastro del hijo del propietario
original de la sábana, Godofredo de Charnay, era primo del pontífice. A partir
de ese momento, más allá de que la decisión del papa haya sido por convicción o
por conveniencia, lo cierto es que la autenticidad de la Sábana quedó rodeada
de un halo de dudas. La Sábana Santa forma parte de las miles de reliquias que
están diseminadas por toda la Cristiandad, aunque su caso es particular, y
distinto al del Grial. El hecho de que la Iglesia haya autorizado la
realización de gran cantidad de análisis sobre ella, que se la siga venerando y
que, incluso, se hayan formado asociaciones dedicadas especialmente a su
estudio, la coloca por encima de otros elementos relacionados con la liturgia
cristiana. Sin embargo, la autenticidad de las reliquias en general ha sido
puesta en duda desde hace mucho tiempo. Debido a que determinados elementos y
objetos que habían pertenecido o tenían alguna relación con los santos o con
Jesús eran considerados como milagrosos, se desató en Occidente una verdadera
fiebre por poseerlos. Pero así también se cometieron todo tipo de engaños y
estafas, y hasta se llegó a crear una especie de tráfico de reliquias. Así como
hay copias de la Sábana Santa en varios continentes (algunas con más visos de
credibilidad que otras), que suman alrededor de cuarenta, también hay unos
treinta y cinco clavos de la Pasión e innumerables pedazos de la Vera Cruz,
como ya hemos señalado.
El saqueo de Constantinopla durante la IV Cruzada (1204)
supuso un aumento de las reliquias y otros objetos sagrados puestos en
circulación en Europa. El tráfico de falsas reliquias creció al ritmo de la
demanda y sobre la Orden del Temple recayeron muchas suspicacias al considerar
los biliosos nobles europeos y los clérigos de Roma que los monjes con espuelas
se estaban enriqueciendo a costa de explotar comercialmente ese tráfico de
reliquias. Fuera como fuese, todas las reliquias, ya fuesen éstas restos
humanos u objetos, ya fueran verdaderas o falsas, se vieron empañadas por la
sombra de la sospecha que generaba la sobreabundancia de cosas tan inverosímiles
como «el suspiro de san José». El IV Concilio de Letrán (1215), incluso, reguló
el procedimiento de autentificación de los restos sagrados, pero quizá ya era
demasiado tarde.
Con semejantes antecedentes, es lógico que la autenticidad
de la Sábana Santa de Turín haya sido puesta en duda en más de una ocasión. Y,
como veremos, los estudios que se le han realizado y dan por válida no
satisfacen las exigencias de toda la comunidad científica. Sin embargo, los
sindonólogos, es decir, quienes estudian la Sindone y, normalmente, la
consideran verdadera de antemano, sostienen que es suficiente con los estudios
que se le han hecho. Descartan, además, como el de Walter McCrone, un
renombrado microscopista que reveló que en la Sábana Santa había restos de pintura,
o el de la datación por carbono 14, al que consideran mal realizado o
inapropiado para calcular la edad de la Sindone.
Especialmente el del C14 ha tenido a maltraer a los
sindonólogos desde que se conocieron sus resultados, en 1988. La mayoría de la
comunidad científica internacional ha dado como válida esta datación, así como
revistas especializadas y gran parte de la opinión pública. En un estudio que
se realiza desde hace varias décadas, cuya invención se debe a Willard Libby
(quien obtuvo un premio Nobel por su descubrimiento), y que ha resultado útil
para medir cientos de descubrimientos arqueológicos. Pero el primer estudio que
se realizó sobre la Sábana y que desencadenó todos los estudios posteriores es
muy anterior, y fue una simple fotografía. Cuando el lienzo todavía estaba bajo
custodia de la casa real de Saboya, el abogado y aficionado a la fotografía,
Secundo Pía, solicitó en 1898, hacer una foto de la Sábana. Los Saboya le
autorizaron a utilizar esa técnica (novedosa en ese momento) y, quizá sin
saberlo, dieron el paso inicial para que la Sindone comenzara la carrera para
demostrar su autenticidad. Lo que encontró Secundo Pía fascinó a todos sus
contemporáneos. Observó que lo que en la Sábana se veía de una manera confusa,
en el papel aparecía con toda claridad. Ocurría que la imagen de la Sábana
actuaba como si fuera un negativo fotográfico, es decir, las partes oscuras se
veían claras, y viceversa. De esta manera, en la foto se podían apreciar
muchísimos detalles que, hasta ese momento, habían pasado desapercibidos para
el ojo humano.
Uno de los primeros estudios que se hicieron sobre la Sábana
Santa fue un examen médico forense, que buscó determinados, utilizando la
imagen como si se tratara de un cadáver real, cuáles habían sido las causas de
la muerte de la persona cuya imagen aparecía estampada en el lienzo. Desde la
medicina, se trabajó para definir, científicamente, qué podía ocurrir con un
hombre golpeado, azotado brutalmente, apaleado, privado de agua y luego
crucificado.
Desde entonces, las distintas agrupaciones de sindonólogos
han utilizado las más diversas técnicas: la palinología, la botánica, los
distintos tipos de fotografía, aparatos que la NASA usa para estudiar la
orografía de los planetas, ampliación de imágenes digitalizadas, análisis
multiespectral y matemático de la imagen, rayos X, visibles e infrarrojos,
termografía, microscopía, pruebas químicas de todo tipo para determinar la
naturaleza de la imagen y de las marcas de sangre, así como de la historia del
lino, además de los posibles métodos humanos para tratar de crear una imagen
igual a la que aparece impresionada en la Sábana Santa. Algunos de los
resultados de las investigaciones, fueron los siguientes: los microbiólogos
aseguraron que hay un recubrimiento bacteriano en los hilos que pudo haber
alterado la datación a través del método del carbono 14. Otros expertos
sostuvieron que el incendio de 1532 que casi destruyó la Sindone pudo haber
alterado la composición del carbono 14 y, por tanto, dar una antigüedad incorrecta.
Los médicos dijeron que la imagen corresponde a la de un ser humano normal.
Expertos en arte aseveraron que no se trata de una pintura y que ninguna
persona pudo haberlo pintado. Reputados químicos aseguraron que en la Sábana
existen restos de sangre humana y que las heridas sobreimpresionadas en lienzo
parecían auténticas.
Por otra parte, la ciencia también aportó un buen número de
inexactitudes debido a deficiencias en las técnicas empleadas que, finalmente,
no resultaron ser tan concluyentes como se anunciaba. Así, las radiografías de
rayos X dieron como resultado que no hay rastros de que se hubiesen utilizado
sustancias con base de metales como si fuera pintura. En las espectroscopias
realizadas no se encontraron trazas significativas de pintura, tinta, pigmentos
o tintes. Los palinólogos aseguraron que en la Sábana se encontró polen de
especias típicas de Palestina y de áreas geográficas circundantes. Los
analistas expertos en microscopia señalaron que hay partículas de Tierra caliza
similares a las que se encuentran en las colinas que rodean la ciudad de
Jerusalén.
La Sábana ha sido fotografiada cientos de veces y con todo
tipo de técnicas. Los fotógrafos indicaron que la imagen se comporta como un
negativo, es decir, que se transforma en positivo al plasmarse en un negativo
fotográfico y expertos en imágenes establecieron que la Sábana ha sido
utilizada como el prototipo para todos los iconos bizantinos relacionados con
Jesús desde el siglo VI. Por su parte, expertos físicos han asegurado que la impresión
de la imagen se produjo como consecuencia de una deshidratación de la celulosa,
lo que los ha llevado a proponer la hipótesis de que haya sido causada por una
radiación energética; para los creyentes, esto puede significar una evidencia
del misterio de la resurrección.
En cuanto a qué es lo que está plasmado en la Sábana,
tengamos en cuenta los siguientes datos: los expertos en ADN aseguraron que en
la sangre encontrada en la sábana hay evidencias de genoma humano,
probablemente del tipo AB. Según los antropólogos forenses, el hombre que
aparece en la sábana tiene rasgos típicamente semíticos, y la edad en el
momento de su muerte estaría entre los 30 y 40 años. Los médicos han
determinado que la imagen del cuerpo muestra signos de rigor mortis y los estudios
químicos demuestran que no hay evidencia en la sábana de ningún tipo de la
descomposición orgánica característica que presenta un cadáver a las pocas
horas de producirse el óbito.
Sin embargo, muchas de estas investigaciones han sido
realizadas de manera que no han podido ser contrastadas por científicos
independientes, o bien han sido desestimadas por estudios posteriores. Incluso
se han dado casos de desacreditación de los investigadores que habían llevado a
cabo estos estudios, la mayoría anteriores a la técnica de datación por carbono
14. Después de extenderse esta técnica, la mayoría de las investigaciones se
dirigieron a intentar demostrar las presuntas fisuras que podía tener este
nuevo método, e incluso llegaron a desestimarlo argumentando que no era útil
para medir la antigüedad del lino empleado en la confección de la Sábana Santa.
¿Se reduce todo a una cuestión de fe? En la tradición cristiana, la Sindone de
Turín es una reliquia de mucho valor, pero lo cierto es que no está reconocida
por la Iglesia católica de forma explícita. Como tampoco lo está el Santo Cáliz
de Valencia.
Sólo la Biblia es reconocida y aceptada como el conjunto de
libros «inspirados por Dios» que transmiten la verdad revelada, norma
incuestionable de la Iglesia católica, para la que también la tradición tiene
un valor importante, es decir, el testimonio de las primitivas comunidades
cristianas que florecieron a lo largo y ancho del Imperio Romano y que
transmitieron el mensaje revelado por Cristo y sus discípulos a través de sus
prédicas. Las enseñanzas de Jesús y sus actos, como los milagros, los
exorcismos o las sanaciones, todo ello relatado en los años posteriores a su
muerte por quienes fueron sus discípulos, son la única fuente en la que el
creyente ortodoxo debe beber. O, al menos, eso es lo que se supone. Porque a lo
largo de la dilatada historia del cristianismo, es casi imposible encontrar una
época en la que los creyentes no hayan adorado imágenes de santos y reliquias.
Sin embargo, lo cierto es que la Sábana Santa no pertenece a
la revelación cristiana ni a la tradición viva de la Iglesia. Es por ello que
muchos cristianos critican el enorme trabajo por demostrar que la Sábana es
auténtica, pues consideran que una certificación científica no cambiaría en
nada su fe. Y, sostienen, que sería preferible concentrar esas energías
derrochadas en las investigaciones, en difundir las palabras de Jesús y sus
enseñanzas. Probar científicamente que la Sindone cubrió el cuerpo de Jesús, es
una cuestión que interesa por igual a los creyentes y a los no creyentes, pero
no pertenece al ámbito natural de la fe ni de la Iglesia. En todo caso, ni la
piedad ni las investigaciones científicas determinan el dato revelado; pueden
ayudar, sin duda, a iluminar aspectos de la figura del Jesús histórico, pero
nunca serán datos que determinen la fe ni los dogmas cristológicos. No obstante, los estudios realizados a la Sábana han servido
para estudiar, de una manera muy visual, las prácticas de la crucifixión que
eran comunes entre los romanos, pero que ya se habían empleado en Palestina
antes de la llegada de las legiones de Cneo Pompeyo el Grande. Pero ya sea
desde una óptica puramente espiritual, en la que la Sábana podría ser un
elemento que ayudase a reforzar la fe católica, como desde un ángulo
científico, el estudio de la Sábana tiene una importancia crucial para todas
aquellas personas interesadas en acercarse a un hombre, sin duda
único, que acabaría cambiando la vida de millones de personas y el curso de la Historia.
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