La gran estepa asiática, habitada por los pueblos nómadas,
se extiende irregularmente a través de la masa continental desde Manchuria
hasta la actual Hungría. Rodeada de montañas, no es apta para la agricultura, a
no ser que se proceda a una costosa irrigación artificial, pero sí para la cría
de ganado ovino y vacuno. Aunque los pastos más extensos son los de Mongolia y
Kirguiz, el corazón de la estepa ha estado siempre al norte de los montes Tien
Shan y al sur del Altái. Y desde los remotos tiempos de los escitas hasta los
hunos y los mongoles galoparon una y otra vez hacia Europa a través de los
pasos de las dos cordilleras citadas. El común denominador de las tribus de las
estepas es el nomadismo, sistema especializado que supone la domesticación y el
control de una variedad de animales, así como la utilización de amplios
territorios con desiguales lluvias en forma tal que puedan sustentar a hombres
y a bestias. De todos los pueblos nómadas de las estepas, los turcos fueron los
primeros que edificaron un formidable imperio en Asia; sus extensas conquistas
son comparables a las realizadas por los mongoles siete siglos más tarde. A lo
largo de los dos mil años de la dominación nómada, muy pocos de los caudillos
tribales y reyezuelos surgidos entre los pastores asiáticos permanecieron
indiferentes ante el progreso económico de los pueblos que se propusieron
someter. Hasta el bárbaro más temible aprendía pronto que era preferible
imponer un tributo a los mercaderes y a los artesanos que expoliarlos, y que la
vigilancia de los caminos, la represión del bandidaje y el fomento del comercio
eran los mejores instrumentos de prosperidad para sus tribus. Una constante en
la formación y evolución de los distintos imperios surgidos en las estepas
asiáticas sería el imperio chino. El desorden de China aseguró la permanencia
de del dominio turco en Oriente, desde la caída de los Han en el siglo III,
justo cuando los hunos iniciaron su migración hacia Occidente. La unidad de
China quedó restaurada casi en la misma época en que los turcos perdían la
suya. Bajo la nueva dinastía de los Sui, que subieron al trono imperial chino
en el año 589, la política tradicional china revivió; a los caudillos bárbaros
de las estepas, que vagaban más allá de la Gran Muralla, se les rechazaba por
las armas o se les compraba seduciéndoles con riquezas. La prematura caída de
los Sui podría haber renovado las esperanzas turcas, pero sus sucesores los
Tang, quienes reinaron del 618 al 907, elevaron al Imperio Celeste hasta nuevas
cumbres de gloria. Inaccesible para los bárbaros turcos y mongoles.
Entre la disolución del primer imperio turco y la aparición
de Gengis Kan se extiende un periodo de cuatro siglos y medio (750-1200),
durante el cual ninguna tribu o confederación alcanzó la supremacía sobre las
estepas. Esta época de equilibrio se rompió con la aparición del imperio
mongol. La región de Mongolia, de clima riguroso, no era apta para la
agricultura ni la vida sedentaria. Las tribus de lengua mongola que la
habitaban, desde la expulsión de los uigures en el siglo VIII, vivían como
cazadores, ganaderos y guerreros. Eran desaseados, pues sus costumbres les
prohibían terminantemente lavarse o lavar una prenda de vestir en agua
corriente. Entre campaña y campaña, tanto los hombres como los caballos, se
mantenían en perfecto estado mediante el entrenamiento a base expediciones de
caza estacionales, supervisadas por el propio kan. Apreciaban mucho la
resistencia física y podían marchar durante diez días seguidos sin vivaquear o
detenerse a recoger provisiones, subsistiendo gracias a la sangre que extraían
de sus caballos, abriéndoles las venas y bebiendo directamente de la herida.
Estas tribus mongolas, que en su conjunto no llegaban a los dos millones de personas,
se convirtieron, bajo las órdenes de Gengis Kan, en un formidable ejército.
Como mucho, había unos 300.000 varones mongoles en edad de combatir, pero estos
guerreros eran muy leales y obedecían a sus jefes sin vacilar: cualquier
infracción de la disciplina era castigada con la muerte. Al acaudillar estas
tribus, Gengis Kan dispuso de una caballería muy bien adiestrada, pero se vio
obligado a confiar en el trabajo de los esclavos, incluso en la importante
tarea de apacentar el ganado.
Gengis Kan fue quien desató la ira de los mongoles sobre el
mundo y quien estableció la norma de que cualquier resistencia debía ser
castigada con el exterminio total. En ocasiones su furor caís incluso sobre los
animales y las plantas. Cuando en 1222 su nieto favorito Mutugen, murió en el
asedio de Kakrak, una ciudad fortificada de Bamiyán, Gengis Kan ordenó matar a
todo ser viviente que habitara en ese rico y populoso valle. Esta crueldad era
casi un instinto natural en los mongoles, que hacían gala de su ferocidad al conquistar
las ciudades de sus enemigos, persiguiéndoles con saña, apoderándose de sus
pertenencias, violando y mutilando a sus mujeres. Aunque esta ferocidad se fue
atemperando al comprender que era mejorar conquistar tierras con hombres vivos,
que tierras yermas. Cuando invadió China, sus consejeros mongoles le
propusieron que exterminara a todos los chinos. El caudillo mongol estaba a
punto de perpetrar este genocidio cuando intervino un noble de la casa real de
Liao, que ejercía de secretario y astrólogo del Kan gracias a su talento como
administrador, que le dijo: «Ahora que has conquistado todo lo que hay bajo el
cielo y todas las riquezas entre los cuatro mares, debes exigir impuestos sobre
la tierra y el comercio, y sacar beneficios del vino, de la sal y del hierro, y
de los productos de las montañas y de las marismas. De esta manera los ingresos
en un año ascenderán a medio millón de onzas de plata, etcétera.» Gengis Kan
estuvo de acuerdo con que así debía ser. Pero en él no hay que ver sólo al
caudillo guerrero que creó un fenomenal imperio cimentado en el terror, sino al
administrador que organizó lo conquistado, de tal manera que siguió
expandiéndose por espacio de cuarenta años después de su muerte. Como
administrador y legislador, Gengis Kan está por encima de cualquier otro jefe
nómada conocido en la Historia, y su fama descansa sobre estos aspectos tanto
como sobre sus brillantes acciones militares. Receptivo a las nuevas ideas, inconscientemente
asimiló algunos méritos de la civilización china; su gran paso consistió en obtener
para el idioma mongol una expresión escrita. Como estadista practicó una política
de tolerancia religiosa y de fomento del comercio internacional, política que continuaron
sus sucesores, especialmente Kublai Kan, bajo suyo reinado China dejó de ser un
país aislado del resto del mundo. A partir de la desaparición de Kublai Kan (1294)
y de Ghazán en Persia (1304), la historia de la dominación mongola en esas civilizadas
regiones es el relato de su desintegración y colapso final.
Guerrero mongol del siglo XIII |
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