Powered By Blogger

martes, 17 de abril de 2018

Los inicios de la civilización egipcia


El territorio que ocupaba Egipto en la Antigüedad estaba constituido por una estrecha y larga franja correspondiente al valle del río Nilo, en el noreste de África. Este río nace en los lagos Victoria, Alberto y Tana y desemboca en forma de delta en el mar Mediterráneo. Tan solo 60 kilómetros de ancho y 1200 kilómetros de largo constituían este valle de tierras fértiles rodeado en gran parte por el desierto del Sáhara. La obtención de una cronología exacta del antiguo Egipto es una tarea compleja. Existen diversos criterios de datación entre los egiptólogos, con divergencias de algunos años en los últimos periodos, de décadas al principio del Imperio Nuevo y de casi un siglo durante el Imperio Antiguo. El primer problema surge por el hecho de que los egipcios no utilizaron un sistema de datación homogéneo: no tenían un concepto de una era similar al Anno Domini de los romanos, o la costumbre de nombrar los años, como hacían en Mesopotamia. Databan con referencia a los reinados de los faraones, solapando posiblemente los interregnos y las épocas de corregencia. Un problema añadido surge al comparar las distintas Listas Reales de faraones, pues están incompletas o con datos contradictorios, incluso en el mismo texto. Las obras del mejor historiador sobre Egipto en la Antigüedad, Manetón, se perdieron y solo las conocemos a través de epítomes de escritores posteriores como Flavio Josefo, Eusebio de Cesarea, Sexto Julio Africano o el monje cristiano Jorge Sincelo, muy posterior a la época faraónica. Desafortunadamente las fechas de algunos reinados varían de uno a otro autor.
Las evidencias arqueológicas indican que la civilización egipcia comenzó alrededor del VI milenio a.C., durante el Neolítico, cuando se instalaron los primeros pobladores del valle del Nilo en el periodo Predinástico. El río Nilo, en torno al cual se asentaba la población, ha sido la línea de referencia para la cultura egipcia desde que los nómadas cazadores y recolectores comenzaron a vivir en sus riberas en los remotos tiempos prehistóricos. Los rastros de estos primeros pobladores quedaron en los objetos y signos grabados en las rocas a lo largo del valle del Nilo y en los oasis.
A lo largo del Nilo, en el XI milenio a.C., una cultura de recolectores de grano había sido sustituida por otra de cazadores, pescadores y recolectores que usaban herramientas de piedra. Los estudios también indican asentamientos humanos en el sudoeste de Egipto, cerca de la frontera con Sudán, antes del 8000 a.C. La evidencia geológica y estudios climatológicos sugieren que los cambios climáticos de esa época comenzaron a desecar las tierras de caza y pastoreo de Egipto, conformándose paulatinamente el desierto del Sáhara. Las tribus de la región tendieron a agruparse cerca del río, donde surgieron pequeños poblados que desarrollaron una economía agrícola. Hay evidencias de pastoreo y del cultivo de cereales en el este del Sáhara en el VII milenio a.C. Alrededor del 6000 a.C., ya había aparecido en el valle del Nilo la agricultura organizada y la construcción de grandes poblados. Al mismo tiempo, en el sudoeste, se dedicaban a la ganadería y también construían rudimentarias viviendas. El mortero de cal se usaba en el 4000 a.C. Es el denominado periodo Predinástico, que empieza con la cultura de Naqada. Entre el 5500 y el 3100 a.C., durante el Predinástico, los pequeños asentamientos prosperaron a lo largo del Nilo. En el 3300 a.C., momentos antes de la primera Dinastía, Egipto estaba dividido en dos reinos, conocidos como Alto Egipto o Ta-Shemau y Bajo Egipto o Ta-Mehu. La frontera entre ambos se situaba en la actual zona de El Cairo, al sur del delta del Nilo.
La historia de Egipto, como Estado unificado, comienza alrededor del 3050 a.C. Menes, que unificó el Alto y el Bajo Egipto, fue su primer rey. La cultura y costumbres egipcias fueron notablemente estables y apenas variaron en casi 3000 años, incluyendo religión, expresión artística, arquitectura y estructura social. La cronología de los reyes egipcios da comienzo en esa época. La cronología convencional es la aceptada durante el siglo XX, sin incluir cualquiera de las revisiones que se han hecho en ese tiempo. Incluso en un mismo trabajo, los arqueólogos ofrecen a menudo, como posibles, varias fechas e incluso varias cronologías, y por ello puede haber discrepancias entre las fechas mostradas en las distintas fuentes. También se dan varias transcripciones de los nombres. Tradicionalmente la egiptología clasifica la historia de la civilización faraónica dividida en dinastías, siguiendo la estructura narrativa de los epítomes de la Aigyptiaká («Historia de Egipto»), del sacerdote egipcio Manetón.
Se supone que los primeros pobladores de Egipto alcanzaron las riberas del río Nilo, por entonces un conglomerado de marismas y foco de paludismo, en su huida de la creciente desertización del Sáhara. Se sabe por los restos arqueológicos que antiguamente el Sáhara tenía un clima mediterráneo, más húmedo que el actual. En los macizos del Ahaggar y el Tibesti había abundante vegetación. Para aquellos pobladores, el Sáhara sería una extensa estepa con grandes herbívoros que cazar. Las sucesivas fases del Neolítico están representadas por las culturas de El Fayum, hacia el 5000 a.C., la cultura tasiense, hacia el 4500 a.C. y la cultura de Merimde, hacia el 4000 a.C. Todas ellas conocen la piedra pulimentada, la cerámica, la agricultura y la ganadería. La base de la economía era la agricultura que se realizaba aprovechando el limo, fertilizante natural que aportaban las inundaciones anuales del río Nilo. Hacia el año 3600 a.C. surge la gerzeense o Naqada II, que se difunde por todo Egipto, unificándolo culturalmente. Esta consonancia cultural llevará a la unidad política, que surgirá tras un periodo de luchas y alianzas entre clanes por imponer su dominio. Para lograr mayor eficiencia y producción, hacia 3500 a.C. comenzaron a realizarse las primeras obras de canalización y surge la escritura con jeroglíficos en Abidos. En esa misma época comenzaron a formarse los protoestados.
Las primeras comunidades hicieron habitable el país y se organizaron en regiones llamadas nomos. Los habitantes del Delta tenían una organización feudal y llegaron a establecer dos reinos con dos monarcas respectivamente. Un reino estaba asentado en un lugar pantanoso, que se llamaba Reino del Junco y tenía como símbolo un tallo de junco. Su capital era Buto y tenían a una cobra como tótem. El otro Reino tenía como capital a Busiris y como tótem un buitre pero su símbolo era una abeja y llegó a conocerse como Reino de la Abeja. Ambos reinos estaban separados por un brazo del río Nilo. El Reino de la Abeja conquistó al Reino del Junco de manera que el Delta quedó unificado. Pero algunos de los vencidos huyeron a establecerse en la zona del Alto Egipto donde fundaron ciudades dándoles el mismo nombre que aquellas que habían dejado en el Delta. Por eso muchas ciudades de esta época tienen nombres semejantes en el Alto y Bajo Egipto. Estas gentes fueron prosperando considerablemente hasta llegar a organizarse en un Estado.
En la fase final del periodo Predinástico tardío o periodo Naqada III, Egipto está regido por gobernantes del Alto Egipto que residirán en Tanis, se hacen representar con un serej y adoran al dios-halcón Horus. Los nombres de estos reyes figuran en la Piedra de Palermo, grabada unos 700 años después de haber concluido dicho periodo. En esa época surgen ciudades como Tanis, Nubet, Nejeb, Nejen, etcétera. Son típicos de este ciclo los magníficos vasos tallados en piedra, cuchillos y paletas ceremoniales, o los mangos de las mazas votivas. Narmer pudo ser el último rey de esta época, y el fundador de la Dinastía I.

Período Arcaico (hacia 3100–2700 a.C.)

A finales del periodo Predinástico, Egipto se encontraba dividido en pequeños reinos; los principales eran: el de Hieracómpolis (Nejen) en el Alto Egipto y el de Buto (Pe) en el Bajo Egipto. El proceso de unificación fue llevado a cabo por los reyes de Hieracómpolis. La tradición egipcia atribuyó la unificación a Menes, quedando esto reflejado en las Listas Reales. Este monarca es, según Alan Gardner, el rey Narmer, el primer faraón del cual se tiene constancia que reinó sobre todo Egipto, tras una serie de luchas intestinas, como quedó atestiguado en la Paleta de Narmer. Este periodo lo conforman las dinastías I y II.
Bajo la Dinastía III la capital se estableció definitivamente en Menfis, de donde procede la denominación del país, ya que el nombre del principal templo, Hat-Ka-Ptah «Casa del espíritu de Ptah», que pasó al griego como Aegyptos, con el tiempo designó primero al barrio en el que se encontraba, luego a toda la ciudad y más tarde al País del Nilo. En la época de la III Dinastía se inició la costumbre de erigir grandes pirámides y monumentales conjuntos arquitectónicos en piedra, gracias al faraón Zóser. También las grandes pirámides de Guiza, atribuidas a los faraones Keops, Kefrén y Micerino se datan en este periodo. La V Dinastía marca el ascenso del alto clero y los influyentes gobernadores locales (nomarcas o gobernantes de nomos), y durante el largo reinando de Pepi II se acentuará una etapa de descentralización denominada primer periodo intermedio de Egipto. El Imperio Antiguo comprende las dinastías III–VI.

Primer Período Intermedio (hacia 2250–2050 a.C.)

Fue ésta la época que transcurrió entre el Imperio Antiguo y el Imperio Medio. Comprende desde la VII Dinastía hasta mediados de la XI, cuando Mentuhotep II reunificó el país bajo su mando. A pesar de la decadencia, esta época destacó por un gran florecimiento literario, con textos doctrinales o didácticos que muestran el gran cambio social que se estaba produciendo. El importante cambio de mentalidad, así como del crecimiento de las clases medias en las ciudades originó una nueva concepción de las creencias religiosas, reflejándose esto en la aparición de los denominados Textos de los Sarcófagos. Osiris se convirtió en la divinidad más popular, junto con Montu y Amón. Los nomos de Heracleópolis y Tebas se constituyeron como hegemónicos, imponiéndose finalmente este último. Son las dinastías VII–XI.

Imperio Medio (hacia 2050–1800 a.C.)

Se considera que este periodo se inicia con la reunificación de Egipto con Mentuhotep II. Es un periodo de gran prosperidad económica y expansión exterior, con faraones pragmáticos y emprendedores. Este ciclo lo conforma el final de las dinastías XI y XII. Se considera que Amenemhat III fue el último gran monarca del Imperio Medio. Se realizaron bajo su reinado ambiciosos proyectos de irrigación en El Fayum para regular las grandes inundaciones del Nilo, desviándolo hacia el lago Moeris. También se potenciaron las relaciones comerciales con las regiones circundantes: africanas, asiáticas y mediterráneas. Las representaciones artísticas se humanizaron, y se impuso el culto al dios Amón. A mediados de 1800 a.C., los invasores hicsos vencieron a los faraones egipcios; lo que comenzó como una migración paulatina de refugiados libios y cananeos hacia el delta del Nilo a causa de diversas hambrunas, se transformó con el tiempo en la conquista militar de casi todo el territorio egipcio, originando la caída del Imperio Medio. Los hicsos y sus aliados semitas vencieron porque poseían mejores armas, y supieron utilizar el factor sorpresa.

Segundo Período Intermedio (hacia 1800–1550 a.C.)

Durante gran parte de este periodo dominaron Egipto los invasores hicsos, aliados con otros pueblos nómadas y semíticos procedentes de la periferia, que se establecieron en el Delta y tuvieron como capital la ciudad de Avaris. Finalmente, los dirigentes egipcios de Tebas declararon la independencia, siendo denominados la Dinastía XVII. Proclamaron la «salvación de Egipto» y dirigieron una rebelión contra los hicsos que culminó con su expulsión. Este episodio podría ser el que se recoge en el Éxodo como la «marcha de los hebreos de Egipto». En realidad no se habrían marchado por su voluntad, sino que habrían sido expulsados por los príncipes tebanos.

Imperio Nuevo (hacia 1550–1070 a.C.)

Liberados los egipcios de la opresión extranjera, el País del Nilo inicia un periodo de gran expansión exterior, tanto en Asia —donde llegan al Éufrates— como en Kush (Nubia). La Dinastía XVIII se inició con una serie de faraones guerreros que va de Amosis I a Tutmosis III y Tutmosis IV. Bajo Amenofis III se detuvo la expansión y se inició un periodo de paz interna y externa. Después de un periodo de debilidad monárquica a causa, sobre todo, de la revolución religiosa que supuso el fallido intento del Amenofis IV o Akenatón de imponer el culto monoteísta de Atón, llegaron al poder las castas militares de la Dinastía XIX o Ramésida que, fundamentalmente bajo Horemheb, Seti I y Ramsés II, se opusieron enérgicamente a la expansión territorial de los hititas. Durante los reinados de Merenptah, sucesor de Ramsés II, y Ramsés III, de la XX Dinastía, Egipto tuvo que enfrentarse a las invasiones de los Pueblos del Mar, originarios de diversas áreas del Mediterráneo oriental (Egeo, Anatolia), y de los libios. Los faraones del Imperio Nuevo iniciaron una campaña de construcción a gran escala para promover al dios Amón, cuyo culto se asentaba en Karnak. También construyeron monumentos para glorificar sus propios logros, tanto reales como imaginarios. La gran reina Hatsepsut utilizará tal hipérbole durante su reinado de casi veintidós años que estuvo marcado por un largo periodo de paz y prosperidad sin precedentes, y con exitosas expediciones comerciales a Punt, la reapertura de las rutas de comercio exterior —terrestres y marítimas—, grandes proyectos de construcción, incluyendo un elegante templo funerario que rivaliza con la arquitectura griega de mil años más tarde, obeliscos colosales y una capilla en Karnak.
A pesar de todos sus éxitos y de su buen gobierno, el heredero de Hatsepsut, su hijastro Tutmosis III, trató de borrar toda huella de su legado hacia el final de su reinado, apropiándose de muchos de sus logros, e intentó cambiar muchas tradiciones que se habían establecido a lo largo de los siglos.
Alrededor del año 1350 a.C., la estabilidad de Egipto parecía amenazada, aún más cuando Amenhotep IV ascendió al trono e instituyó una serie de reformas radicales, que tuvieron un resultado caótico. Cambiando su nombre por el de Akenatón, promovió como deidad única suprema la hasta entonces oscura deidad solar Atón, iniciando una reforma religiosa tendente al monoteísmo. En parte, el monoteísmo de Akenatón fue un producto del absolutismo real; los viejos dioses habían desaparecido, pero el rey mantenía —para su propio beneficio político— su papel tradicional como sumo sacerdote y mediador entre los hombres y los deseos del nuevo dios. El faraón apóstata suprimió el culto a la mayoría de las demás deidades y, sobre todo, trató de anular el poder de los influyentes sacerdotes de Amón-Ra en Tebas, a quienes veía como corruptos. Al trasladar la capital a la nueva ciudad de Atón (actual Amarna), Akenatón hizo oídos sordos a los acontecimientos del Próximo Oriente (donde los hititas y los asirios se disputaban el control de Siria y del reino vasallo de Mitanni) y se concentró únicamente en la promoción de la nueva religión. La nueva filosofía religiosa conllevó un nuevo estilo artístico, que resaltaba la humanidad del rey por encima de la monumentalidad. Tras su muerte, el culto de Atón fue abandonado rápidamente, los sacerdotes de Amón-Ra recuperaron el poder y devolvieron la capitalidad a Tebas. Bajo su influencia los faraones posteriores —Tutankamón, Ay y Horemheb— borraron toda mención a Akenatón y su «herejía», ahora conocida como el Período de Amarna.

Administración del Estado

Egipto estaba dividido en varios sepats (provincias, o nomos en griego) con fines administrativos. Esta división se puede remontar al periodo Predinástico (antes de 3100 a.C.), cuando los nomos eran ciudades-estado semiindependientes, y permanecieron más de tres milenios manteniendo sus costumbres. Bajo este sistema, el País del Nilo fue dividido en 42 nomos o provincias. Cada nomo estaba gobernado por un nomarca, gobernador provincial que ostentaba la autoridad regional. El gobierno impuso diversos impuestos, que al no existir moneda eran pagados en especie, con trabajo o mercancías. El tyaty (visir) era el responsable de controlar el sistema impositivo en nombre del faraón, a través de su departamento. Sus subordinados debían tener al día las reservas de grano almacenadas y sus previsiones de consumo. Los impuestos se pagaban según el trabajo o las rentas de cada uno, los campesinos (o los terratenientes en periodos posteriores) en productos agrícolas, los artesanos con parte de su producción, y de forma similar los pescadores, cazadores, etcétera.
El Estado requería una persona de cada casa para realizar trabajos públicos algunas semanas al año, haciendo o limpiando canales, en la construcción de templos y tumbas e incluso en la minería si no había suficientes esclavos.
Los cazadores y pescadores pagaban sus impuestos con capturas del río, de los canales y del desierto. Las familias acomodadas podían contratar sustitutos para satisfacer esta onerosa obligación.

Lenguas empleadas por los antiguos egipcios

El egipcio antiguo constituye un caso aparte de las lenguas afroasiáticas. Sus parientes más cercanos son los grupos bereber, semítico y beja. Los escritos más antiguos en lengua egipcia se remontan al 3200 a.C., convirtiéndola en una de las más arcaicas y documentadas. Los eruditos agrupan al egipcio en siete divisiones cronológicas importantes. Recogido en las inscripciones del último periodo Predinástico y del Arcaico. La evidencia más temprana de escritura jeroglífica egipcia aparece en los recipientes de cerámica de Naqada II.

La escritura egipcia

En el antiguo Egipto los escribas constituían una élite social y estaban muy bien considerados. Tasaban los impuestos, validaban testamentos actuando como notarios, mantenían los registros de la propiedad y eran, de facto, responsables de la administración del Estado.
Durante años, la inscripción conocida más antigua era la Paleta de Narmer, encontrada durante unas excavaciones en Hieracómpolis (nombre antiguo de la actual Kom el-Ahmar) en 1890, y fue datada en el año 3150 a.C. Hallazgos arqueológicos recientes revelan que los símbolos grabados en la cerámica de Gerzeh, (h. 3250 a.C.) se asemejan al jeroglífico tradicional. En 1998 un equipo arqueológico alemán bajo la dirección de Günter Dreyer, que excavaba la tumba U-j en la necrópolis de Umm el-Qaab de Abidos, y que perteneció a un rey del remotísimo periodo Predinástico, recuperó trescientos rótulos de arcilla inscritos con jeroglíficos y fechados en el periodo de Naqada III-a, en el siglo XXXIII a.C. Según otras investigaciones, la escritura jeroglífica egipcia apareció hacia el 3000 a.C. con la unificación de los Reinos del Alto y el Bajo Egipto. Durante largo tiempo solo estuvo compuesta por unos mil signos, los jeroglíficos, que representaban personas, animales, plantas, objetos estilizados, etcétera. Su número no llegó a alcanzar varios miles hasta el periodo tardío. Los egiptólogos definen el sistema de escritura egipcio como jeroglífico, y se considera como la escritura más antigua de la historia de la Humanidad. La denominación proviene del griego «hieros» (sagrado) y «glypho» (esculpir, grabar). La escritura jeroglífica era en parte silábica, y en parte ideográfica.
La hierática fue una forma cursiva de los jeroglíficos y comenzó a utilizarse durante la primera Dinastía (hacia 2925–2775 a.C.). El término demótico, en el contexto egipcio, se refiere a la escritura y a la lengua que evolucionó durante el periodo tardío, es decir desde la XXV Dinastía (nubia), hasta que fue desplazada por el koiné griego en los últimos siglos antes de la era cristiana.
A pesar de la conquista árabe llevada a cabo por Amr ibn al-As en el año 640, el idioma egipcio perduró en la lengua copta durante toda la Edad Media.
Alrededor del 2700 a.C., se comenzaron a usar pictogramas para representar sonidos consonantes. Sobre el 2000 a.C., se usaban 26 para representar los 24 sonidos consonantes principales. El más antiguo alfabeto conocido (hacia 1800 a.C.) es un sistema abyad derivado de estos signos, igual que otros jeroglíficos egipcios. La escritura jeroglífica finalmente cayó en desuso como escritura de los cortesanos alrededor del siglo IV a.C. bajo los reyes ptolomeos, y fue sustituida por el griego, aunque perduró en los templos del Alto Egipto custodiados por el clero tradicional.
Cleopatra VII fue el único gobernante ptolemaico que dominó el idioma egipcio antiguo. Las tentativas de los europeos para descifrarlo comenzaron en el siglo XV, aunque hubo tentativas anteriores por parte de eruditos árabes.
El idioma copto está bien documentado a partir del siglo III, y aparece inicialmente escrita con signos jeroglíficos, o en los alfabetos hierático y demótico. El alfabeto copto es una versión ligeramente modificada del alfabeto griego, con algunas letras propias demóticas utilizadas para representar varios sonidos no existentes en el griego. Como lengua cotidiana tuvo su apogeo entre los siglos III y VII, y aún perdura como lengua litúrgica de la Iglesia Ortodoxa Copta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario