La Comisión Warren fue creada poco después del asesinato de Kennedy a instancias del nuevo presidente, Lyndon B. Johnson, para esclarecer las circunstancias del mismo.
Esta comisión de investigación estaba presidida por el juez del Tribunal Supremo, Earl Warren (en la foto) y, de ahí el nombre. De ella formaban parte, entre otros, Allen Dulles, ex jefe de la CIA (cargo del que fue cesado por Kennedy en septiembre de 1961), y el entonces senador republicano Gerald Ford, que más tarde sería presidente de los Estados Unidos y que en 1976 ordenaría reabrir las investigaciones por el asesinato de Kennedy.
Poco antes de las elecciones presidenciales de 1964, en las que Lyndon Johnson arrasó obteniendo un 61,1% de los votos contra apenas un 38,5% que obtuvo su rival republicano Barry Goldwater, la Comisión Warren publicó las conclusiones finales de las investigaciones, según las cuales, Lee Harvey Oswald había sido el asesino de John Fitzgerald Kennedy, que había actuado “solo” y que lo había hecho movido por un insaciable anhelo de notoriedad y fanatismo político.
Pero el esfuerzo y la curiosidad de muchos investigadores, periodistas y gente anónima, que sucumbieron ante la atracción de un caso tan fuera de lo común, considerado aún “el asesinato del siglo” y ante las evidentes contradicciones de los resultados de la Comisión Warren, impidieron que todo quedara en el olvido, aunque muchos pagaron con su vida su insistencia.
Además de la periodista Dorothy Mae Kilgallen, que entrevistó a Jack Ruby en la cárcel, hay otros casos llamativos de periodistas muertos en extrañas circunstancias, especialmente el de dos periodistas de Dallas: James Koethe y Bill Hunter.
James Koethe era el periodista que estaba en el apartamento de Jack Ruby el sábado 23 de noviembre de 1963, el día siguiente al asesinato de Kennedy. Murió de un terrible golpe (le partieron el cuello) en septiembre de 1964.
Bill Hunter, se encontraba también en el apartamento de Ruby, en compañía de James Koethe, el día siguiente al asesinato. Falleció a consecuencia del disparo “accidental” de un policía en abril de 1964. Por lo visto, tanto él como Koethe tenían pensado escribir un libro acerca de las circunstancias que envolvieron el asesinato de Kennedy. Los apuntes que Koethe había tomado para escribir el libro, desparecieron. ¿Qué buscaban ambos periodistas en el apartamento de Ruby?
Pero aún hay más muertes misteriosas: Tom Howard, el primer abogado de Jack Ruby; Arlene Roberts, la casera que había alquilado una habitación a Oswald en Dallas, y que testificó que el mismo día del asesinato del presidente vio llegar un coche de la policía que se detuvo en la puerta de su vivienda y que, tras hacer sonar el claxon a modo de aviso, Oswald salió de la casa; Nancy Jane Mooney, bailarina del club de Ruby, que certificó que Ruby y Oswald se conocían desde bastante antes del asesinato; Nancy Hamilton, otra de las bailarinas del club de Ruby y que testificó que cada noche pasaban decenas de policías de Dallas por ese local, algunos aún en horas de servicio; William Whaley, el taxista que llevó a Oswald a su casa después del asesinato; Lee Bowers, el ferroviario que “vio cosas extrañas” detrás de la valla del montículo de tierra, donde se encontraron varias colillas de cigarrillo, de distintas marcas, como si varios hombres hubiesen estado allí durante bastante tiempo fumando, haciendo tiempo, como si esperasen algo.
El caso de Bowers, el ferroviario, es muy significativo, porque él, sin saberlo, fue uno de los testigos más importantes del caso. Bowers era un ferroviario que trabajaba en la estación que estaba justo detrás del montículo de hierba, desde donde decenas de testigos habían oído disparos, visto salir humo y haber percibido olor a pólvora. Bowers declaró a la Comisión Warren que unos treinta minutos antes del atentado vio llegar un vehículo, cubierto de polvo hasta las ventanillas y conducido por un solo hombre. El automóvil se detuvo unos instantes y le pareció ver que aquel hombre hablaba por radio o través de un walkie-talkie. En aquella época, este tipo de aparatos eran de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad.
Poco después, Bowers vio llegar un grupo de personas (tres o cuatro) entre los que había un policía, el cual echó a varios curiosos que querían ver desde allí el desfile. Luego dijo que cuando tuvo lugar el atentado “le pareció ver algo extraño” y añadió que “tuvo la certeza de que algo raro había ocurrido detrás de aquella valla”. Sin duda, Bowers, aunque no vio disparar a nadie, fue testigo de la actuación del segundo francotirador, el que acabó con la vida de Kennedy.
Para la Comisión Warren tampoco tuvo importancia que 52 testigos de la plaza Dealey declararan haber oído disparos desde la valla del montículo de hierba. Para la CW esto no encajaba con su teoría del asesino solitario. Pero vayamos por partes.
Según la Comisión Warren, hubo tres disparos. El primero falló, el segundo alcanzó a Kennedy en el cuello (según la CW entró por detrás del cuello, salió por la parte frontal, alcanzando al gobernador Connally en la espalda, mano y muslo) y la tercera es la bala fatídica que alcanzó a Kennedy en la cabeza. El cráneo del presidente reventó como una sandía, y buena parte de la masa encefálica se desparramó. El impacto era mortal de necesidad.
Pero fue la segunda bala, la que fue apodada irónicamente por Garrison como la “bala mágica” la que registró una trayectoria más inusual, por decirlo de alguna manera.
Según los médicos de Dallas que atendieron a Kennedy, los primeros en hacerlo antes de la autopsia oficial de Betesda, la herida del cuello de Kennedy era una herida de entrada frontal, por tanto, disparada frontalmente. De esta declaración de los médicos tenemos constancia gracias a la rueda de prensa que ofrecieron poco después del anuncio oficial de la muerte del presidente. El cirujano jefe del Hospital Parkland Memorial de Dallas fue preguntado dos veces y en ambas ocasiones ratificó que la herida de bala era entrante, por lo tanto, disparada de cara a él. Esto es muy importante porque contradice de lleno la teoría de la Comisión Warren. Tenemos constancia de esta declaración gracias a las imágenes de aquella rueda de prensa y a las declaraciones escritas de los periódicos locales del día siguiente al atentado. Pero a la Comisión Warren todo esto no le importó, porque el proceso de falsificación ya estaba en marcha. Es también muy importante el hecho de que en esa rueda de prensa, el cirujano jefe del Parkland Memorial de Dallas dijese que Connally (el gobernador de Texas) estaba en esos momentos a punto de ser operado para extraerle una bala que tenía alojada en el muslo. De esa bala no hay constancia, desapareció. Hubiera añadido una bala más a la lista.
En cambio, la “bala mágica” aparece casi intacta en la camilla del gobernador Connally. Según la Comisión Warren es la bala mágica que ha realizado nada menos que 7 heridas consecutivas a Kennedy y Connally, apareciendo después en la camilla del gobernador casi intacta. ¡Qué casualidad!
Los médicos de Dallas también declararon que Kennedy había sido herido en la espalda, unos 15 centímetros por debajo de la base del cuello. Todos estos detalles quedaron registrados en imágenes con sonido y fueron recogidos por escrito en la declaración de prensa ofrecida inmediatamente después del asesinato. Al día siguiente, sábado 23 de noviembre, los médicos del Hospital Parkland de Dallas que habían inspeccionado el cuerpo del presidente destruyeron todas sus notas. Cosa inexplicable tratándose, nada menos, que del asesinato del presidente de los Estados Unidos. ¿Por qué actuaron de un modo tan irregular?
En opinión de muchos especialistas que han revisado el caso desde entonces, la autopsia de Kennedy debió hacerse, por imperativo legal, en Dallas aquel mismo día, pero hoy está claro que los autores del golpe de Estado, pues se trató exactamente de eso, no podían consentir una autopsia legal en regla. La historia preparada por los conspiradores no hubiera superado la “prueba” de la autopsia reglamentaria en el Hospital Parkland Memorial de Dallas. Por eso secuestraron el cadáver de Kennedy y se lo llevaron a Betesda, cerca de Washington.
Esa autopsia oficial fue llevada a cabo por cirujanos militares sin experiencia en heridas de bala, al contrario que en Dallas, donde había muchos heridos de bala y los médicos civiles sí tenían amplia experiencia en ese tipo de heridas debido a las frecuentes reyertas entre rancheros, accidentes de caza y tiroteos que solían producirse en los atracos. Los cirujanos militares, subordinados a las órdenes de almirantes y generales, cumplieron escrupulosamente con las instrucciones recibidas a la hora de practicar la autopsia y confirmaron las conclusiones de la misma, establecidas de antemano. Así pues, la herida de bala entrante en Dallas, en Betesda era de salida, para que casara como herida producida por un disparo desde atrás, es decir, desde el depósito de libros. Si en Dallas la herida de la espalda estaba 15 centímetros por debajo de la base del cuello, en Betesda estaba en la misma base del cuello, y se especifica como el orificio de entrada de la herida en el cuello. Por lo tanto, dos heridas diferentes se manipulan para que parezcan una sola y se cambian las direcciones de las trayectorias para que coincidan con la teoría del disparo desde atrás, desde el depósito de libros.
También las proporciones de la herida de la cabeza cambian. En Betesda serán el doble de grandes que en Dallas y además el cerebro del presidente ha desaparecido. Esto se sabrá años después, cuando el fiscal general de Nueva Orleans, Jim Garrison, pida un análisis del cerebro para sus investigaciones y al final los militares tengan que admitir que el cerebro del presidente ha desaparecido. ¡Algo inaudito!
El análisis del cerebro habría determinado, de modo incontrovertible, la trayectoria del proyectil que lo atravesó. Esta prueba hubiese sido concluyente e insuperable para la CW, que no habría podido desestimarla fácilmente.
Pero el cuerpo de John Kennedy fue alterado quirúrgicamente en el avión presidencial durante el vuelo de Dallas a Washington, y luego fue cambiado a otro féretro. Todo esto fue realizado mientras su esposa Jacqueline asistía al juramento del nuevo presidente, Lyndon B. Johnson. Hasta entonces no había querido separarse del cuerpo de su difunto esposo, pero ahora tenía que ser testigo del juramento y a duras penas lograron convencerla. El cuerpo de John Fitzgerald Kennedy estuvo unos 20 minutos solo, durante los cuales se le practicó una incisión en forma de estrella en la parte superior del cráneo, siéndole extraído el cerebro. Agentes del FBI que participaron en la autopsia de Betesda reconocieron en su informe que el cuerpo daba la impresión de haber sido manipulado.
También en la autopsia oficial de Betesda se extrajo una bala del cuerpo de Kennedy. El proyectil fue entregado a dos agentes del FBI (hay constancia documental de esta entrega) pero esa bala desapareció y no sabremos jamás si era o no del mismo calibre que la utilizada en el atentado. Si hubo un fuego cruzado, con participación de más de un tirador, es factible que se empleasen fusiles distintos y con diferentes calibres. Esa bala podría haber aportado importante información a este respecto. Información determinante.
Los médicos que realizaron la autopsia quemaron sus notas y se les ordenó que no hicieran comentarios sobre ningún aspecto de la misma. Las pruebas y las radiografías de la autopsia permanecerán selladas hasta el 2038. ¿A quién interesará entonces la verdad?
Si empezamos a contar balas, tenemos la bala que falló (la que hirió a James Teague en el puente del tren), la bala mágica, la bala de Connally (desaparecida), la bala de Betesda (desaparecida) y la bala del cerebro de Kennedy, desaparecida también junto con el cerebro. Tenemos cinco balas como mínimo, pero podrían haber sido más. Un fotógrafo de Dallas tomó unas fotografías aquel día en la plaza Dealey donde se ve a un adjunto del sheriff recoger una bala del pavimento de la calle y guardársela en el bolsillo. La limusina de Kennedy fue inmediatamente limpiada y reparada por orden de Johnson. El traje de Kennedy fue seguidamente enviado a la tintorería. Está claro que alguien tenía prisa por borrar todas las huellas del asesinato y del consiguiente golpe de Estado.
En el informe final con las conclusiones de la Comisión Warren, se incluyen varias fotografías en las que se observan impactos de bala o fragmentos de proyectil en la limusina descapotada. En una de ellas se advierte perfectamente que uno de los proyectiles impactó en el parabrisas.
Tampoco la Comisión Warren tuvo en cuenta el relato de una mujer que había visto a Jack Ruby (el asesino de Oswald) pocos minutos antes del atentado conduciendo una furgoneta. De ésta salió un hombre con lo que a la testigo le pareció un fusil enfundado. Pensó que debía pertenecer al Servicio Secreto, cuyos hombres estaban tomando posiciones en los lugares estratégicos por donde debía pasar la comitiva presidencial.
Ese mismo día, viernes 22 de noviembre de 1963, después del asesinato, acudió al FBI para aportar el testimonio de lo que había visto. El FBI le enseñó varias fotografías de supuestos sospechosos y ella identificó a Jack Ruby inmediatamente, sin titubear. Cuando el domingo día 24 Jack Ruby asesinó a Oswald ante las cámaras de televisión, la testigo se quedó perpleja y dijo a su familia que ésa era la persona que ella había visto el viernes conduciendo una furgoneta. Ella lo había identificado para los agentes del FBI antes de que asesinara a Oswald, pero cuando apareció publicado el Informe Warren, la testigo lo leyó y vio como habían manipulado su declaración, según la cual ella había sido incapaz de identificar a Jack Ruby.
La bala mágica fue uno de los mayores engaños, si no fue el mayor, de la Comisión Warren para tratar de convencer a propios y extraños de que el asesinato de Kennedy fue obra de una mente trastornada, de un asesino solitario. Según la Comisión Warren, basándose en la asombrosa teoría de un abogado llamado Aarón Specter, la bala encontrada en la camilla del gobernador Connally (¡qué curioso, una bala encontrada fuera del cuerpo del herido!) había provocado siete heridas, dos a Kennedy y cinco a Connally. Esto podría parecer posible aunque muy difícil, pero hay varias evidencias que acompañan a la lógica. Aunque fuera posible que una bala causara siete heridas, está claro que esta debería quedar totalmente deformada. Cuando se dispara un proyectil y éste impacta contra el objetivo, se deforma. Se dispararon balas comparativas contra la muñeca de un cadáver y el proyectil quedó totalmente deformado. En el caso de la bala mágica, ésta estaba prácticamente intacta. Además, según la película que grabó Abraham Zapruder, es fácil ver cómo la bala que hirió a Kennedy no tiene nada que ver con la que hirió a Connally, puesto que transcurrieron 1,5 segundos entre ambos disparos. Dos disparos, dos armas distintas, dos balas distintas. El propio gobernador Connally declaró en rueda de prensa que la Comisión Warren se equivocaba porque él mismo estaba seguro de que la misma bala que hirió a Kennedy no pudo herirle a él. Pero a la Comisión Warren, que ya tenía sus conclusiones preparadas de antemano, poco o nada le importaban las evidencias, siquiera las que pudiesen aportar testigos presenciales del atentado como el gobernador Connally o la propia esposa del presidente asesinado, Jackie Kennedy, que viajaban en la limusina.
Por último, tenemos la prueba definitiva, las trayectorias de las heridas de Kennedy y Connally eran totalmente diferentes, pero la Comisión Warren quiso hacer creer al gran público lo siguiente: una bala que entra por la parte posterior del cuello de Kennedy, sale por la garganta, queda suspendida un segundo y medio en el aire, gira a la derecha, entra por la espalda de Connally, sale por el pecho izquierdo, vuelve a girar para alcanzar la muñeca de Connally, rebota y le hiere en el muslo (la bala que el médico de Dallas dijo que iba a extraer) y aparece intacta, en la camilla de Connally. Para la Comisión Warren es más creíble esta teoría, claro está, que no la idea de más disparos.
Como también es más creíble desechar el testimonio de 52 testigos que oyeron disparos desde el montículo, situado detrás de la valla. También hay que destacar que no sólo las imágenes y la razón desmienten la teoría de la bala mágica; así, en la película de Abraham Zapruder se ve claramente que la bala que hiere a Kennedy no es la misma que hiere a Connally. Éste había testificado ante la Comisión Warren que estaba seguro de que la bala que le hirió a él no era la misma que alcanzó mortalmente a Kennedy.
Ahora bien, si no hubo disparos desde el montículo, ¿por qué cientos de personas corrieron hacía allí después del atentado? ¿Por qué varios policías que acompañaban a la comitiva pararon sus motocicletas y fueron, pistola en mano, hacía allí? ¿Por qué Lee Bowers, el empleado ferroviario, vio cosas y gente extraña detrás de la valla? ¿Quiénes eran los individuos que según varios testigos presenciales y un policía de Dallas, les abordaron identificándose como miembros del Servicio Secreto? Lo cual aún resulta más insólito si tenemos en cuenta que el propio Servicio Secreto, durante las investigaciones de la CW declaró que “no tenía a ninguno de sus agentes custodiando la valla o situado en aquella parte de la ciudad”.
Ya resulta raro que unas Fuerzas de Seguridad no se preocuparan de colocar allí a ninguno de sus agentes, cumpliendo con las más elementales normas de protección a una personalidad de la importancia del presidente de los Estados Unidos. Pero si eso fue así realmente, entonces, ¿quiénes eran aquellos individuos que se identificaron con las placas del Servicio Secreto? ¿Qué pasó con los supuestos vagabundos sacados del vagón de un tren de mercancías en la estación situada justo detrás de la valla, y que fueron conducidos a la Comisaría de Dallas?
Existen varias fotografías obtenidas por un fotógrafo de Dallas, nunca publicadas, en las que se ve a tres vagabundos conducidos por dos policías. Han sido sacados del furgón ferroviario y son llevados a las dependencias policiales para su identificación. En la fotografía se ve claramente que de los tres individuos, el único vagabundo auténtico es el último, un anciano con las ropas raídas y aspecto de pordiosero. Los dos primeros, sin embargo, llevan ropas limpias, zapatos nuevos, el rostro afeitado y el pelo bien cortado. Además, no hay constancia de que los supuestos vagabundos fuesen finalmente interrogados por la policía de Dallas. Entonces, ¿quiénes eran esos individuos? ¿Por qué un testigo de la plaza Dealey vio a un hombre correr desde la valla hacia los vagones de la estación de ferrocarril justo después de los disparos?
La Comisión Warren jamás hizo nada para investigar todos estos detalles. Tampoco le importó la sospechosa actitud del misterioso “hombre del paraguas” (en un día radiante y soleado) ni la del hombre que había junto a él, levantando la mano a modo de saludo. Aunque posiblemente estaba realizando una señal convenida a otro individuo. ¿Una señal para qué? ¿Quiénes eran esos individuos?
(Continuará…)
Hola Antonio. He leído todas las entregas que habéis ido haciendo en el blog sobre la Comisión Warren y la teoría conspirativa.
ResponderEliminarMe han quedado un par de dudas, un par de piezas del puzzle sin encajar, que me gustaría que si me lo aclaras...cierre las dudas que tengo sobre todo el entramado.
1) ¿Por qué Jack Ruby mata a Oswald? ¿Qué gana él con ello...o qué no pierde?
Por que era un suicidio propio. Matar a la luz del día, delante de todas las cámaras y en el cuartel de la policía. No tenía escapatoria y era prácticamente segura una condena a muerte. Por eso no puede ser por dinero...porque iba directo a la cárcel. ¿Estaba amenazado, lo engañaron o simplemente era un "dead man walking"?
2) ¿Qué relación existe entre la Mafia y la CIA? Porque todos los indicios apuntan a que la mafia de Chicago de N.Orleans y hasta la Corsa estaban metidas en el ajo. Pero no podrían haberlo hecho ellos solos. No tenían capacidad para modificar recorrido, para que agentes de la CIA limpiaran las pruebas tan rápido, para cambiar la autopsia,para cada una de las cosas.
Está claro que los primeros interesados estaban adentro. ¿Pero qué relación existía entre los sicarios y los instigadores? Porque la mafia por sí sóla no lo podría haber hecho (y además no habría razón para que la CW no lo desvelara,en su momento o más tarde)
Muchas gracias.
Diego