El magnate de la industria Fritz Thyssen fue el único de todos los banqueros,
políticos y hombres de negocios –y fueron muchos–, que mostró un cierto
arrepentimiento público por haber colaborado con los nazis. Fritz Thyssen
estaba al frente del German Steel Trust, consorcio de la industria del acero,
imprescindible para el rearme alemán de entreguerras, fundado en 1926 por
Clarence Dillon, uno de los hombres fuertes de Wall Street. Uno de los
colaboradores de confianza de Dillon fue Samuel Bush, padre de Prescott, abuelo
del ex presidente George Herbert y bisabuelo del también ex presidente George
Walker Bush. Por su parte, los Harriman y los Thyssen fundaron en 1926 la Union
Banking Corporation y pusieron al frente del banco a George Herbert Walker,
suegro de Prescott Bush. Ese mismo año, Prescott Bush fue nombrado
vicepresidente de la Brown Brothers Harriman. Los Bush no fueron los únicos que
ayudaron a los nazis, sus principales socios en Estados Unidos fueron la
Standard Oil y el Chase Manhattan Bank, y ambas empresas eran propiedad de la
familia Rockefeller. Todos ellos, Harriman, Thyssen, Bush y Rockefeller,
compartían intereses económicos tanto en la industria del petróleo como en el
negocio de la banca internacional. Ernst Sedgwick Hanfstaengl, hijo de un adinerado editor
alemán, fue otro de los amigos y patrocinadores de Adolf Hitler en sus inicios.
Hanfstaengl pasó sus primeros años en Alemania y más tarde se trasladó a Nueva
York, donde se hizo cargo del negocio familiar, la editorial Franz Hanfstaengl
especializada en libros de arte. Cada mañana practicaba al piano en el Harvard
Club de Nueva York, donde conoció a Franklin Delano Roosevelt, futuro
presidente de los Estados Unidos, que también era aficionado al piano, y
entablaron una estrecha amistad. Entre el selecto círculo de amigos de Hanfstaengl en
aquellos días estuvieron el ex presidente Theodor Roosevelt, el magnate de la
prensa William Randolph Hearst, el banquero John Pierpont Morgan, la
escritora Djuna Barnes, el director de orquesta Toscanini y el famoso actor
Charles Chaplin. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914,
Hanfstaengl intentó regresar a Alemania para enrolarse en el Ejército, pero no
lo consiguió y tuvo que permanecer en los Estados Unidos. La parte del negocio
familiar que él dirigía en Nueva York fue confiscada como propiedad del
enemigo, cuando Estados Unidos declaró la guerra a Alemania en abril de 1917. Terminada la contienda, Ernst se casó con Helene Adelheid
Niemeyer, una distinguida dama de la mejor sociedad de Long Island, y el
matrimonio se instaló en Múnich en 1922. Allí fue donde Hanfstaengl escuchó
hablar de Hitler por primera vez en una modesta cervecería. A partir de este momento,
la biografía de Hanfstaengl es un tanto ambigua, posiblemente porque ha sido retocada para ocultar su pasado nazi. Según esta biografía oficial, Hanfstaengl
habría contactado con Hitler y los suyos a petición de Truman Smith, agregado
militar de la Embajada de los Estados Unidos en Berlín. Éste sugirió a
Hanfstaengl que acudiese a uno de los mítines nazis que tenían lugar en la
cervecería donde se reunían Hitler y los suyos. En otras versiones de la
biografía de Hanfstaengl, fue el propio Smith quien le presentó a Hitler. En cualquier caso, Hanfstaengl quedó tan fascinado por el discurso de Hitler,
que inmediatamente después se convirtió en uno de sus más fervientes
seguidores. Inicialmente, su estrecha relación personal con Hitler se debió a
que a éste le gustaba escucharle tocar el piano mientras gesticulaba y ensayaba
sus apasionados discursos ante un espejo. Durante el fallido golpe de Estado (Putsch de Múnich) del 8
y 9 de noviembre de 1923, Hitler resultó herido en uno de los enfrentamientos
con el Ejército. Cuando buscó refugio en casa de Hanfstaengl en Uffing, en las
afueras de Múnich, se encontró con que Ernst había huido a Austria abandonando
a su esposa, Helene, que al parecer evitó que Hitler se suicidara cuando la Policía llegó para detenerle. Hitler interpretó la huida de Hanfstaengl como
una traición personal y, aunque siguió utilizándole, le apartó de su círculo
íntimo de colaboradores. Su esposa Helene, sin embargo, fue la que disuadió a Hitler
para que abandonase su huelga de hambre cuando estaba preso en la cárcel de
Lansberg. A partir de ese momento, tal vez sintiéndose atraído por Helene,
Hitler reunió nuevos bríos y empezó a escribir Mein Kampf ayudado por Rudolph
Hess, que vivía cerca de la prisión. De hecho, Hess pasó tantas horas con
Hitler ayudándole como secretario mientras duró su encierro, que fue como si
también él estuviese encarcelado. Una cruel ironía del destino haría que Hess muriera
en la cárcel muchos años después. A lo largo de la década de 1920, Hanfstaengl presentó a
Hitler a la alta sociedad de Múnich y ayudó a promocionar su imagen. También
financió la publicación de Mein Kampf y colaboró estrechamente en la edición
del periódico oficial del NSDAP, el Völkischer Beobachter. Asimismo, Hanfstaengl escribió la marcha de los Camisas
Pardas y varios de los himnos de las Juventudes Hitlerianas inspirándose en los
estribillos de los populares cánticos deportivos de Harvard. También se cree
que fue Hanfstaengl quien ideó y popularizó el característico saludo nazi «Sieg
Heil!». Su perfecto dominio del idioma inglés, y sus muchos
contactos con la alta sociedad, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos,
le valieron el puesto de jefe de la Oficina de Prensa Extranjera en Berlín. La
llegada de Ernst Hanfstaengl a Nueva York en 1934 fue apoteósica, y su
presencia en la Universidad de Harvard para asistir a los actos que
conmemoraban el 25 aniversario de su graduación, causó furor entre los
estudiantes y el claustro de profesores. No obstante, algunos meses después de su visita a Harvard,
el decano de la universidad, James Conant, presionado por los estudiantes
judíos, rechazó una donación de 1.000 dólares hecha por Hanfstaengl. Mientras el
NSDAP consolidaba su poder, surgieron varios conflictos entre Hanfstaengl y el
nuevo ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y Hanfstaengl fue apartado
definitivamente de la cúpula del Partido cuando Hitler ganó las elecciones y
formó su primer gobierno a principios de 1933. El ocaso político de Hanfstaengl
coincidió con el distanciamiento de su esposa Helene. La pareja se divorció en
1936. Al año siguiente, en 1937, Hanfstaengl recibió órdenes de
lanzarse en paracaídas sobre una zona donde supuestamente se estaban librando
encarnizados combates durante la Guerra Civil española. Según escribió Albert
Speer en sus memorias: «La misión de Hanfstaengl en España no fue más que una
broma pesada concebida por Hitler y Goebbels para ridiculizarle. El avión
estuvo todo el tiempo sobrevolando Alemania para desconcertar a Hanfstaengl con
los falsos informes sobre la ruta de vuelo que le fue facilitanda el piloto.
Finalmente, el avión aterrizó en el aeropuerto de Leipzig sin contratiempos». En 2004 el escritor Peter Conradi publicó un libro basado en
su vida titulado El pianista de Hitler. El ascenso y caída de Ernst
Hanfstaengl, confidente de Hitler, aliado del FDR. A pesar de su larguísimo
título, la biografía de Ernst Hanfstaengl estaba plagada de lagunas, contradicciones
y ambigüedades. No ya para edulcorar la figura de Hanfstaengl, sino la de
muchos de sus antiguos amigos; políticos y personajes destacados de la época
que, al igual que Hanfstaengl, sintieron una fascinación hipnótica por Hitler y
su movimiento antimarxista. Otro hecho poco conocido es que Ernst Hanfstaengl pertenecía
a una distinguida familia de rancio abolengo nobiliario. Su madre era Katherine
Heine Guillermina, hija de William Heine y su padrino fue el duque Ernst II de
Sajonia-Coburgo-Gotha. La casa de Windsor, previamente llamada de
Sajonia-Coburgo-Gotha (Sachsen-Coburg und Gotha), es la casa real del Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte desde la muerte de la reina Victoria
en 1901 hasta nuestros días. Fue renombrada el 17 de julio de 1917 por el rey
Jorge V durante la Primera Guerra Mundial, dado el origen germánico del
anterior título y a que el Reino Unido estaba en guerra con Alemania. De hecho, el rey de Inglaterra, el káiser de Alemania y el zar de
Rusia eran primos segundos. Quizá por ese motivo, para preservar el anonimato de varios
apellidos ilustres, todavía célebres en la actualidad, Hanfstaengl rara vez ha
sido mencionado en la historia oficial del ascenso del nazismo, y se ha
ocultado deliberadamente la buena acogida que tuvieron los postulados nazis
entre muchos intelectuales, políticos, artistas y hombres de negocios de
entonces, dentro y fuera de Alemania. Incluso entre la nobleza. En cualquier caso, Hanfstaengl quedó tan amedrentado que
huyó a Suiza y desde allí se trasladó a Inglaterra, donde fue encarcelado
acusado de espionaje al poco tiempo de haber estallado la guerra en septiembre
de 1939. Más tarde fue trasladado a un campo de prisioneros en Canadá y en 1942, por mediación del presidente Roosevelt, fue
deportado a los Estados Unidos. Allí trabajó para la inteligencia militar
revelando información acerca de Hitler y otros líderes del Partido Nazi que
entonces ocupaban puestos destacados en el Gobierno. En 1943 colaboró con el
profesor Henry A. Murray, director del departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, y
con el eminente psicoanalista Walter C. Langer y otros expertos, en la
elaboración de un informe para la OSS (Office of Strategic Services) denominado
«Análisis de la personalidad de Adolf Hitler». Hanfstaengl fue devuelto a los británicos en 1944 y éstos le
repatriaron a Alemania al finalizar la guerra al año siguiente. Ernst Hanfstaengl
escribió Unheard witness (1957) sobre sus experiencias personales. En 1974
regresó a Harvard para conmemorar el 65 aniversario de su graduación. Fue
recibido cortésmente y su antigua relación con Adolf Hitler fue cubierta con un
prudente manto de silencio.
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