Los combates entre españoles e ingleses en suelo norteamericano tuvieron como
escenario Georgia, una joven colonia fundada por exconvictos en 1733 que ya había
conocido la guerra contra los españoles en 1735, y que se veía en el ojo del
huracán por su proximidad a las posesiones españolas en Florida y a las francesas
en Luisiana. Con la idea de que un ataque preventivo sería la mejor defensa
frente a una previsible invasión española, el gobernador James Edward
Oglethorpe acordó la paz con los indios seminolas con el fin de mantenerlos
neutrales en el conflicto europeo y ordenó la invasión de Florida en enero de 1740. El
31 de mayo los británicos sitiaron la fortaleza de San Agustín, pero ésta
resistió bien y los asaltantes se vieron obligados a levantar el asedio de la plaza en julio
debido a la llegada de refuerzos españoles procedentes de La Habana y
retirarse al otro lado de la frontera. Otros intentos británicos de
penetrar en Florida también fracasaron. El contraataque español, de escasa entidad debido a que la
mayoría de las tropas estaban ocupadas en otros frentes, se produjo finalmente
en julio de 1742. Con el fin de bloquear el paso entre la base británica de
Savannah y Florida, el gobernador don Manuel de Montano dirigió una pequeña
operación en la isla de Saint Simons, defendida por los fuertes Saint Simons y
Frederica. Las tropas atacantes estaban formadas por soldados de San Agustín,
granaderos de La Habana y milicianos negros del Fuerte Mosé, antiguos esclavos
fugitivos de los británicos que habían sido acogidos y armados por los
españoles para formar una peculiar fuerza fronteriza, a modo de cuerpo franco.
En primer lugar, los españoles ocuparon el fuerte Saint Simons con el fin de
convertirlo en su base de operaciones, y luego avanzaron hacia el Frederica.
Sin embargo, fueron sorprendidos en una emboscada por un conjunto de soldados
ingleses, colonos escoceses de las Tierras Altas e indios yamacraw y tuvieron que retroceder tras sufrir una docena de bajas. Durante el viaje de vuelta Montano
se dio cuenta de que algunos soldados habían quedado separados detrás de las líneas
inglesas y planeó una expedición de rescate a través de un pantano. En medio de
éste fueron emboscados de nuevo por una patrulla británica, pero después de unos breves combates la pusieron en fuga hacia el fuerte Frederica. Esto encolerizó a
Oglethorpe, que ordenó a los huidos que regresaran con parte de la
guarnición del fuerte para atacar de nuevo a los españoles. Sin embargo, cuando llegaron
a la marisma se encontraron con que los escoceses habían mantenido una nueva
batalla con los españoles, matando a siete de ellos y obligándoles a
retirarse al acabárseles la munición. No obstante, la presencia española en
Saint Simons representaba un peligro constante, así que Oglethorpe decidió
eliminarlo por medio del engaño: comunicó a un prisionero español que estaban a
punto de llegar grandes refuerzos desde Charlestown —lo cual era falso, pues
sólo se habían podido enviar algunas naves menores— y acto seguido lo liberó.
Éste regresó a Saint Simons y comunicó la falsa noticia a Montano, quien optó
por destruir el fuerte y volver a Florida. Esta victoria táctica fue enormemente exagerada por los
británicos, quienes aseguraron haber matado a 50 españoles en el pantano y
bautizaron a éste como Bloody Marsh porque supuestamente se había teñido de
rojo con la sangre de los muertos. La fecha se conmemora aún en Georgia
como el día en que el Estado «evitó ser español».
Océano Atlántico, mar de Filipinas y zonas circundantes
Si bien la inmensa mayoría de las acciones de la guerra del
Asiento tuvieron lugar en América y el mar Caribe, también en el océano
Atlántico se dieron enfrentamientos entre buques ingleses y españoles que se
cruzaban en sus respectivas travesías entre Europa y América. El
caso más conocido fue la llamada carrera del Glorioso, una sucesión de cuatro
batallas navales en las que un único navío de línea de la Armada española, el
Glorioso, de 70 cañones, y que transportaba 4 millones de pesos de plata, hizo
frente sucesivamente a cuatro escuadras inglesas consiguiendo desembarcar su
cargamento en España antes de ser finalmente capturado, tras haber agotado su
munición. El 16 de septiembre de 1740, otra escuadra británica formada
por siete buques y dirigida por el comodoro George Anson, se dirigió hacia
Sudamérica con la intención de bordear el cono sur y llegar al istmo de Panamá,
donde atacarían por sorpresa las posiciones españolas partiendo en dos el
territorio controlado por España y enlazando con las fuerzas de Vernon después de tomar éstas Cartagena de Indias. España había conseguido infiltrar agentes de
inteligencia en la corte londinense, por lo que conocidas las intenciones de
Anson, inmediatamente se envió una flota de cinco buques a las órdenes de don
José Alfonso Pizarro con la misión de ganarles la latitud a los ingleses,
impedirles cruzar el estrecho de Magallanes y combatirlos en el Pacífico en
caso de no conseguir cortarles el paso. Finalmente, Pizarro logró adelantarse a
Anson, forzándolo en el cabo de Hornos a enfrentarse a las feroces borrascas
australes pegado a la costa, circunstancia que acarreó la pérdida o inutilidad
de 4 de los 7 barcos de la escuadra británica, quedando ésta totalmente incapacitada
para la misión asignada. En junio de 1741 las tres naves restantes alcanzaron
el archipiélago de Juan Fernández; para entonces la tripulación se había visto
reducida a un tercio de la original, debido principalmente a la acción de las
enfermedades. Entre el 13 y el 14 de noviembre los británicos saquearon el
pequeño puerto de Paita, en la costa de Perú. Finalmente, consiguieron llegar a
Panamá pero Vernon ya había sido derrotado en Cartagena de Indias. Tras abandonar dos de
sus buques e introducir a todos los marinos supervivientes en el buque
insignia, el HMS Centurion, Anson puso rumbo a la isla de Tinian y luego a
Macao con la intención de interceptar el galeón de Manila, encargado de llevar
los ingresos procedentes del comercio con Asia a México. Sin embargo, al
llegar al mar de China Meridional, Anson se encontró con ataques inesperados
por parte de los chinos. Para éstos, todo barco que no llegase a la zona con
intereses comerciales era considerado pirata y como tal debía ser apresado y
hundido. Pero Anson no se dio por vencido y tras sortear las naves chinas
durante un año logró apresar el galeón Nuestra Señora de Covadonga el 20 de
junio de 1743, mientras navegaba en las cercanías de Filipinas. Las mercancías
capturadas fueron revendidas a los chinos en Macao y Anson retornó entonces a
Gran Bretaña tras bordear el cabo de Buena Esperanza en 1744. Después de tantas
calamidades sufridas, el comodoro se convirtió en un hombre rico gracias a las
ganancias obtenidas por la captura del Covadonga.
La participación francesa
Debido a lo acordado en el Primer Pacto de Familia (1733),
Francia se vio inmersa en la guerra en apoyo de España, por lo que el propio
cardenal Fleury, valido de Luis XV, envió al Caribe una flota compuesta por 22
navíos de guerra bajo el mando del almirante Antoine-François d'Antin. Sin
embargo, la participación francesa no fue destacable debido a que se desató una
epidemia sobre la flota mientras permanecía anclada en la colonia de Santo
Domingo (Haití), a la espera de unirse a las naves españolas. A esto se unieron
dificultades para abastecer a las tropas francesas desde la metrópoli, ya que
al contrario que las colonias españolas, las posesiones francesas en América no
podían garantizar un buen suministro de alimentos. Tras unas pocas acciones
menores, Francia e Inglaterra acordaron una tregua por separado entre 1741 y 1744,
manteniendo así a Francia fuera de la guerra del Asiento. Al reanudarse las hostilidades, los franceses lucharon
contra los británicos en la India y Canadá como parte de la guerra de Sucesión
Austriaca, pero no hubo operaciones conjuntas con los españoles fuera de
Europa. En general, la campaña americana fue mala para los franceses, que
perdieron la fortaleza de Luisburgo, situada en la isla del cabo Breton (actual
Nueva Escocia).
Consecuencias de la derrota británica en la guerra con España
La guerra de Nueva Granada o del Asiento, supuso la mayor
derrota sufrida por la Royal Navy hasta entonces. Se podría decir que la guerra entró en punto
muerto a partir de 1742 (si se exceptúan las acciones menores de Anson y
Knowles) pero el estallido de la guerra de Sucesión Austriaca en Europa, en la
que España y Gran Bretaña tenían intereses enfrentados, provocó que no se
firmara paz alguna hasta el Tratado de Aquisgrán de 1748. Éste puso fin a todas
las hostilidades, retornando prácticamente todas las tierras conquistadas a
quienes las gobernaban antes de la guerra con el fin de garantizar el statu quo anterior al conflicto. En el caso de la América española, la acción del tratado
fue prácticamente inexistente, ya que al final de la contienda ningún
territorio (con la excepción de Luisburgo, que regresó a manos francesas)
permanecía bajo otra ocupación que no fuera la original. España renovó tanto el «derecho de asiento» como el «navío
de permiso» con los británicos, cuyo servicio se había interrumpido durante la
guerra. Sin embargo, esta restitución duraría apenas dos años, ya que por el
Tratado de Madrid (1750), Gran Bretaña renunció a ambos a cambio de una
indemnización de 100.000 libras. Estas concesiones, que en 1713 parecían tan
ventajosas —y constituyeron unas de las cláusulas del Tratado de Utrecht—, se
habían tornado prescindibles en 1748. Entonces ya se barruntaba que la paz con
España no duraría demasiado —se rompió de nuevo en 1761, al sumarse los
españoles a la guerra de los Siete Años en apoyo de los franceses—, así que la
pérdida de estos privilegios no resultaba catastrófica. La derrota británica en América, y en especial en Cartagena
de Indias, aseguró la preponderancia española en el Atlántico hasta finales del
siglo XVIII, a pesar de las continuas rivalidades con Gran Bretaña y Francia.
Si Vernon hubiese tenido un éxito rotundo en su campaña, los británicos podrían
haber exigido la paz antes del estallido de la nueva contienda austriaca y
probablemente habrían reclamado la entrega de Florida, Cuba e incluso porciones
de la costa de Nueva Granada. Esto habría convertido el Caribe español en un
mar británico (como se pretendía) y a la larga, podría haber precipitado el
expansionismo británico sobre México, al igual que la ocupación de Terranova
durante la guerra de Sucesión Española acabó conduciendo a la desaparición del
Imperio colonial francés en Norteamérica medio siglo después. No cabe duda que,
en este caso, la configuración del mapa político americano posterior hubiese
sido muy diferente. Hasta bien entrado el siglo XIX, la valoración de la guerra
del Asiento en Gran Bretaña estuvo basada en el estudio de panfletos,
correspondencia, debates parlamentarios y artículos periodísticos realizados en
la misma época de los combates o poco después, por lo que lógicamente era
cualquier cosa menos imparciales. Vernon, por ejemplo, ya comienza a defender
sus acciones en su correspondencia mucho antes de regresar del Caribe. En esta
empresa le apoyó fuertemente Charles Knowles, quien en su libro Account of the
Expedition to Cartagena (publicado en 1743 tras dos años circulando como
panfleto) no dudaba en atribuir toda la culpa del fracaso al general Wentworth. En diciembre de 1743 se publicó una réplica a estas
acusaciones bajo el título A Journal of the Expedition to Cartagena,
actualmente atribuida al propio Wentworth en colaboración con un oficial bajo
su mando, William Blakeney. Vernon respondió a su vez publicando parte de su
correspondencia oficial, aunque solo aquella que más le convenía. Para su
fortuna, la opinión pública perdió el interés por la fracasada campaña de Nueva
Granada muy pronto, al centrarse sobre la nueva guerra desatada en Europa a
causa de la sucesión austriaca. La caída en 1742 del gobierno del primer
ministro, Robert Walpole, que había sido enormemente crítico con la guerra y
había tratado de abortarla sin éxito, se acabó interpretando como una prueba de
que la vía militarista seguida por Vernon había sido la acertada. Gracias a
esto, Edward Vernon pudo recuperar su deteriorada imagen pública hacia el final
de sus días, siendo más recordado como el héroe de Puerto Bello, que como el
fracasado de Cartagena de Indias. Tras su fallecimiento en 1757 fue enterrado en la
abadía de Westminster junto a otros británicos ilustres.
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